Cataluña ya tiene su Caudillo. Despues de ser aclamado como guía supremo de la Nación, Carles Puigdemont ha puesto en marcha su Movimiento Nacional, bajo el nombre de Junts per Catalunya, denominación que sintetiza a la perfección la carencia de cualquier ideología que no sea la sumisión al Caudillo, líder providencial que, este sí, nos ha de llevar a Ítaca.
Hoy en día muchos partidos políticos, muchos líderes políticos, abrazan el nacional populismo. Pero mantienen un cierto vínculo ideológico, y su dependencia del líder de turno, con ser fuerte, no es absoluta. JxCat no es un partido como el PNV o la propia CDC, hegemónicos durante muchos años pero nunca unipersonales y siempre adscritos a una familia ideológica. JxCat toma la forma de partido político, exigencias de la ley, pero es un movimiento creado por y para su Caudillo. Sin Puigdemont, JxCat no existiría y desparecerá si lo hace Puigdemont. Integra a personajes de la extrema derecha catalana y tiene su vertiente social al incorporar personas provenientes de la izquierda nacionalista. Aspira a hacer de la movilización un arma estable absorbiendo a CDRs, Tsunami, ANC y, en general, todo el movimiento social creado y alimentado por el independentismo.
JxCat integra a personajes de la extrema derecha catalana y tiene su vertiente social al incorporar a personas provenientes de la izquierda nacionalista.
¿Logrará su propósito hegemónico dentro del independentismo? Para conseguirlo debe destruir a ERC y evitar que se consolide un partido catalanista de centro. De momento, ERC resiste el envite. Pero la inestabilidad emocional demostrada por Oriol Junqueras y los furibundos ataques de que va a ser objeto hacen que haya dudas razonables sobre su capacidad de resistencia. El otro flanco abierto que tiene el Caudillo es la negativa de una parte de la burguesía catalana a plegarse a su liderazgo. La consolidación de una alternativa que una a PNC, Units, PDecat y otras fuerzas catalanistas moderadas como La Liga, Lliures o Convergents, puede ser un obstáculo insalvable a sus pretensiones hegemónicas.
En este marco, las próximas elecciones autonómicas son de gran importancia. Una victoria amplia de JxCat implicaría para la democracia en Cataluña, ya con graves déficits, un golpe mortal. En medio de una más que previsible crisis económica, el riesgo de radicalización y confrontación interna y externa se multiplica. Sin un Govern que mantenga unas mínimas gotas de seny, el panorama no pinta nada bien para los catalanes. ¿Una visión demasiado pesimista del futuro? Ojalá…