Británico afincado desde hace años en Murcia capital, Matthew Bennet se ha convertido a sus 43 años en el perfecto hombre orquesta del periodismo español. Más de 127.000 personas siguen su cuenta de Twitter, en la que encuentran a diario y casi a todas horas datos novedosos sobre las cuestiones más candentes de la actualidad. Asuntos como el referéndum ilegal del 1-O, el juicio al procés o el asesinato del pequeño Gabriel Ruíz han dado alas a un reportero que considera que la red permite hacer «periodismo serio» sin el respaldo de un medio tradicional. En su opinión, Twitter es un «espacio público» en el que el periodista puede captar información y, a la vez, transmitirla de un modo totalmente novedoso y limitado a los 280 caracteres que contiene un mensaje. Pero también es capaz de poner orden en el caos, tal y como ha logrado hacer Bennet estos últimos meses en lo referente a los datos de la pandemia del COVID-19.
Si alguien ha sabido demostrar qué utilidad tiene Twitter como medio de comunicación, ese ha sido usted. ¿Cómo definiría esta red?
Es un medio de comunicación, un canal. En años anteriores, la gente lo veía solo como una red social. Pero desde la Primavera Árabe y algunos otros acontecimientos las cosas cambiaron. Alguien que estaba allí, hizo una foto con el móvil y la subió a Twitter. Con la Primavera Árabe nos dimos cuenta de que podíamos ser testigos directos de la historia. Lo podíamos vivir en tiempo real desde nuestros móviles, desde cualquier parte del mundo. Y no solo eso, sino que podíamos interactuar con quienes estaban allí. Desde España, por ejemplo, podías estar viendo en Twitter lo que estaba pasando en Egipto en la Plaza Tahrir y hacer preguntas a la gente que estaba allí, viviendo ese momento histórico. A partir de ahí, Twitter ha cambiado las noticias.
¿La entrada de políticos y periodistas cambia Twitter?
Sí, es cierto. Es verdad que cada uno lo usa para promover sus ideas en general. Los partidos lo usan para promover sus ideologías. Las empresas para vender productos. Twitter es un espacio de comunicación que un periodista puede elegir usar como canal de distribución para su periodismo o análisis. Los medios utilizan Twitter de forma más tradicional. Lo ven como espacio de marketing, más que como de comunicación en sí.
En su caso, ha habido, en mi opinión, tres acontecimientos que hacen que su cuenta tenga muchísimo éxito: el juicio al procés, el caso Gabriel y el caso Julen. Demostró que era posible hacer otro periodismo. ¿Por qué empezó a hacer esto?
Quería hacer periodismo serio sobre España. Cubrir los temas más importantes o interesantes a nivel nacional. Con The Spain Report empecé justo con el accidente del Alvia (2103). Pero también fueron importantes otras cuestiones como la crisis, el surgimiento de Podemos, las elecciones europeas, la proclamación de Felipe VI. Y, lógicamente, el tema separatista, que acabó con el juicio del procés. El caso de Gabriel Ruíz comienza con la desaparición del niño, que desde el principio fue un tema nacional.
Se puede hacer periodismo en Twitter gracias a lo que todos subimos a la red.
Matthew Bennet
Cierto. Mucha gente buscaba en su cuenta los datos más novedosos, antes que en los medios tradicionales.
Bueno, con eso hemos demostrado, no solo yo, que se puede usar Twitter para hacer periodismo. En la red hay mucha información de relevancia que se puede contrastar. Es por la misma razón por la que le hablaba antes de la Primavera Árabe. Todos tenemos móvil y, cuando estamos al lado de algún acontecimiento interesante, lo más normal del mundo desde hace 10 años es hacerle una foto y subirla a las redes sociales. A partir de ahí, tenemos muchas noticias. Se puede hacer periodismo en Twitter gracias a lo que todos subimos a la red. Y se puede usar como canal de distribución de la información.
Pero usted, vía Twitter, se ha convertido en periodista y en medio de comunicación a la vez. Eso es, quizás, lo más llamativo.
Existe otra relación con los lectores y ellos les dan un valor a eso. Para mí es un nicho negocio que me permite llegar a los lectores de forma directa y que sean ellos los que decidan si quieren o no comprar ese producto o servicio. En vez de vender zapatillas, vendo noticias (risas).
Es cierto que los algoritmos de Twitter afectan más a unos usuarios que a otros. En España, son los perfiles de derechas los más afectados.
Matthew Bennet
A través de su cuenta de Twitter, el lector puede estar informado sin necesidad de pagar. Luego los suscriptores reciben un servicio más completo.
Sí, yo siempre pienso en la parte de desarrollo del producto para que esto funcione lo mejor posible. Pero luego todo depende también de los temas que trate. Aquel que, por lo que sea, trato de forma más profunda, como puede ser el juicio del procés o el caso Gabriel, permite sacar a la luz detalles que interesan tanto a lectores extranjeros como españoles.
¿Qué opina de la censura en la red? ¿Ha tenido problemas con esto?
Si hablamos de censura hacia los tuiteros, nadie sabe a ciencia cierta en qué se basa. Hay unos algoritmos y demás. Pero es cierto que parece ser que esos algoritmos, mezclados con las acciones de ciertas personas en algún lugar de Twitter, afectan más a unos perfiles que a otros. En España, son los perfiles de derechas los más afectados. Pero no sé por qué es así. De cualquier modo, a mí nunca me han restringido la cuenta. También es cierto que intento pensar bien antes de escribir una frase. Uno tiene que pensar que esa idea va a tener algún tipo de impacto y por eso pienso bien en lo que voy a decir.
También es cierto que en su cuenta no hay mucha opinión.
Intento opinar pero de manera informada. Cuando uno está trabajando con un tema mucho tiempo, acaba teniendo una opinión informada sobre los matices de ese asunto. Lo que sí evito siempre es el insulto.
¿Cualquiera puede ser periodista en Twitter?
No veo por qué no. De todos modos, cambian las formas pero no la esencia. Podemos hacernos muchas preguntas sobre qué es un periodista. Y más en España, donde no existen unos requisitos formales para ejercer. Si entendemos como periodista a una persona que quiere contar la verdad, que se interesa por la realidad, que quiere contrastar y analizar sus implicaciones, cualquier persona puede hacerlo en esta red. Sin embargo, aún existen periodistas de grandes medios que siguen viendo Twitter como algo rechazable o vulgar. Diría, incluso, que es un rechazo clasista. Al menos, es lo que yo percibo.
Eso siempre ha existido, el que los grandes medios miren por encima del hombro a los pequeños.
Sí, pero con Twitter hay matices interesantes. En mi caso, el que, de momento, centenares de lectores decidan apoyar económicamente esta labor, me convierte en un periodista que puede dedicarse a esto a tiempo completo. Y es gracias a los lectores, con los que mantienes una comunicación directa. Como periodista, ¿qué más quieres? A mí me gusta recordar lo que decía Pedro J. Ramírez: el periodismo se tiene que vender, es un negocio. Y la venta de ese valor no es algo negativo.
Cuando un partido viraliza una noticia intenta aprovechar esa energía para lograr votos o para la expansión de su ideología.
Matthew Bennet
Si el periodismo va hacia lo que usted está haciendo, ¿hacia dónde va la publicidad?
Hacia otro tipo de redes. El periodismo no puede deberse a la publicidad. En Twitter, además, como una red que representa el espacio público en general, existen distintos tipos de actores con distintos fines. Si mi único interés como periodista es contar, contrastar, analizar y comunicar la realidad, como mucho pretenderé que te suscribas. Pero cuando un político o un partido cogen una noticia y la mueven, la viralizan, lo hacen intentando aprovechar esa energía para lograr votos o la expansión de su ideología. Una empresa no periodística, siempre participa en ese espacio para venderse un producto. Por eso eligen muy cuidadosamente sus temas y no se vinculan a según qué cuestiones porque ellos quieren vender sus productos a todos.
A veces te cuesta mucho diferenciar entre la noticia que emite un partido y la que hace uno de los medios más ideologizados.
Matthew Bennet
¿Qué opina de lo políticamente correcto?
Es un ejemplo del atrincheramiento ideológico en el que vivimos en los últimos años. Es polarización y atrincheramiento. Ahora mismo vivimos una época de cambios. Los medios antes eran los guardianes del conocimiento. Ahora todos podemos participar en el espacio público en cualquier momento. Luego tiene a los partidos políticos. Ahí se produce una cuestión llamativa cuando te das cuenta de que, a veces, te cuesta mucho diferenciar entre la noticia que emite un partido y la que hace uno de los medios más ideologizados. De todos modos, Twitter te permite acceder a todo. Y eso, a veces, te puede producir sensación de caos o, incluso, de agobio.
¿Actúan los políticos en Twitter igual que en el Congreso?
Sí, no hay en realidad un flujo de ideas o un intercambio. Lo hemos visto con la crisis del coronavirus o con la crisis separatista. Dos momentos de crisis real que podrían haber hecho cambiar el sistema y no ha sido así. Al final, siempre hay un cierto combate de ideas pero sin la intención de convencer al otro, sino de vencer. En un sistema democrático debe haber un flujo de ideas y yo debo de poder convencerte a ti o tú a mí, en beneficio de los dos y de todos.
Pero eso no sucede.
Debemos hacernos la pregunta entonces si es que el sistema no está hecho para favorecer eso o si es que las intenciones de sus señorías no son esas.
Usted habla de que el exceso de información produce la sensación de caos y agobio. Desde su cuenta de Twitter intenta organizarlo. Lo hemos visto con la crisis del COVID-19. ¿Cómo ha vivido estos meses tan complicados o, incluso, aterradores?
He ido dando información de todo tipo. Incluso la relativa a la dificultad para hacer cuadrar las cifras o los datos. Se trataba de hacer un poco de reporterismo. Cuando hablas con las administraciones para obtener los datos, eso también es noticia. La falta de datos, de transparencia o de coherencia era un problema y, por lo tanto, una noticia. Es un fallo del sistema del que había que informar. Desde febrero todo era un caos con los datos. El Ministerio de Sanidad no tenía entonces datos. Tenías que recurrir a las comunidades y aquello era un lío, un caos.
Sanidad daba unas cifras de fallecidos y luego estaban las de los registros. Esto salta gracias a Twitter. A nivel sistémico, los responsables deberían hacerse muchas preguntas.
Matthew Bennet
Los datos que yo recogía cada tarde a través de las comunidades siempre iban por delante de los que al día siguiente daba Sanidad. No es por algo que hiciera yo, eran las comunidades. Con el estado de alarma, en el primer decreto, es cuando Sanidad ordena a las comunidades enviar diariamente los datos. Hablamos de datos epidemiológicos básicos. A eso hay que sumar la falta de coordinación entre Sanidad y las comunidades. Sanidad, con el estado de alarma, no tenía esos datos y por eso daba esa orden vía BOE.
Esto siguió sucediendo después con las cifras de los fallecidos. Sanidad daba unas cifras y luego estaban las de los registros. Y es gracias a Twitter que esto salta. A nivel sistémico, los responsables del problema deberían hacerse muchas preguntas.
Uno suele pensar que, ante una crisis, tienes datos, los analizas y, en base a eso, buscas soluciones. Da la impresión de que, con la del COVID-19, eso no ha sucedido. Se han buscado soluciones sin tener los datos básicos.
Claro. Estamos hablando de una nación y el sistema tiene que tener a gente capaz de pensar en ese todo. Cuando yo hablo de esto en mi cuenta, no es mi opinión. Es un análisis para el que hablo con distintos expertos. Yo prefiero hablar con la gente que sabe y que me cuenten lo que está pasando.
Sí, volvemos a lo de poner orden dentro del caos.
La gente piensa que, en algún punto del sistema, todo está controlado y que los que nos gobiernan tienen mucho poder público. Cuando, en realidad, casi nada está controlado, hay muchas perspectivas alrededor de cualquier problema complejo. El paso del tiempo complica aún más las cosas. Y ni el ministro ni los presidentes tienen tanto poder como creemos. Lo vimos en la crisis separatista de 2017 y lo hemos vuelto a ver en la crisis del coronavirus.
A Cataluña se mandaron todos los agentes adicionales de la Guardia Civil y la Policía Nacional pero solo lograron cerrar menos de 100 de los 2.000 colegios electorales.
Matthew Bennet
Recuerde lo que sucedió con la Guardia Civil y con la Policía Nacional el 1 de octubre de 2017. Se mandaron todos aquellos agentes adicionales a Cataluña pero, durante el juicio, descubrimos que, a pesar de ello, solo lograron cerrar menos de 100 de los 2.000 colegios electorales que se habían abierto. Y con todos los problemas adicionales, a nivel mediático y de reacciones, que aquello provocó después. Con la crisis del coronavirus, hay que recordar cómo a finales de marzo Sanidad intentó controlar la compra y la distribución de materiales médicos. Hablas con gente que entiende el sistema y que sabía cómo funcionaba antes y te dicen que ahora el ministerio son cuatro despachos en Madrid.
Es evidente que el ministerio no contaba ni con los medios ni con el personal necesario para afrontar la crisis.
Sanidad era una competencia transferida en casi todo y poco más hacía el ministerio. Los días anteriores al estado de alarma, ante el peligro, con las competencias transferidas y viendo la inacción del Gobierno nacional, comenzaron a hacer cosas ellos. El Gobierno decidió tarde hacer algo, porque era mejor que la nada de antes. Pero si ese algo que se hacía era darle todo el poder a Salvador Illa en un ministerio con cuatro despachos, que no entienden la parte logistíca y que tienen que enfrentarse de repente a una pandemia mundial, pasó lo que pasó. Todo está relacionado. Muchas veces me da la sensación de que siempre hay grupos con intereses y los problemas son tan complejos y cambiantes que hay muy pocas personas que intenten concebir o visualizar el todo. Y menos los grupos que están interesados en que funcione de una manera u otra.
No dejamos de ser un sistema autonómico que hasta ahora no se había planteado seriamente la necesidad de una recentralización.
Es un debate que está abierto. Fíjese que ahora el plan del Gobierno sigue siendo que gestionen las comunidades autónomas. Pero eso le da igual al bicho. El epicentro de esta segunda ola está en Cataluña y la Generalitat ha pedido a la gente que se quede en casa. Sin embargo, casi medio millón de coches salieron de Barcelona ese mismo viernes. Si a esto le suma el descontrol en los aeropuertos, donde no se hacen pruebas de ningún tipo a pesar de que ya hay brotes relacionados con esa falta de control. Luego llegan los inmigrantes en patera y se les hacen a todos las PCR. Lo cierto es que el bicho no entiende de fronteras y, si no hacemos nada, sabemos lo que va a pasar con la curva.
Acabamos. Si cerraran Twitter, ¿qué haría?
Yo seguiría. Antes de Twitter funcionaba con la página web. La cuestión es publicar información y la gente acaba encontrándote. Por eso sigo con The Spain Report en la web.