Lo han vuelto a hacer. Con el pretexto de la visita del Rey al Monasterio de Poblet, a 200 km de allí, volvieron a cortar el AVE: «La quema de objetos en la vía del tren entre Girona y Figueres provocó ayer daños en la catenaria y la fibra óptica y terminó afectando a catorce trenes, siete por sentido, y a unos 2.000 viajeros», según reporta el Punt-Avui.
El desplazamiento del jefe del Estado a diferentes puntos de España se había reducido, en el caso catalán, a proporciones simbólicas —poco más de una hora en un único recinto— para impedir males mayores. Aún así, unas 800 personas se encaminaron al monasterio impulsados por lemas como «Hola, República», «Catalunya no té rei», y «The Spanish King is not welcome in the Catalan countries».
Según La Vanguardia, «en algunos momentos, se han vivido momentos de tensión entre los manifestantes y los Mossos, que al menos en una ocasión han empleado sus porras para recuperar la línea policial que habían establecido para impedir el paso de los independentistas. Los Mossos también han identificado a algunos de los concentrados para denunciarles por desobediencia».
La ausencia de la autoridades catalanas en Poblet no ha sido suficiente. Para que el desdén fuera más vistoso, el presidente Torra «ha pedido al comisario jefe de los Mossos, Eduard Sallent, un informe completo sobre los incidentes en el monasterio de Poblet» y «ha recordado que la policía catalana tiene, entre sus funciones, garantizar el ejercicio de derechos fundamentales como el de manifestación o el de libre expresión».
Una vez más queda patente la peculiar idea que tiene el presidente de la Generalitat del derecho de manifestación, identificándolo con sabotajes y cortes de circulación que afectan a todo el mundo; quien ostenta «la representación ordinaria del Estado en Cataluña» (Estatut de Catalunya, art. 67) habría visto bien que el jefe del Estado quedara sitiado y a merced de unos exaltados.
El rechazo a la visita real
José Antich resume de esta manera las adversas circunstancias del viaje a Poblet: «La visita, del todo intrascendente, ha sido la única que ha podido cerrar la Casa del Rey, una vez se canceló el viaje del pasado viernes, se supo que las protestas en cualquier espacio urbano serían multitudinarias y se tuvo que escoger un lugar con suficiente distancia para alejar a los manifestantes.»
El editorial del Punt-Avui interpreta así el rechazo experimentado: «El monarca no es reconocido, ni siquiera bienvenido, por una sociedad catalana que mayoritariamente y desde hace bastantes años lo percibe como una institución totalmente ajena a su realidad nacional, a su orientación republicana y profundamente democrática y a su voluntad de recuperar la soberanía y ejercer el derecho a la autodeterminación.»
Y Salvador Cot, en el Món, destaca la ausencia de apoyo a la monarquía: «Las visitas de Felipe VI, el rey del “a por ellos”, ni siquiera tienen el apoyo del unionismo catalán más radical, reducido a la mínima expresión de una docena de personas con banderas españolas y la comprensión de los Mossos, que los hicieron pasar amablemente, a diferencia del millar de independentistas que, como siempre, acabaron con algún golpe de porra.»
La Brimo y la extrema derecha
Donde más entuasiasmo han mostrado ha sido en Vilaweb. Pere Martí denuncia la peligrosa sintonía entre la Brimo y la extrema derecha. Recordemos que la disolución del Área de Brigada Móvil es una demanda recurrente en medios independentistas radicales, lo que es la prueba del nueve de su efectividad.
«La desproporcionada actuación de la Brimo ha tapado el éxito de convocatoria de la protesta, que ha sido multitudinaria, y el fracaso institucional de la visita borbónica. En el ámbito político, es muy significativo que sólo Vox reivindique en la calle la figura de Felipe VI, y que las únicas autoridades que lo reciban sean del PSC.»
Injustificable le parece a Pere Martí «el proceso de selección de los manifestantes: han dejado pasar a los de extrema derecha y han cargado contra los independentistas».
La distinción clave desde el punto de vista policial es la abierta intención de provocar disturbios, pero este fino analista prefiere colgar etiquetas ideológicas, es decir: la división entre buenos y malos.
«El Departamento de Interior se ha excusado diciendo que todo el dispositivo de seguridad lo comandaba la casa real española, incluida la orden de dejar pasar a los pro-monárquicos con banderas españolas y cerrar el paso a los manifestantes independentistas. Si es así, todavía es más grave porque significa que los Mossos no son la policía de Cataluña sino la policía de la monarquía española. El gobierno de Quim Torra no puede acatar una decisión que vulnera claramente el derecho de manifestación.»
Ser la policía de Cataluña significa velar por el orden público en Cataluña sean quienes sean quienes lo vulneren y sean quienes sean las víctimas de esa vulneración, pero tal vez este concepto sea imposible de inculcar a una mentalidad activista.
El rebrote de Poblet
En estos momentos de desánimo generalizado, deslucir la visita del monarca significa toda una inyección de moral. Vicent Partal ya habla del rebrote de Poblet, que «tendría que servir, como tantas cosas antes, para serenar y reforzar a aquellos que dudan tanto y sufren tanto, que tanto temor tienen que el mal funcionamiento de la política hasta ahora —y las detestables agresiones de los Mossos de ayer vuelven a ser un síntoma— pueda desbaratar la fuerza del movimiento».
Afirma Partal que «la confrontación por la independencia» no va a desaparecer «sólo por un virus» y que la pandemia no ha «puesto fin al debate independentista en Catalunya», algo que nadie cree seriamente; sólo hace falta ver las prioridades del gobierno de la Generalitat.
También inscribe lo que sucedió este lunes en una secuencia de agitación y propaganda: «Las “Marxes per la Llibertat”, la más ingente movilización del independentismo desde la Vía Catalana [11 de setiembre de 2013], entraron en Barcelona el 18 de octubre [de 2019]. La victoria en Urquinaona sobre la policía española, la fuga de los agentes humillados, fue el 20 de octubre. El acto del Consell per la República en Perpiñán fue el 29 de febrero, hace sólo 142 días. Y luego llegó el confinamiento y los problemas derivados del covid-19…»
Los 2.000 pasajeros que se quedaron sin AVE deberían estar exultantes por haberse convertido en protagonistas pasivos de una hazaña ya inscrita en los anales de la historia.