En mi artículo Esperando a Cercas publicado en El Liberal el 2 de diciembre, me extrañaba ante la tardanza del articulista de El País en manifestar su opinión sobre la proposición de ley orgánica de amnistía registrada por el grupo socialista en el Congreso el 13 de noviembre, dos días antes de la sesión de investidura de Sánchez. La espera resultaba larga habida cuenta de que Cercas había publicado el 13 de septiembre en ese mismo diario su columna “No, no habrá amnistía” en la que el autor exponía a sus lectores las poderosas razones por las que los partidos PSOE y PSC a quienes él había votado el 23-J (véase, su columna Por qué pienso votar a Pedro Sánchez, El País 20/07/2023) jamás cometerían semejante disparate moral, jurídico y político.
Si bien Cercas había defendido en A favor de los indultos (El País, 22/06/2021) la medida de gracia aprobada por el gobierno de Sánchez en marzo de 2021, el autor se había posicionado con total claridad en No ho tornarem a fer (El País, 14/08/2022) en contra de la amnistía “porque hace más de 40 años que España dejó de ser una dictadura”. En un Estado de derecho social y democrático como es España no cabe recurrir a amnistiar a los delincuentes, venía a decirnos el bueno de Cercas, porque borrar los delitos del ‘procés’ “deslegitimaría la democracia entera y contribuiría a enquistar el problema catalán dando la razón a los delincuentes. Me niego a creer -concluía- que el presidente Sánchez cometerá semejante desatino”.
Casi sin excepción, los miembros del máximo órgano del partido entre congresos aplaudieron puestos en pie la vergonzosa arenga
El desatino empezó a tomar cuerpo cuando Sánchez reunió al Comité Federal del PSOE en la sede de Ferraz el 28 de octubre de 2023 para comunicar a todos sus fieles lo que ya era un secreto a voces: que por el bien de España iba a conceder la amnistía a quienes habían trabajado incesantemente desde 2012 para desmembrar España y estigmatizar nuestras instituciones democráticas, desde la Corona, a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial que aplicaron el artículo 155 de la Constitución para poner fin a su intentona golpista. El secretario general del PSOE reconoció sin ningún rubor en su intervención que el cambio en la posición que había mantenido sin titubear hasta unos días antes del 23-J obedecía a la necesidad de contar con el respaldo de los siete escaños de Junts y los siete escaños de ERC para asegurar su investidura. Y casi sin excepción, los miembros del máximo órgano del partido entre Congresos aplaudieron puestos en pie la vergonzosa arenga.
La respuesta de Cercas al disparate moral, jurídico y político perpetrado por el hombre a quién él votó el 23-J vio finalmente la luz el 23 de diciembre, casi dos meses después de que Sánchez anunciara la amnistía en el Comité Federal. Dispuso el autor de bastantes semanas para reflexionar pausadamente, por lo que podemos descartar que “Un llamamiento a la rebelión” pueda considerarse la reacción visceral del autor ante un disparate que él mismo descartaba con rotundidad pudiera llegar a producirse en España. Lamento decir que el contenido del artículo me ha decepcionado porque más que la respuesta de un agudo observador de la realidad sociopolítica de España, la respuesta de Cercas se asemeja a la reacción de un amante desairado que, sintiéndose traicionado por su amada (PSOE y PSC, en su caso), se mesa los cabellos, exhala aullidos desgarradores y se rasga las vestiduras mientras sorbe el cáliz amargo de la traición.
La respuesta de Cercas se asemeja a la reacción de un amante desairado que, sintiéndose traicionado por su amada, se mesa los cabellos y exhala aullidos desgarradores
Cercas comienza expresando la decepción que le ha causado ver consumarse el divorcio entre la ética y la política al aceptar el PSOE el falso relato de “un partido reaccionario, y xenófobo” y conceder la impunidad a un prófugo para asegurarse la continuidad del Gobierno, dejando abandonados a su suerte a “millones de personas que políticamente ya no existimos”. De todos modos, Cercas tiene mucha suerte porque según nos cuenta en el artículo “todos los políticos progresistas con quienes me cruzo están contra la amnistía en privado, aunque en público están a favor”. ¡Con qué políticos progresistas tan poco recomendables se cruza usted! ¿No sería más apropiado llamar cínicos o mentirosos en lugar de ‘progresistas’ a esos políticos que, según Cercas, dicen una cosa en privado y otra en público?
Para encontrar una salida airosa a la decepcionante ruptura del idilio con el PSOE de Sánchez, Cercas considera indispensable afrontar sin subterfugios que “tenemos una clase política cínica, irresponsable y envenenada por el poder que no trabaja para unirnos sino para separarnos, que considera el engaño un instrumento legítimo, y pueril la mínima exigencia ética”. La amarga decepción que lo inunda al sentirse traicionado, la extiende de forma gratuita a toda la clase política, incluyendo en la saca no sólo a los partidos ‘progresistas’ que registraron la proposición de ley de amnistía (PSOE y PSC) y demás partidos políticos que aprobaron su tramitación urgente en el Congreso, sino también a aquellos partidos que denunciaron semejante disparate y votaron en contra en el Congreso.
Tengo la impresión de que Cercas está aquejado del mismo síndrome que, en un momento de debilidad ideológica, él mismo achaca al PSOE de Sánchez
¿Por qué incluye entre los políticos que nos engañaron, trabajan para desunirnos y no respetan sus compromisos electorales a las fuerzas políticas que votaron en contra de tramitar la ley de amnistía merecería una explicación a sus lectores? ¿Por qué son de derechas? Tengo la impresión que Cercas esta aquejado del mismo síndrome que, en un momento de debilidad ideológica, él mismo achaca al PSOE de Sánchez, a saber, “que contra la derecha todo está permitido, que quien protesta se convierte en agente del PP, y que, para no parecerlo, se aplauden o se ignoran desmanes que provocarían una ira justísima si los hubiera perpetrado la derecha”. A su entender y pese a considerarla abominable, no le merece ningún crédito que algunos partidos hayan rechazado el engendro de la amnistía.
Pero quizá el punto más débil es la guinda final con la que concluye el artículo. Cercas afirma que ante esta situación sólo ve dos opciones: contentarse “fingiendo que la realidad no es lo que es” para digerir la amnistía, tal y como hacen sus amigos progresistas en público, o rebelarse contra esa realidad, declarándose antisistema y llamando a la rebelión general. Una llamada a la insumisión que se traduce en un compromiso personal y una propuesta para cambiar el sistema electoral. A partir de ahora, nos dice Cercas, votaré en blanco para mostrar mi rechazo a “una clase política cínica, irresponsable y envenenada de poder”. Por otra parte, Cercas se suma a quienes propugnan la ‘lotocracia’, esto es, “la elección por sorteo de nuestros representantes políticos”, dando a entender que a partir de la aprobación de la ley de la amnistía ya no existen diferencias significativas entre políticos de distinto signo.
Estamos ante un llamamiento a la rebelión que más parece la resignada aceptación de una monstruosidad por una conciencia atribulada
Lo que vaya a conseguir Cercas votando en blanco se me antoja un misterio insondable, quizá sólo accesible a mentes progresistas. Y en cuanto a la elección de nuestros representantes políticos por sorteo, lo mejor que puede decirse es que se trata de una ocurrencia infantil y bastante ridícula. En fin, estamos ante un llamamiento a la rebelión que más parece la resignada aceptación de una monstruosidad por una conciencia atribulada. Cercas debería reflexionar con calma sobre su promesa de votar en blanco en el futuro. Porque si de veras considera tan aberrante la ley de amnistía que PSOE, PSC y todos sus avalistas respaldan en el Congreso, debería preguntarse si podría haber evitado la consumación del desatino votando el 23-J a otras fuerzas política, en lugar de votar y pedir el voto en su columna para Sánchez. La ley de amnistía es, como él mismo reconoce, el primer pago de Sánchez para continuar al frente del Gobierno, vendrán otros y “la única esperanza verosímil de que la ensuciada palabra democracia recupere su limpio significado” requiere algo más que votar en blanco.
¡Feliz Nochevieja e inicio de 2024!