“Hacía mucho tiempo que un político no me inspiraba tanto desprecio moral e intelectual como el actual presidente del gobierno y secretario general del PSOE”. Así empezaba mi artículo de la semana pasada que concluía sugiriéndole al inquilino de La Moncloa que se marchara a Waterloo a ocupar la villa que el prófugo dejará libre en breve, gracias todo sea dicho a los turbios acuerdos sellados por su partido con Junts. Como el rayo que no cesa, la catarata de noticias que recibimos cada día por boca del presidente, sus colaboradores más próximos y sus avalistas en el Congreso no hacen sino aumentar ese desprecio y mis deseos de acabar con la impostura transmutada en virtud ‘progresista’ que está corroyendo y degradando la convivencia en la sociedad española y el Estado de derecho en que se fundamenta. Los trapicheos del inquilino de La Moncloa y el prófugo de Waterloo en Bélgica o Suiza, tanto monta monta tanto, no inspiran respeto alguno ni siquiera a los socialistas con carné de toda la vida.
¿No me resigno o tierra firme?
Iniciaba Redondo su intervención en la presentación de su libro No me resigno en la sala Valle Inclán del Círculo de Bellas Artes de Madrid el pasado 12 de diciembre recordando a los asistentes que el libro lo había escrito él con cierto esfuerzo (1-0), y que contaba además con dos presentadores de excepcional talla, Álvaro Delgado y Alfonso Guerra, (2-0) para arroparle en el acto. No son estas diferencias formales las únicas que separan No me resigno de Tierra Firme, las «memorias mínimas firmadas por él [Sánchez] y escritas por mano ajena», como apuntó Cebrián en su esclarecedor artículo Peligrosa expedición a Tierra Firme, publicado en El País el 11 de diciembre. Porque, como Cebrián subraya acertadamente, el camino recorrido durante la pasada legislatura, desde el engaño perpetrado a sus electores el 12 de noviembre de 2019 al acordar un gobierno de coalición con Unidas Podemos en cuarenta y ocho horas, al abrupto final de legislatura tras perder las elecciones autonómicas y municipales el 28-M, todo ha sido un burdo engaño. Lejos de llevarnos a pisar tierra firme, Sánchez nos ha adentrado en una tierra de arenas movedizas donde «no es verdad casi nada de lo que dicen ya los portavoces del Gobierno, sus intelectuales orgánicos y los altavoces mediáticos. En su avorazada pasión por el poder ni la razón ni la moral importan con tal de llegar a esa tierra firme, inexistente». Compromiso y palabra de Redondo frente a impostura y palabrería de Sánchez (3-0).
Envalentonados
Sea como fuere, lo cierto es que el PSOE de Sánchez y sus avalistas lejos de avergonzarse se envalentonan. Bolaños, acreditado luchador antifranquista -nació en 1975- y director en cuerpo presente de la operación ‘exhumar al dictador’, repite incansable desde el 13 de noviembre, cuando el grupo socialista registró en el Congreso la proposición de ley de la amnistía, dos días antes del inicio de la sesión de investidura, que estamos ante una norma «impecable desde el punto de vista constitucional y un paso de gigante para la convivencia en Cataluña». Por si tan hiperbólica defensa de la amnistía no convenciera a alguno, Bolaños sostiene que la proposición de ley refuerza las instituciones y el Estado de Derecho. Desconocemos si este peón de Sánchez, con aspecto de monaguillo aplicado, disentía ya de sus mayores acerca de la constitucionalidad de la amnistía cuando la plana mayor del PSOE y el PSC, con Sánchez e Illa a la cabeza, afirmaban también sin titubear que era inconstitucional y suponía la laminación de la división de poderes y del Estado de Derecho.
Patxi, el tercer hombre que facilitó a Sánchez recuperar la secretaria general del PSOE en 2018 y ha sido holgadamente recompensado por su ‘adversario’ con diversos cargos desde entonces, afirmaba desafiante en el Congreso hace unos días que «yo esta tarde voy a explicar, voy a dar los argumentos que nos han hecho traer aquí esta ley, voy a decir por qué creemos que es constitucional, por qué creemos que respeta absolutamente el Estado de derecho, por qué no humilla a nadie y que no rompe la igualdad o provoca esa desigualdad que es disolvente de las democracias». El bueno de Patxi tras el 23-J puede ver la realidad libre de velos ilusorios y afirmar sin pestañear que la amnistía es la fruta madura cultivada con «el diálogo como método y la Constitución como marco».
Puente, el nuevo escudero de Sánchez con pinta de ser el más bruto de la clase, está haciendo un buen currículum desde que Sánchez le encomendó responder en su nombre al candidato Feijóo en la sesión de investidura. No responde cuando le preguntan por el mal funcionamiento de la red de cercanías, pero saca rápido los guantes que guarda en la taquilla del Congreso para repartir mandobles cuando se le pregunta por la cesión del PSOE de Sánchez a los ‘bilduetarras’ de la alcaldía de Pamplona. Ya Martín, delegado del gobierno en la Comunidad de Madrid y martillo de herejes no progresistas, nos había dejado esta perla el pasado 15 de junio: Bildu y otros supuestos enemigos de la patria “han hecho mucho más por los españoles, esto es, por España, que todos los patrioteros juntos” en la legislatura abortada por Sánchez. Ya saben los votantes del PSOE: a los ‘bilduetarras’ y otros supuestos enemigos de la patria debemos los españoles lo bien gobernada que ha estado España con Sánchez.
Pero Puente ha ido más allá en el blanqueo de los herederos de la banda terrorista al manifestar en el Congreso «yo lo digo, sin ningún complejo, que no tengo ningún problema, ninguno, en que un partido progresista democrático de este país se haga con una alcaldía de una capital de provincia de España». Calificar de progresistas y demócratas a los herederos de la banda que se autodisolvió en 2018, para conseguir los mismos fines que perseguía extorsionando y asesinando desde finales de los años 60, es, sin duda, la mayor obscenidad que ha dicho un ministro de España en el hemiciclo desde 1977. En mi artículo La legislatura no está blindada (El Liberal, 11 de noviembre de 2023) advertía que «otro de los riesgos que nos aguardan es que el nuevo gobierno de Sánchez acepte ampliar el falso relato impuesto por Junts y ERC sobre el proceso de secesión en Cataluña incluso más allá del 1 de enero de 2012 para blanquear también a la banda terrorista ETA». Calificar a Bildu de partido progresista democrático puede considerarse un primer paso en la operación de blanquear los crímenes de la banda.
Éste es el plantel de políticos de altura con que Sánchez, maestro consumado del engaño, se ha rodeado para afrontar «una legislatura de alto perfil político». Pero es Sánchez quien les marca los tiempos a sus discípulos más aventajados, Bolaños, Patxi y Puente, sin importarle lo más mínimo poner a sus escribas a constitucionalizar la amnistía tras haber sostenido que era inconstitucional hasta el 23-J. Nada nuevo bajo el sol de La Moncloa. Las hemerotecas nos permiten constatar que para Pedro Tierra Firme lo que «se produjo el pasado 6 y 7 de septiembre [de 2017] en el Parlamento de Cataluña” constituía un delito de rebelión; o verle declarar sin pestañear en el Congreso su compromiso inquebrantable a traer de vuelta al prófugo “para que rinda cuentas ante la justicia española»; o, en fin, sostener, que la amnistía era inconstitucional para disipar las dudas de los votantes antes del 23-J.: «el independentismo –llegó a decir Tierra Firme– pedía la amnistía, pide un referéndum de autodeterminación, no han tenido amnistía, no hay un referéndum de autodeterminación ni lo habrá».
Ya ven ustedes lo que vale la palabra del presidente del Gobierno y echen cuentas sobre lo que valen las de sus apéndices. Para soltar algo de lastre, Pedro ha colocado en lugares más discretos a varios de los ministros de sus gobiernos y altos cargos del PSOE que, como la exvicepresidenta Calvo, el ministro Campos o la vicesecretaria Lastra, defendieron posiciones similares a las suyas sobre la amnistía. Más difícil le resulta deshacerse de su propio lastre, si bien a diferencia de aquel Pedro que negó a Cristo tres veces y lloró por ello cuando cantó el gallo, este Pedro no tiene inconveniente alguno en negarse a sí mismo cuantas veces considere provechoso hacerlo y sacar además pecho por hacerlo. No me sorprendería que, en lo que atañe a sus propias contradicciones, Sánchez se reconforte diciéndose a sí mismo, «quia, si aun así me votaron el 23-J» y pronto podré contar con nuevos presupuestos para seguir comprando corazones ‘progresistas’ y llenando los bolsillos de mis avalistas en el Congreso durante los dos próximos años por lo menos.