En la recta final, los dos grandes partidos secesionistas, Junts y Esquerra, están compitiendo en dureza en sus negociaciones con el PSOE para la investidura de Pedro Sánchez. Por una parte, los republicanos se han mostrado hiperactivos estos días en busca de protagonismo para no ser eclipsados por los neoconvergentes. Así, Aragonès ha acudido al senado sin escuchar a sus pares, ha presentado su «Acuerdo de Claridad» y Junqueras se ha reunido con el Sinn Fein en Irlanda. Por si no fuese suficiente, anoche, Aragonès se vio con el ministro Bolaños y le reclamó que en el preámbulo de la ley de amnistía conste que el 1-O no fue delito —Moncloa no parece dispuesta a que se blanquee hasta ese punto lo sucedido en el otoño catalán, según relata El Español—.
Mientras, el expresident fugado Carles Puigdemont, ha respondido a este movimiento advirtiendo que su partido no piensa renunciar a actuar de manera unilateral. «No hemos renunciado ni renunciaremos, por muchas dificultades que haya y por más esfuerzos que algunos hagan para desdecirse», ha sentenciado. Y en un nuevo dardo a ERC, ha intentado presentar a su partido como garante de la pureza separatista al enarbolar que «durante seis años» han preservado la independencia «de la pulsión amnésica o devastadora de algunos».