La Diada de Catalunya, que se celebrará el próximo lunes, tendrá este año un importante factor sorpresa. Y es que muchos especulan con la posibilidad de que el renovado líder de Junts, el fugado Carles Puigdemont, se atreva a desafiar al socialista Pedro Sánchez desplazándose hasta Barcelona y, más en concreto, al Fossar de les Moreres, donde está previsto que se celebre uno de los actos principales de la jornada. Su intervención ya ha sido anunciada por parte de los organizadores pero ahora la duda está entre si lo hará desde Waterloo por vía telemática o si, como ya hiciera Clara Ponsatí semanas atrás, se atreverá a viajar personalmente hasta Barcelona.
Si Puigdemont se desplazara hasta la capital catalana, lo más seguro es que sea detenido para declarar ante el juez Pablo Llarena. En la situación actual, esto forzaría al PSOE y a Sumar a tener que tomar decisiones mucho más rápido de lo inicialmente previsto. Sobre todo en lo relativo a la ley de amnistía que exigen los separatistas catalanes para dar su apoyo a la investidura de Sánchez. Puigdemont, mientras tanto, podría además con ese gesto conseguir la ansiada unidad de los independentistas y desplazar a ERC y a Oriol Junqueras del liderazgo de este movimiento. Y es que pocos dudan de que su detención tendría como consecuencia inmediata la revuelta en las calles catalanas y la unión en torno a su figura, algo que no entra en la estrategia de los republicanos desde que sellaran su alianza con el PSOE en enero de 2020 y, menos aún, desde que tienen en sus manos el Govern.
Pero esta posibilidad tiene también su lado negativo para el propio separatismo. En el contexto actual, muchos socialistas aceptarán el pacto con Junts porque es la única posibilidad de que Sánchez se mantenga en La Moncloa. Pero, ¿actuarían del mismo modo con las calles de Barcelona incendiadas por las algaradas? ¿Permitirían los barones del PSOE sacar adelante una ley de amnistía basada en una amenaza tan directa? Hasta el lunes, todo será un incógnita. Una forma de actuar muy habitual en un Puigdemont que, por una carambola electoral, ha recuperado el protagonismo nacional pero, sobre todo, el control de Junts, justo cuando su liderazgo comenzaba a diluirse.