El independentismo pasaba sus horas más bajas. 14 diputados de 48 en Cataluña. Poco más del 25% de los votos. Enfrentados entre sí. Desmoralizados. En estas circunstancias, y por razones estrictamente de interés personal y de partido —volver a ser presidente y continuar colocando al personal— Sánchez ha decidido devolverles la vida. Porque es exactamente lo que ha hecho con el pacto de la Mesa del Congreso. La euforia de Junts es significativa. Después de tantas derrotas, una victoria.
En todo caso, y como también dicen los independentistas, sólo se trata de un aperitivo. El plato fuerte será ver lo que esta dispuesto a ceder Sánchez por ser investido y con cuánto finalmente se conforma Puigdemont (Junqueras es un cadáver político, al que Sánchez acaba de rematar).
Si se produce la amnistía su efecto no será desmovilizar al independentismo. Al contrario, esa victoria frente al Estado, siempre opresor, será el carburante para pretender lo que el estado no puede darle: la independencia
Todo indica que la amnistía, la llamen como la llamen para edulcorarla, será el gran tema de la negociación. Fui de los primeros en defender el indulto porque representa la generosidad del vencedor y, de facto, ha servido para calmar los ánimos.
La amnistía, a la par que prohibida por la Constitución, aunque los juristas sabemos que el cliente siempre tiene razón y merece un informe favorable, es otra cosa muy distinta. Lejos de ser un acto de generosidad, lo es de debilidad. Es el resultado del fracaso en aplicar la ley. Legitima el delito. Si se produce la amnistía su efecto no será desmovilizar al independentismo. Al contrario, esa victoria frente al Estado, siempre opresor, será el carburante para pretender lo que el estado no puede darle: la independencia. Dicho de otra forma, para volver a 2017.