A las puertas de unas elecciones catalanas de fecha todavía incierta, pero cercana según todos los indicios, conviene hacer una lectura de las elecciones gallegas y vascas en clave catalana. En primer lugar, un hecho común en ambas elecciones es el reforzamiento de los partidos en el poder. PP y PNV han mejorado los resultados de las anteriores elecciones. ¿Ocurrirá igual en Cataluña? No necesariamente. Feijoo y Urkullu son dos lideres consolidados y que han salido muy bien parados de la crisis sanitaria. En Cataluña el Govern de coalición esta sufriendo el desgaste de las luchas entre ERC y JxCat, las divisiones entre Puigdemont y el PDeCat, y la aparición de una oferta nacionalista moderada. Por último Torra no será candidato, su gestión de los rebrotes esta siendo muy contestada y el confinamiento domiciliario de Lleida no ha sido autorizado por la justicia por considerar que se trata de un estado de alarma encubierto.
El Partido Socialista ha tenido un leve crecimiento, pero no ha mejorado como se esperaba y ha perdido la segunda posición en Galicia. No ha absorbido los descensos de Podemos, ni tan siquiera los del PP en el País Vasco. En Cataluña su posición es más fuerte y puede beneficiarse de votos provenientes de Ciudadanos sobre todo si ese partido acaba pactando con el PP. Lo ocurrido en el País Vasco introduce dudas en las previsiones de crecimiento que las encuestas le dan en Cataluña.
El descalabro de Podemos no se repetirá con la misma intensidad que en Galicia, ni que en el País Vasco. En Cataluña su alianza con los Comunes de Ada Colau le dan estabilidad. Con todo, es previsible un ligero retroceso tanto por su desgaste a nivel estatal como porque tampoco tiene un candidato consolidado.
PP catalán
El PP catalán tiene un buen líder y las previsiones es que suba respecto al 21D. No sabemos si repetirá coalición con Ciudadanos como en el País Vasco y, aunque las circunstancias son totalmente distintas, los malos resultados del experimento auguran que la coalición es menos probable que se materialice de lo que lo era hace unos meses.
ERC parte como favorita. No hay que descartar la remontada de Puigdemont, como ya ocurrió en autonómicas y europeas. No obstante, en esta ocasión, las divisiones del espacio post convergente dificultan y mucho el ‘sorpasso’ del expresidente fugado. Con todo habrá que ver si Puigdemont logra romper la CUP y arrastrar a sus listas a los integrantes de Poble Lliure el sector más nacionalista de los antisistema. Los efectos electorales de esta maniobra, de producirse, están todavía por ver.
La OPA de Puigdemont puede frenar las previsiones de crecimiento de la CUP que, como Bildu en el País Vasco, aspira a concentrar el voto nacionalista y de izquierdas, aunque en Cataluña ERC frena sus expectativas de crecimiento.
Elecciones muy abiertas
En el caso de Ciudadanos el mal resultado de su coalición con el PP en el País Vasco, aunque haya obtenido por primera vez un diputado, augura un posible cambio de estrategia en Cataluña. Habrá que ver si finalmente Ciudadanos se abre a sectores catalanistas no soberanistas y al centro izquierda de Valls, para configurar una candidatura centrista. Sin duda él o la cabeza de lista será fundamental. Con todo, tampoco cabe descartar la alianza con el PP aderezada con independientes. Inés Arrimadas se juega en Cataluña la consolidación de su proyecto y los excepcionales resultados del 21D hacen imposible su repetición. En cualquier caso una candidatura meramente del aparato naranja, sin pactos con otras formaciones o la incorporación de independientes, parece descartada.
Vox, que ha conseguido entrar en el Parlamento Vasco, también lo hará, y con mayor fuerza, en el parlamento catalán. Los 5 diputados que le auguran las encuestas son perfectamente factibles.
Por último las expectativas electorales del catalanismo no unilateralista, PNC, PDeCAT en caso de ruptura con Puigdemont, Units per Avanzar y, más improbablemente, el catalanismo no soberanista de La Lliga y Lliures, dependerá mucho de que consigan una candidatura unitaria aunque sus expectativas, si lo logran, no son malas por el apoyo mediático y financiero que ya se vislumbra.
En definitiva, unas elecciones muy abiertas y con muchas incógnitas por definir, entre ellas la participación que es una incógnita aunque sin duda quedará muy por debajo de la del 21D