Algunos se despiertan tarde

Yolanda Díaz, líder de Sumar.

Estamos ante dos citas electorales inminentes, la primera el 28 de mayo para elegir representantes en los Ayuntamientos y las CC. AA. no ‘históricas’, a excepción de Castilla y León, y la segunda en algún momento del otoño para elegir a los representantes en el Congreso y el Senado. La facción del Gobierno encabezada por el presidente Sánchez ha puesto en marcha una campaña propagandística sin parangón financiada con fondos europeos para convencernos de que Sánchez ha gestionado con eficacia la pandemia y la recuperación económica, y merece seguir al frente del Gobierno de España cuatro años más.

Los cambios en los nombres de los ministerios encabezados por sus fieles asentadoras (‘asentidoras’, resultaría quizás más apropiado) Calviño (Economía y Digitalización), Montero (Hacienda y Función Pública) y Ribera (Transición Ecológica y Reto Demográfico) dan fe de la obsesión del presidente por asegurarse el control del grueso de los fondos europeos Nueva Generación EU destinados a digitalizar la economía, modernizar las AA. PP. y propiciar la transición ecológica. Una lluvia de millones con la que trata de ocultar el fracaso cosechado en la gestión de la pandemia y la todavía pendiente recuperación económica. No un notable, como en su día se auto concedió Sánchez allá por mayo de 2020, sino un suspenso bajo sería lo que merece nuestro doctor en cirugía plástica.

Una lluvia de millones con la que trata de ocultar el fracaso cosechado en la gestión de la pandemia y la todavía pendiente recuperación económica

Hace unos días leía unas declaraciones de Tomás Gómez en las que el exsecretario general del PSOE en la Comunidad de Madrid manifestaba que Sánchez no merece ser candidato a la presidenciasi va a mantener estas pautas, criterios y formas de hacer política” contrarias, a su entender, a la trayectoria seguida por su partido durante la transición y las cuatro legislaturas de González (1982-1996). Se suma a otras voces de líderes socialistas históricos como Alfonso Guerra o Francisco Vázquez que han alzado sus voces para advertirnos de la peligrosa deriva impulsada por un líder que engañó a su electorado, pactó un gobierno de coalición con quienes pretendían acabar con el ‘régimen’ del 78, e indultó a quienes promovieron, financiaron y protagonizaron el golpe de Estado desde la Generalidad de Cataluña en 2017 y han manifestado que volverán a intentarlo en cuanto la ocasión les resulte propicia.

Estoy de acuerdo con Gómez en que “hace falta frenar en seco y poner las cosas en su sitio” porque “estamos en año electoral [y] lo que nos estamos jugando es el futuro del país”. Como el ex líder del PSOE madrileño, muchos somos quienes miramos “con preocupación y desasosiego” lo que está ocurriendo desde que Sánchez, con apoyo del propio Gómez, llegó a la secretaría general del partido, y lo único que algunos ciudadanos querríamos saber es qué van a hacer en los próximos meses los líderes socialistas que se sienten “en la obligación de hacer lo que está en nuestra mano para que este país cambie de deriva”.  No estaría mal que estos líderes en las próximas semanas y meses hagan cuanto esté en su mano para que Sánchez no esté en condiciones de reeditar un gobierno respaldado por golpistas y los herederos de ETA, dispuesto a cepillar el código penal y laminar la división de poderes para satisfacer a los golpistas y herederos de ETA.

A Díaz nadie puede negarle una habilidad para convertirse en hada madrina de los sindicatos de clase y obtener la mejor puntuación de todos los políticos

Dentro de la coalición gubernamental integrada por el PSOE-PSC, por una parte, y el conglomerado formado por Unidas Podemos-Izquierda Unida-PCE, por otra, se están librando también batallas para decantar quienes tendrán sitio en un futurible gobierno presidido por Sánchez tras las elecciones generales. Los líderes de la coalición PSOE-PSC conscientes de que, pese a los buenos pronósticos del incombustible Tezanos, no conseguirán gobernar en solitario, han apostado abiertamente por la vicepresidenta Díaz como compañera de viaje para esa nueva etapa, marcando distancias con las dos ministras de Unidas Podemos. A Díaz nadie puede negarle una innegable habilidad para convertirse en hada madrina de los sindicatos de ‘clase’ (CC.OO. y UGT) y al mismo tiempo obtener la mejor puntuación de todos los políticos en activo, según el CIS.

La dirigente del PCE ha arrinconado en el desván de los recuerdos la hoz y el martillo sobre fondo rojo, la internacional y el puño en alto como tarjetas de presentación, y ha sustituido los viejos símbolos y vestimenta obrerista por una cuidada puesta en escena presidida por un eslogan aparentemente cordial e inclusivo (SUMAR) en el que la blanca paloma de rubia cabellera representa el papel de suma sacerdotisa y con impostada humildad se ofrece a servir al país, sin ocultar su ambición de convertirse en la primera presidenta de España. Lo que Díaz evita cuidadosamente en sus representaciones para todos los públicos es precisamente explicar cuáles son su proyecto de ‘país’, un concepto difuso donde los haya, y para esa España cuyo gobierno aspira a presidir. 

Le han cogido el gusto a ejercer como fijos discontinuos en la insidiosa labor de desenterrar muertos y rencores

Para empezar, desconocemos cómo encaja en sus modelos de país y de España el espíritu de concordia y reconciliación que más allá de las diferencias políticas sellaron los españoles durante la Transición para poner fin a la maldición de las dos Españas, causa de tantas guerras civiles que a tantos españoles se llevaron por delante. Muchas veces se ha recordado estos días el histórico discurso que Marcelino Camacho, dirigente del PCE y CC. OO., pronunció en el Congreso en 1977, para explicar el respaldo de los comunistas a la Ley de Amnistía. Como ciudadano español, me gustaría saber si la actual dirigente comunista con mayor proyección asume con Camacho que “nosotros, precisamente, los comunistas, que tantas heridas tenemos, que tanto hemos sufrido, hemos enterrado nuestros muertos y nuestros rencores”. Me gustaría que nos lo aclarara porque escuchando a algunas progresistas próximas a Díaz tengo la impresión de que le han cogido gusto a ejercer como fijos discontinuos en la insidiosa labor de desenterrar muertos y rencores.

No sabemos tampoco si Díaz, la compañera de viaje elegida por Sánchez, acepta la Constitución de 1978, fruto de aquel espíritu de reconciliación, y se compromete a respetar el modelo de Estado en el que la Corona desempeña un papel institucional y moderado, porque sabido es que algunas de las personalidades y los partidos que aparecen arropándola en SUMAR son republicanos confesos que retiran bustos y retratos del Jefe del Estado allí donde gobiernan y alardean de dar esquinazo al Rey cuando visita oficialmente algunas Comunidades Autónomas.

Hay que reconocer que en algunos de estos asuntos la posición de quienes respaldan a Díaz no difiere de la de Podemos y hasta del PSOE-PSC

Y, en esa misma línea de aclaraciones resulta imprescindible que nos diga si asume que España es una nación de ciudadanos libres, iguales y solidarios, o si más bien comparte con algunas de sus compañeras de filas que pueden vulnerarse derechos fundamentales en algunas CC. AA., hacer consultas ilegales, incumplir sentencias de los Tribunales, reformar el Código Penal a petición de los golpistas, y pretenden constituir repúblicas independientes a la menor oportunidad. Aunque hay que reconocer que en algunos de estos asuntos, la posición de quienes respaldan a Díaz no difiere de la de Podemos y hasta del PSOE-PSC.

A quienes nos preocupa el creciente endeudamiento de España y la multiplicación de los ‘derechos’ a recibir prestaciones sin aportar nada, nos gustaría conocer también de primera mano si Díaz apuesta por una nación de ciudadanos que trabajan y pagan con su dinero el traje con que visten y el lecho donde yacen, o más bien se inclina por un modelo de sociedad donde se persigue con saña a quienes generan empleo y riqueza y las AA. PP. reparten ayudas a colectivos cada vez más amplios que empiezan a constituir una nueva ‘clase’ de pobres de solemnidad (colectivos vulnerables), una sociedad intervencionista y esclerotizada con AA. PP. mal gestionadas y un protagonismo de organizaciones sindicales parasitarias que sobreviven a costa de las subvenciones públicas. Aunque en estos ámbitos, hay que reconocer, la sintonía de Díaz con el PSOE de Sánchez es también casi completa.

La amenaza de Podemos de acabar con el régimen del 78 ha quedado tras su paso por el Gobierno y sus disensiones muy debilitada

Sánchez, con los Presupuestos Generales del Estado y los fondos europeos en sus manos, y Díaz, con su hábito blanco y demagogia asamblearia, constituyen un enemigo formidable a batir en las próximas citas electorales. Como nos adelantó Sánchez hace un año “vamos a ir a por todas”, lo que traducido al español paladino es que está dispuesto a jugar sucio, como cuando un equipo con el marcador muy en contra empieza a repartir codazos y patadas. Sánchez y Díaz han acordado dejar a un lado a los dirigentes de Podemos que han sufrido un revolcón de entidad con los sonados fracasos de sus escasas y malhadadas iniciativas legislativas, y ahora contemplan desconcertadas que sus ‘compañeras’ les han robado la cartera y el CIS de Tezanos les vaticina un severo batacazo.

La amenaza de Podemos de acabar con el ‘régimen’ del 78 ha quedado tras su paso por el Gobierno y sus disensiones internas muy debilitada. El principal peligro lo constituye ahora el tándem formado por Sánchez y Díaz si logran unos resultados que les permitan gobernar cuatro años más y continuar minando desde el propio Gobierno la institución de la Corona, la independencia de los Tribunales de Justicia, y transformando nuestra sociedad en el paraíso del clientelismo político a costa de seguir aumentando la deuda pública. El programa a corto plazo es alcanzar esa mayoría suficiente en las elecciones de otoño para reeditar un gobierno respaldado por los golpistas catalanes y los herederos de ETA y el programa para los próximos cuatro años seguir desmantelando el ‘régimen’ del 78 a la chita callando para controlar una sociedad cada vez más amordazada, intervenida y sumisa. 

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