Estos días observamos asombrados el desaguisado provocado por los trenes que no pasan por los túneles en Cantabria y Asturias. No es ni la primera vez que pasa algo así ni va a ser la última. En trenes hay un precedente, en la vecina Francia, en 2014, se compraron 2.000 vagones que no cabían en las estaciones, hubo que reformar al menos 300. Al parecer SNCF (Société Nationale des Chemins de Fer Français) envió a los constructores datos de sus estaciones elaborados hacia tres décadas.Algo parecido ha ocurrido ahora en España, donde se han dimensionado mal los trenes facilitando al constructor datos erróneos cuyo origen se está investigando.
Sobre el desarrollo y la gestión de proyectos se escribe y se discute permanentemente; se hacen magníficos tratados y se imparten multitud de cursos, seminarios, conferencias y másteres, y, pese a ello, se siguen cometiendo errores garrafales y hay fracasos estrepitosos. Además, es habitual que se disparen los presupuestos y que los calendarios se alarguen sine die.
Estos casos son solo una pequeña muestra de los muchos incidentes de este tipo que suceden a diario. A pequeña escala, y en todas las empresas y organizaciones, se producen continuamente infinidad de desaguisados y fracasos, que en su gran mayoría se tapan como se puede y se cubren con un tupido velo.
¿Por qué sucede esto una y otra vez? Comparto para explicarlo varias reflexiones fruto de más de 35 años de experiencia como ingeniero director de proyectos.
Para llevar a cabo un proyecto con éxito es imprescindible aplicar un mínimo de orden y una metodología básica. De manera sintética, en un proyecto se pueden establecer seis etapas:
- Redacción de un anteproyecto, estudio de viabilidad, plan director.
- Elaboración del proyecto ejecutivo, pliego de condiciones o Request for Proposal (RFP) en inglés.
- Selección y contratación de proveedores.
- Desarrollo o despliegue, incluyendo las pruebas de aceptación.
- Operación (on-going management).
- Valoración de resultados, ajuste y mejora continua.
Es importante no saltarse ninguna etapa ni cambiarlas de orden.
La clave del éxito de un proyecto está siempre en las primeras fases. Si ponemos bien los fundamentos, los cimientos sobre los que se construirá el edificio, el edificio se levantará, pero si edificamos sobre arena en vez de sobre roca, como dice la parábola evangélica, el edificio no aguantará las tormentas (Mateo 7, 24-27).
La correcta definición del problema es imprescindible. Hay que contrastar toda la información. Recordemos que, para resolver un problema, primero hay que reconocer que existe e identificarlo: “Houston tenemos un problema”. Hay que dedicar tiempo y recursos a analizar la situación de partida, a levantar planos as-built, tal como está construido, para detectar sus fortalezas y sus debilidades.
Desde hace ya bastantes años se menosprecia la importancia de estas primeras fases y se elaboran, cuando se elaboran, de cualquier manera, los proyectos y los pliegos de condiciones. Se actúa de forma precipitada y desordenada. Es una situación trasversal que afecta tanto a empresas privadas como a entidades públicas, a grandes organizaciones y a pequeñas. Se tiende a reducir costes, estrujando a las ingenierías, cuando no solicitando la confección del “proyecto” a los instaladores, integradores de sistemas, fabricantes, constructores a cambio de resultar adjudicatarios, rompiendo con el tradicional y efectivo triangulo de equilibrio de poder que siempre ha funcionado: promotor-arquitecto-constructor, equivalente al sistema democrático de equilibrio de los tres poderes: legislativo, judicial y ejecutivo.
A veces, muchas más de las que parece, simplemente se hace copiar y pegar. A nosotros, una entidad pública, de cuyo nombre me acuerdo, pero obviare aplicando la buena práctica de no mencionar al pecador, nos plagio un proyecto de ingeniería visado en el Colegio profesional correspondiente. El juez en un auto escribió: «Tal nivel de coincidencia entre la obra copiada y el original supera con creces cualquier exigencia de respeto a la propiedad intelectual; incluso siendo especialmente generosos a la hora de interpretar tal concepto». Simplemente cambiaron el nombre de la ciudad sin efectuar ni la más mínima adaptación a las características particulares de la nueva ubicación, y por supuesto sin el respaldo de ningún profesional que firmara el documento. Trabajando de esta manera es imposible que no se produzcan errores de calado. Por cierto, defender nuestros legítimos intereses y nuestra propiedad intelectual nos costó cuatro años, hasta que al final se nos reconocieron nuestros derechos y se nos “compensaron” los perjuicios.
Si queremos que los trenes pases por lo túneles, el agua y la electricidad lleguen a nuestras casas, tengamos alimentos suficientes y nuestras fabricas funcionen, la ingeniería debe recuperar el prestigio y el reconocimiento social perdido y ser correctamente retribuida. Se debe de dotar al ingeniero de la autoridad y de la autonomía suficiente que le permita sortear las interferencias y presiones de cualquier tipo que se producen en todos los proyectos. Esta consideración también es aplicable a otros muchos profesionales como médicos, arquitectos, juristas, etc.
Orden, método, conocimientos, control de calidad, en resumen, recuperar el sentido común. Más profesionales trabajando con libertad y responsabilidad y menos políticos decidiendo.