ECOS INDEPENDENTISTAS / JxCat sale del Govern, tal vez para siempre

La plana mayor de JxCat, con Laura Borràs al frente, en la noche electoral del 14-F (Europa Press).

Cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad. JxCat es un partido que ahora mismo considera una victoria salir del gobierno que contribuyó a formar. El 14 de febrero de 2021 hubo elecciones y tres meses después, el 17 de mayo, se anunció el acuerdo de gobierno entre ERC y JxCat. ¿Qué hicieron durante todo ese tiempo, si ya el 7 de octubre de 2022 se produce la ruptura? ¿De qué hablaron? ¿A qué compromisos llegaron? ¿Qué mecanismos establecieron para susperar los desacuerdos que eventualmente se produjesen? 

Una legislatura son cuatro años, tardaron tres meses en acordar los términos del pacto de gobierno, el gobierno ha durado a penas 16 meses y ya están pensando todos en cuándo se convocarán las próximas elecciones. Esto de no terminar las legislaturas se está convirtiendo en un vicio. Les debe salir a cuenta. Pero sólo demuestra incapacidad política, irresponsabilidad económica y alejamiento de la sociedad. 

La verdad es que se veía venir, porque ambos partidos se han esforzado en profundizar en sus desencuentros. Son dos líneas que en algún momento fueron paralelas pero que divergen claramente desde hace cinco años. Se veía venir, pero no un estropicio tan mayúsculo. En el fondo muchos esperaban que un cierto sentido práctico que hubiera sobrevivido a los gobiernos de Mas, Puigdemont y Torra impediría a JxCat consumar una ruptura que los obliga a berrear como un partido extraparlamentario disponiendo aún de 32 diputados. 

Ahora intentarán hacernos creer que el independentismo es más fuerte estando desunido que gobernando en unión, o que los auténticos independentistas son los que se van del gobierno y no los que se quedan, con lo que la consigna tan repetida el último año de que «somos el 52%» ha caducado enseguida, como todas las «hojas de ruta» que el viento se llevó.

Los fanáticos han ganado a los oportunistas

Eso te pasa por preguntar, dice Salvador Sostres en el Abc del día 8: «El partido está más roto que nunca y el horizonte electoral es el menos halagüeño de su historia. CiU ha pasado en este tiempo de ser el partido alfa de la política catalana a este folklore marginal que encarnan personajes de tercera regional como Albert Batet, Jordi Turull o Laura Borràs (…) Los fanáticos han ganado a los oportunistas. Los locos han arrasado a los cínicos. Los que se querían quedar se han quedado sin cargo y sin dinero.»

Francesc-Marc Álvaro, en la Vanguardia del día 9 —Bienvenidos a lo peor—, ironiza: «Despreciar el poder institucional y pasar a la oposición para dar salida al cabreo y sacar pecho. Alta política, sin duda. Ante las cámaras, mientras la presidenta del partido se iba creciendo con cada frase para celebrar el adiós al Ejecutivo autonómico, el secretario general, a su lado, exhibía un rostro más propio del derrotado que del vencedor, a pesar de su recitado avalando el peculiar arte de tirarse por la ventana para intentar volar más alto.»

¿Y ahora qué? «Se intentará el sorpasso electoral apelando a la pureza octubrista, a la coherencia y al desbordamiento, nueva palabra fetiche que sustituye la confrontación democrática.» Supongamos el «sorpasso». Una victoria de JxCat, que ya es mucho suponer, no podría contar con el apoyo de ERC después de la ruptura con cajas destempladas de esta semana, con lo que otra hipotética mayoría del cada vez más hipotético bloque independentista quedaría de nuevo en sombra, en nada. 

Como dice Joan Tapia en el Periódico, Junts rompe el independentismo: «La unidad estratégica del independentismo, que ha sido el vector dominante de la política catalana desde las elecciones de 2012 —cuando Mas perdió 12 escaños y CDC y ERC emprendieron el “viaje a Itaca”—, se ha roto con gran clamor.

Y si la vajilla no se recompone —cosa complicada— el fin de la unidad independentista puede llevar a la pérdida de su monopolio sobre la Generalitat. El independentismo proseguirá contando, mas no dominando.»

Cabe preguntarse si, aunque errónea, hay una ambiciosa estrategia detrás de la espantada, o si todo obedece, como nos tiene acostumbrados Puigdemont, a un movimiento táctico que provoca más daños en las propias filas que en las de los otros. Más bien lo segundo, según Tapia: «Puigdemont ha visto que si Aragonès es el presidente lícito, pues Junts está en el Govern, su papel de presidente lícito genuino (cesado por el 155) se iba diluyendo como un azucarillo. En cambio —cree— si Junts rompe y proclama que ERC se ha vendido al PSOE por un mal plato de lentejas las cosas se moverían y se frenaría a ERC (…) Por eso Puigdemont y dos hombres suyos (Albert Batet y Puigneró) montaron la trampa de la petición de confianza. Mas ERC se revolvió y frenó la maniobra (…) La política de Puigdemont no tiene futuro (…) Este viernes Puigdemont se impuso y vejó a los ‘consellers’ y alcaldes, mas en un medio plazo los realistas volverán a pesar. Eso o escindirse.»

¿Qué hacer con los que han perdido?

ERC está descubriendo, como titula Lola García en la Vanguardia, que ¡Mejor solos!. La diferencia entre ambos partidos es que ERC tiene donde apoyarse, en los socialistas, en los comunes o en ambos, mientras que JxCat, rotos los puentes con ERC, no tiene donde ir.  Aun así, nadie se lo va a poner fácil en Cataluña, a pesar de la importancia que tiene el apoyo de ERC a Pedro Sánchez:

«Sólo ha aprobado un presupuesto y ya tiene que recurrir a la prórroga, en un momento en que la sociedad está muy pendiente del bolsillo. El president sólo cuenta con 33 de 135 diputados, 41 como mucho si suma a los comunes. Y no lleva ni año y medio en el Palau de la Generalitat. Junts ha empezado a cuestionar la legitimidad del president, maniobra impropia que ya practicó la derecha con Sánchez. Con sus votos, Junts invistió a Aragonès para un mandato. Son las reglas de juego. Tanto hablar de “radicalidad democrática” no debería confundir a la cúpula de Junts y hacerle olvidar el funcionamiento de las instituciones.»

Pero en JxCat parecen haber asumido mayoritariamente la idea que formuló Quim Torra al ser inhabilitado: Uno de los obstáculos para conseguir la independencia es la autonomía. Así todos los obstáculos con que se encuentre el próximo gobierno Aragonès servirán a JxCat para repetir que sólo con la independencia sería posible esto o lo otro.

Decía Andreotti que el poder desgasta pero sobre todo a quien no lo tiene, y ahora mismo «lo único cierto para Junts es que ha perdido el poder (…) Los activistas de Junts han ganado con el gancho emocional de la pureza independentista, pero también con el mensaje de dar un revolcón a sus propios cargos institucionales. Así que ahora no se sabe qué es Junts en realidad». La victoria de los.partidarios de salir del gobierno ha sido clara: 56% a 42%, pero no es suficiente para reducir al silencio a los discrepantes.

Dice García que «los perdedores de la consulta no saben qué hacer con su 42% de la militancia. Quienes parecían dispuestos a liderar una oferta para ellos fuera de Junts se inclinan ahora por esperar a las municipales para comprobar en esas elecciones hasta qué punto Junts ha cometido un grave error». 

En Nació Digital destacan que la ruptura interrumpe el ascenso de dos estrellas emergentes en Junts: el consejero de Economía, Jaume Giró, en cuyo haber figura haber aprobado los presupuestos «con la antelación necesaria para que entraran en vigor el 1 de enero, circunstancia que no se producía en los últimos doce años», y Victòria Alsina, consejera de Acción Exterior, quien con «la apertura de seis nuevas delegaciones de la Generalitat a lo largo de 2022» se ha situado «en el mapa, no sólo en círculos gubernamentales, sino también en Junts». 

Sus respectivos méritos, por supuesto, «levantaron suspicacias en el sector más inflamado del partido», donde son «sospechosos de ser autonomistas». El suyo es «un perfil más bien de la vieja escuela», motivo de «suspicacias entre otro tipo de compañeros de partido». En un partido como JxCat no se puede ser tan lúcido: «Giró no ha escondido  en círculos internos las discrepancias sobre cómo se ha negociado con ERC, mientras que Alsina se ha centrado en apuntar que Junts podría caer en la irrelevancia si pasaba a la oposición.» 

Trilerismo monumental

Vicent Partal, en Vilaweb, hace unas consideraciones sobre la crisis del gobierno Aragonès, que relaciona con «la movilización ciudadana de este septiembre»: «Cinco años después de la proclamación de la independencia y dieciséis meses de la formación del gobierno, para cualquier independentista es una evidencia que se está perdiendo el tiempo, particularmente con la mesa de diálogo.» 

Y Aragonès, a quien hace responsable de la situación, ha perdido la legitimidad política. Por consiguiente debería dimitir, ya que «ni ganó el voto popular en las elecciones ni tiene el apoyo de la coalición que le llevó a la presidencia». «Siempre puede proponer una cuestión de confianza o instar a la oposición a presentar una moción de censura para ganar algo de legitimidad, pero tratar de transitar los próximos meses solo como si no hubiera pasado nada, aparte de ser algo casi imposible, es un menosprecio claro del electorado y de la responsabilidad del cargo que ostenta. Y no destacar hoy esto, por encima de cualquier otra cosa, es hacer trampa. O practicar el arte innoble de la propaganda.»

En el Nacional, Bernat Dedéu cuestiona la existencia de dos almas en Junts, por una parte el grupo «moderado/gubernamental de los Giró, Alsina y etcétera», y por otra «un grupo de unilateralistas ardorosos y gallardos». Repasando la actuación de sus principales protagonistas: Carles Puigdemont, que «suspendió la DUI para después huir al exilio, contraviniendo su promesa de quedarse en el territorio para defender a sus electores» —«cuando ha podido decidir, el Molt Honorable siempre se ha escapado»—; Laura Borràs, quien «con todo el lío del acta del diputado Pau Juvillà ya manifestó una sorprendente destreza en marear la perdiz… para acabar acatando la legalidad española (o como dice ella misma, copiándome las palabras con mucha alegría, la ley del enemigo)», y Quim Torra, que «se ha pasado las últimas semanas haciendo llamamientos al octubrismo y en favor de la ruptura con el Estado dignos de las faldas de Braveheart, como si su humilde persona no hubiera pasado meses en la plaza de Sant Jaume y los ciudadanos no tuviéramos bastante memoria como para recordar que su máxima heroicidad política fue poner una pancartita en el balcón de la Generalitat», subraya «el morro supino de alguna gente para defender un ideario que contraviene absolutamente sus acciones más inmediatas».

Y todo, dice Dedéu, «con la simple intención de frenar la lista cívica de la ANC y evitar que la enorme masa de descontentos independentista apueste por la abstención». Los vencedores de la consulta y presuntos unilateralistas: «Son convergentes. Son la Convergència de siempre. Con mucha menos inteligencia y sentido de estado, of course, pero con el mismo trilerismo monumental que hace décadas.»

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