Cuando alguien da el paso de iniciar hostilidades, mucho más cuando éstas pueden desencadenar un conflicto con su mayor proveedor de energía, quienes lo hacen deberían haber diseñado con antelación planes de contingencia y estar preparados para desplegarlos con agilidad a fin de minimizar sus consecuencias económicas adversas. La UE está padeciendo en este 2022 los efectos de algunas decisiones que en mi artículo Inflación, política monetaria y precios de la energía publicado en el diario El Liberal el 3 de septiembre, califiqué de ingenuidades, y da las que responsabilicé de la fuerte alza de los precios de la energía registrada en 2021 y comienzos de 2022, bastantes meses antes de que Rusia invadiera Ucrania, subidas que pronto se trasladaron a los precios de casi todos los bienes y servicios y han llevado al BCE a subir los tipos de interés y a colocarnos cada vez más cerca de adentrarnos en una recesión en toda regla.
En ese artículo, apuntaba en el debe de las instituciones de la UE dos ingenuidades políticas mayúsculas. Primera, la creencia de que era posible adoptar una política unilateral de transición ecológica para reducir las emisiones y combatir el cambio climático sin empeorar el bienestar de los ciudadanos ni menoscabar la competitividad de las empresas localizadas en la UE. Y segunda, la creencia igualmente ilusoria de que era posible anteponer una política exterior inspirada por la defensa (un tanto hipócrita, todo sea dicho) de los derechos humanos, sin prestar atención a las realidades políticas y a la defensa de los intereses de sus propios ciudadanos. Ambas ingenuidades están detrás del fuerte aumento de los precios de los derechos de emisión en la UE desde 2018 y más intensamente desde comienzos de 2021, así como de las tensiones políticas en Centroeuropa que han disparado los precios del gas natural y la electricidad en 2021 y 2022, y a la postre, han llevado las tasas de inflación a valores no vistos desde los años 70 y 80 del pasado siglo.
El confuso Estado de la Unión
Lo peor del caso es que la Comisión Europea (CE) no contaba con ningún plan de contingencia para afrontar la nueva emergencia y la propia Comisión y la mayoría de los gobiernos de los Estados miembros llevan meses paralizados o dando palos de ciego ante una crisis energética que, como ya ocurrió con la pandemia en 2020, ha vuelto a dejar al descubierto las carencias de gobernanza de la UE y los gobiernos nacionales. En el discurso sobre el Estado de la Unión que la presidenta Von der Leyen pronunció el 14 de septiembre, el lector encontrará un alto grado de autocomplacencia con los avances registrados en el último año: por los elevados porcentajes de vacunados alcanzados en casi todos los países; por el liderazgo de la Unión para impulsar la transición ecológica y digital y aumentar la resiliencia de las economías europeas, concretado con la puesta en marcha del plan Nueva Generación EU; y, en fin, por el papel en favor de la democracia y los derechos humanos desempeñado por la diplomacia de la UE en la crisis Rusia-Ucrania y el apoyo prestado al gobierno Zelensky desde el inicio de la invasión.
Ni asomo de autocrítica por la gestión de la pandemia que ha afectado de momento a decenas de millones de ciudadanos, ha dejado cientos de miles víctimas y ha provocado una recesión que se prolongó más tiempo que en Estados Unidos y no digamos ya que en China; por la falta de prudencia y realismo de sus políticas unilaterales de transición ecológica que han disparado los precios de los derechos de emisión en plena crisis energética; y, en fin, por la falta de cintura de la diplomacia europea que tras la anexión de Crimea confió en que podía imponer sanciones a Rusia sin tener en cuenta que ello podía agravar la crisis energética y arrastrarnos a una nueva recesión económica. Como cantaba Sinatra, “Regrets, I’ve had few/But then again, too few to mention”. No se trataba tanto de ceder a los impulsos expansionistas de Putin como de intentar buscar una solución negociada al conflicto larvado en el Este de Ucrania desde 2014 para evitar el estallido de una nueva guerra que va a debilitar a toda Europa.
Las propuestas de Von der Leyes
El nivel de desconcierto en que está sumida la gobernanza de la Unión en materia energética quedó claramente expuesto cuando la presidenta Von der Leyen compareció el 7 de septiembre para presentar cinco propuestas con las que hacer frente a las fuertes subidas del precio de la electricidad en la UE, un hecho que equívocamente achacó “a la manipulación rusa del mercado de gas”. Éstas son las cinco propuestas:
- Reducir de forma obligatoria el consumo de electricidad en las horas punta (‘smart saving’) para aplanar la curva y evitar los picos de demanda que, según Von der Leyen, aumentan el precio de la electricidad al requerir a las centrales que utilizan gas “entren en el mercado”.
- Imponer un tope a los ingresos obtenidos por las centrales con bajas emisiones de carbono (nucleares y energías renovables) y distribuir los beneficios inesperados (“unexpected profits”) entre los Estados para que proporcionen ayudas a las familias y empresas vulnerables.
- Imponer un tope a los beneficios inesperados (“unexpected profits”) de las empresas de combustibles fósiles (petroleras y gasistas) y recaudar a modo de impuesto solidario una parte de esos beneficios extraordinarios para repartirlos entre los Estados a fin de que proporcionen ayudas a las familias y empresas vulnerables e impulsar la inversión en energías limpias para uso propio en los hogares (“clean home-grown energy sources”).
- Reducir la volatilidad de los mercados de futuros de gas proporcionando liquidez a las empresas eléctricas para acceder a contratos a largo plazo a precios ventajosos.
- Imponer un techo a los precios del gas y al resto de productos fósiles importados de Rusia a fin de recortar los ingresos con que cuenta Rusia para financiar la guerra.
Estamos ante una serie de propuestas difusas, difíciles de acordar e implementar, e incluso contradictorias entre sí y hasta contraproducentes. Empecemos con la propuesta, razonable a primera vista, de reducir la demanda de electricidad 5% en horas punta y 10% en promedio. Hay dos razones para dudar de su efectividad. En España, por ejemplo, los precios de la electricidad en las horas valle (24:00-08:00 horas), cuando la demanda de electricidad es mucho más baja que durante el resto del día, son más elevados que en las horas llanas (08:00-10:00 y 14:00-18:00 horas) e incluso superiores a las horas punta (10:00-14:00 y 18.00-24:00). Porque el precio de la electricidad no lo determina tan solo el nivel de demanda, sino que tiene una influencia incluso mayor los tipos de centrales que marcan el precio de oferta. Por otra parte, no hay ninguna garantía de que la demanda de electricidad se reduzca a ninguna hora del día si los beneficios inesperados de las empresas eléctricas y petroleras, contemplados en las medidas 2º y 3ª, se destinan a proporcionar ayudas a las familias y empresas ‘vulnerables’.
Continuemos con la 2º propuesta de gravar los “ingresos y beneficios excepcionales que la guerra en Ucrania ha llevado a las empresas energéticas”. Según los cálculos presentados por Timmerman, vicepresidente de la CE, el 14 de septiembre, la medida permitiría recaudar 117.000 millones de ingresos que se distribuirán entre los Estados miembros para ayudar a las familias y empresas ‘vulnerables’. Estos recursos excepcionales se obtendrán “de los así llamados productores inframarginales” de energía eléctrica a los que se impondrá un techo a sus ingresos de 180 €/MWh. Con relación a la 3ª propuesta, las informaciones publicadas tras la reunión mantenida por las ministras responsables de energía en Bruselas el 9 de septiembre indicaban que se abandonaba por falta de consenso. No obstante, Timmermans, volvía a la carga en su comparecencia y avanzaba la intención de la CE de pedir a “las empresas de combustibles fósiles fuera del sector eléctrico que se han beneficiado también enormemente de la situación del mercado… una contribución a la solidaridad para apoyar a los consumidores de electricidad”.
Ingresos e impuestos
Reducir sin más los ingresos excepcionales de las centrales más eficientes no es precisamente lo más recomendable desde un punto de vista de la eficiencia, y recaudar impuestos y distribuirlos a millones de empresas y familias ‘vulnerables’ no deja de ser un mecanismo engorroso y caro de administrar e implementar que garantiza únicamente menores precios de la electricidad a los hogares y a las empresas ‘vulnerables’ que reciban ayudas gubernamentales. Además, las familias y empresas que reciban esas ayudas aumentarán su consumo de electricidad y tensionarán aún más los precios.
Si el objetivo de la CE a corto plazo es reducir el precio que pagan los hogares y las empresas por la electricidad, ¿no resultaría más fácil calcular con transparencia un precio medio del MWh en los mercados de generación, y compensar transitoriamente a las centrales con costes más elevados para asegurar su viabilidad cuando su producción resulte estrictamente necesaria para satisfacer la demanda? Esta propuesta debería extremar la vigilancia gubernamental sobre el sector eléctrico en cada país miembro para asegurar que las centrales ineficientes sólo entran en el mercado cuando su producción resulta indispensable para satisfacer la demanda. Con la mirada puesta en el medio plazo, resultaría también más simple y eficiente que los Estados obligaran a las empresas eléctricas a invertir los ingresos inesperados o extraordinarios en la construcción de centrales con menores costes operativos para aumentar la oferta y reducir el precio de la electricidad. Esta política de inversiones debería diseñarse de forma que asegure que la nueva composición de la oferta permitirá satisfacer la demanda de electricidad a precios inferiores a los actuales durante todo el día, con independencia de la hora y las condiciones climatológicas.
Liquidez adicional
En cuanto a la 4ª propuesta, no se comprende muy bien qué compañías eléctricas (“energy utility companies”) necesitan liquidez para asegurarse contratos a largo plazo en los mercados de futuros, porque, ¿acaso no habíamos quedado en que estaban flotando sobre una balsa de ingresos y beneficios ‘excepcionales’? En todo caso, si esa liquidez adicional permite a otros actores pujar por el gas en los mercados de futuros, lo normal es que el precio suba incluso más. Y es que la subida del precio del gas natural poco tiene que ver con la falta de liquidez en los mercados y mucho con la certeza de que la guerra económica de la UE contra Rusia, sumada a la necesidad urgente de buscar nuevos proveedores para reducir la dependencia del gas ruso, algo que Von der Leyen destacó con orgullo en su comparecencia, implican que vamos a pagar mucho más por el gas que nos está llegando para sustituir el gas ruso y por el que nos llegará en los próximos años.
La 5ª y última propuesta avanzada por Von der Leyen, imponer precios máximos a los bienes energéticos importados de Rusia, significa en la práctica dejar de importarlos, puesto que Rusia no va a suministrarlos por debajo de sus precios de mercado y seguro que podrá colocar sus excedentes en otras regiones del mundo. De llevarse a cabo la medida, la mayor escasez de gas, petróleo y carbón provocará nuevos picos en los precios de los bienes energéticos en la UE a corto plazo y resultará en precios permanentes más elevados cuando se haya completado la sustitución de los productos rusos con importaciones provenientes de otros lugares a precios más elevados a los que habíamos estado pagando hasta ahora. Un negocio redondo para los consumidores y las empresas en la UE. Sobre esta propuesta, Timmermans prefirió guardar un prudente silencio en su comparecencia.
Un modelo cuestionable y mejorable
En diciembre de 2018, el Parlamento de la UE aprobó una directiva de la CE que, siguiendo las directrices establecidas en “Energía limpia para todos los Europeos” lanzada en 2016, fijaba en al menos 32% el porcentaje de producción eléctrica a alcanzar con energías renovables en todos los países de la UE en 2030. No contenta con ello y pese a las fuertes subidas que ya habían registrado los precios de los derechos de emisión desde 2018, y muy especialmente en 2021 y 2022, agravadas por la crisis de suministros de gas natural por el aumento de las tensiones en Ucrania y la imposición de sanciones a Rusia tras la invasión de Ucrania, la CE no sólo no cambió el paso sino que pretende acelerarlo y elevar al menos a 45% la participación de renovables en la producción eléctrica en todos los países de la UE para reducir en al menos 55% las emisiones de gases. La cuestión que la CE no ha explicado a los ciudadanos europeos es si esta política unilateral de transición ecológica para combatir el cambio climático servirá para reducir el precio de la electricidad en la UE o lo aumentará más, como ha venido ocurriendo desde 2018.
Algunas de las propuestas adelantadas por Von der Leyen y Timmermans parecen cuestionar, sin decirlo abiertamente para no verse obligados a reconocer sus propios errores, la idoneidad del modelo marginalista de fijación de precios en el mercado eléctrico impuesto por la CE, un modelo inapropiado para un sector donde conviven empresas con poder de mercado y centrales con estructuras de costes muy dispares que producen un bien homogéneo: electricidad. Y la pregunta que cabe hacerse es por qué, si esto es así, la CE ha tardado tanto tiempo en plantearse la reforma del mercado eléctrico y ha permitido que las empresas eléctricas hayan obtenido ingresos y beneficios ‘excepcionales’, habida cuenta que el alza de precios del gas natural y la electricidad se inició en el primer trimestre 2021 y ha ralentizado el proceso de recuperación económica tras la Recesión Epidémica.
Planes unilaterales de transición ecológica
Uno se pregunta también si la CE no tendría que revisar sus planes unilaterales de transición ecológica en sentido inverso al que lo viene haciendo desde 2018, para reducir el precio de los derechos de emisión de CO2 que se ha multiplicado por 4,5 desde marzo de 2020, y está penalizando a todas las centrales e industrias intensivas en energía que utilizan productos fósiles para generar electricidad, precisamente aquellas a las que Von der Leyen culpa de los altos precios de la electricidad registrados en las horas punta. Alguna responsabilidad tiene la CE y su presidenta en este asunto. No parece ser tampoco ésta la intención de la CE porque como Timmermans apuntó al final de su comparecencia “en última instancia, nuestra transición energética verde es la única vía para liberarnos del yugo energético de Putin… la era de combustibles fósiles baratos ha terminado y cuanto más rápido nos movamos a energías baratas, limpias y caseras, antes seremos inmunes al chantaje energético de Rusia y de cualquier otro que pueda pensar que se nos puede chantajear con la energía”. Lo de barata y sostenible habría que ponerlo al menos entre interrogantes porque no es precisamente lo que la evolución de los precios de los productos energéticos en los últimos años indica.
Menos sanciones y ardor guerrero y más iniciativas para encontrar una salida negociada a la terrible guerra que se está librando en Ucrania y va a dejar un país devastado, Ucrania, una Rusia empobrecida y una UE muy debilitada. Decía Víctor Hugo “Un día vendrá en el que nosotros, Rusia, Inglaterra, Italia, Alemania, vosotras todas, naciones del continente, sin perder vuestras cualidades distintivas y vuestra gloriosa individualidad, vosotras os fundiréis estrechamente en una unidad superior y constituiréis la fraternidad europea, al igual que Normandía, Bretaña, Borgoña, Lorena y Alsacia, todas nuestras provincias, se han fundido en Francia”. Buscar la división y el enfrentamiento en el continente europeo y desaprovechar los recursos conjuntos con que contamos en beneficio mutuo sólo favorece a aquellas potencias que quieren beneficiarse de nuestro mercado único y mantenernos desunidos, una tarea ésta para la que, todo sea dicho, necesitamos poca ayuda.
Nueva guerra europea
Ese ideal parece estar hoy tan lejos como entonces y lo único que podemos hacer en estos momentos es proponer algunas medidas para paliar los efectos adversos de esta esta crisis energética y esta nueva guerra europea. La UE podría, por ejemplo, alterar su modelo de fijación de precios permitiendo a los países miembros establecer un precio igual al coste medio de generación más un margen suficiente que les posibilite obtener un beneficio aceptable a las centrales eficientes y subvencionar a las centrales con costes operativos superiores al precio medio. Naturalmente, se debería implantar un mecanismo de vigilancia para asegurar que las centrarles eficientes operan a plena capacidad y las ineficientes sólo entran en el mercado cuando su producción es estrictamente requerida para satisfacer la demanda. Esta posibilidad resulta mucho más sencilla de implementar que gravar los beneficios ‘excepcionales’, repartirlos entre los Estados miembros y permitir a éstos que los distribuyan entre hogares y empresas ‘vulnerables’.
A largo plazo, las empresas generadoras deberían acometer inversiones en centrales capaces de satisfacer la demanda de electricidad a precios más bajos que los actuales, sin olvidar que algunas centrales bajas en emisiones por las que apuesta con tanto ahínco la CE, como las eólicas y fotovoltaicas, sólo operan cuando hay viento y luz, respectivamente, y la demanda de electricidad hay que satisfacerla a todas las horas del día con independencia de las condiciones climatológicas. Los elevados precios de la electricidad en España entre las 00:00 y 08:00 horas, cuando menor es la demanda eléctrica, indican que el problema no es la demanda en horas punta. Menos palabrería y menos fijar porcentajes para renovables, y mejor regulación del sector y más iniciativas efectivas para reducir el precio de la electricidad y asegurar la competitividad de las empresas europeas. A ver si la CE y el resto de instituciones europeas se enteran de una vez de lo que está en juego y se ponen manos a la obra.