La propensión periodística a las cifras redondas influye en la política catalana. El próximo 1 de octubre se cumplirán cinco años del referéndum que no fue, y parece que hay que celebrarlo con más denuedo que el cuarto aniversario o que el sexto. Pero la magia numérica influye poco o nada en la coyuntura política. No lo consiguió ni Carod-Rovira, quien anunció que el 2014 —cuando se cumplieron tres siglos de la caída de Barcelona en la Guerra de Sucesión— sería un buen momento para conseguir la independencia o al menos para superar la «dependencia actual».
El próximo 1 de octubre se cumplirán cinco años del referéndum que no fue, y parece que hay que celebrarlo con más denuedo que el cuarto aniversario o que el sexto.
El independentismo afronta los 5 años del 1-O sin visos de rehacer la unidad es el título de un artículo de Àlex Tort en la Vanguardia del lunes 22 de agosto que relata la falta de «suficiente cohesión para que el independentismo forje una hoja de ruta compartida». Vale la pena preguntarse hasta qué punto la falta de unidad del independentismo es real o sólo un tema de conversación. Que ERC y JxCat discrepan en casi todo es un hecho desde antes de que acordaran gobernar en coalición esta legislatura, y el gobierno sigue unido a pesar de todos los pesares. Las ruidosas discrepancias a nivel de líderes no afectan el día a día de los altos cargos de la administración autonómica.
No sólo la Generalitat, ERC y JxCat también comparten gobierno en las Diputaciones de Tarragona, Gerona y Lérida, y en los ayuntamientos de sus capitales. Barcelona es otra historia, y cada municipio tiene la suya, pero las dos principales fuerzas independentistas se han puesto de acuerdo muchas veces en muchos sitios en los últimos dos o tres años. O sea que unidad, de haberla, hayla. Otra cuestión son los respectivos discursos para superar al rival, disputándose un mismo y amplio electorado, y ganar con holgura las próximas elecciones.
¿Qué queda del 1 de octubre?
Nubarrones en el horizonte, aunque de escasa peligrosidad: «una posible votación de la militancia de Junts para dejar el Govern» —nada que temer, la militancia sólo se la consulta para que certifique lo que la dirección ha decidido—; «Laura Borràs suspendida de sus funciones» —va bien para el tira y afloja entre partidos, pero no van a jugárselo todo a la carta Borràs, y menos después de que intentase aprovechar la conmemoración de la matanza de las Ramblas para exhibir apoyos—; «una movilización para el Onze de Setembre que la ANC plantea afirmando que se ha acabado esperar algo de los partidos» —la ANC no puede vivir al margen del gobierno ni en contra de los partidos que lo conforman, a no ser que se resigne a convocar manifestaciones de diez mil personas—; «una CUP que maneja un documento que compartirá en otoño en que apuesta por la ruptura absoluta con el Govern» —es lo mismo de siempre de la CUP y cada vez es menos inquietante—; «Òmnium avisando desde hace meses de los riesgos que se frivolice la desobediencia civil» —la frivolidad es una característica transversal a la que nadie piensa renunciar por el momento—.
¿Qué queda del 1 de octubre? Veamos. Sólo «JxCat, como la ANC o el CxRep, defiende que el mandato del 1-O es vigente y aboga por la aplicación de los resultados» —a saber cómo, porque en sus consejerías no hacen nada por aplicarlos, afortunadamente para todos— y «apuestan por ello siempre y cuando no se dé, quizá por presión internacional, otra votación, esta vez acordada, como la escocesa del 2014» —o sea: este es mi mandato, pero si no les gusta, lo cambiamos por otro—. «Esquerra cree desde el 2019 que a aquel referéndum le faltó legitimidad interna y apuesta por un segundo momento refrendario que cristalice gracias a la mesa de diálogo» —o sea, donde dije digo Diego, borrón y cuenta nueva, y ya se irá viendo—. La CUP «ya dejaron escrito en su programa electoral del 2021 que “no obtuvo todas las garantías que la legislación y la comunidad internacional consideran necesarias para otorgarle validez jurídica y política, a causa de las amenazas y la represión ejercidas por el Estado español» —sea por la causa que sea, es como reconocer que no sirvió para nada—.
Precisamente hace poco Dolors Sabater, informa Vilaweb, propuso superar el duelo del 1 de octubre. A pesar de repetir el mismo planteamiento de hace veinte años como si fuera algo nuevo —»retomar el conflicto», «no fingir que no existe», «dejar más claro el conflicto ante Europa y frente al mismo Estado», la idea que ya basta de convalescencia y de duelo significa que los mismos que promovieron la idea —llenando el país de lazos amarillos y lamentando los miles de heridos y represaliados que dijeron que hubo— se han hartado de ella.
El nuevo corral del autonomismo
Vicent Partal, en Vilaweb, habla del ridículo intento de los políticos catalanes de simular que el mundo gira al revés: «Esquerra y Junts se han instalado en una carretera que no lleva a ninguna parte. Y por ello, con el objetivo de tapar la inconsistencia de su proyecto, se agarran, sobre todo ERC, al relato sectario y a la agresión contra todos los que se mantengan en el camino donde ellos estaban hace años.» Por eso «durante todo este mes hemos visto cómo incidentes aislados se magnificaban y se intentaba manchar con ellos a todos los que no quieren entrar en el nuevo corral del autonomismo».
«Esquerra y Junts se han instalado en una carretera que no lleva a ninguna parte. Y por ello, con el objetivo de tapar la inconsistencia de su proyecto, se agarran, sobre todo ERC, al relato sectario y a la agresión contra todos los que se mantengan en el camino donde ellos estaban hace años.»
Vicent Partal
«Esta táctica no es inocente y se utiliza para tapar los propios defectos. Porque todo tiene que ver con dos hechos políticamente muy graves que estas polémicas quieren y necesitan tapar. El primero, en definitiva el más grave, que el gobierno de Cataluña haya firmado a finales de julio un documento en la mesa de diálogo donde acepta que cualquier cosa que se quiera proponer a partir de ahora debe pasar por la Constitución española o, en todo caso, por su imposible reforma (…) y el segundo, la destitución de Laura Borràs en el Parlamento.»
A propósito de la ya no, pero aún sí según ella, presidenta del Parlamento, Francesc-Marc Álvaro en la Vanguardia —Borràs, sumas y restas—, después de dar un breve repaso a la historia del proceso independentista, cuenta:
«Borràs —del mismo palo purista que Torra— se hizo con las bases de Junts en las primarias para las autonómicas. Su personalismo creció sin límite y nadie lo frenó. El segundo congreso de Junts plasma el intento de Turull de colocar el partido bajo su control y alejarlo de una radicalización retórica que da protagonismo a los frikis. Esos frikis son los que rompieron el minuto de silencio en la Rambla y a los que Borràs saludó, en un gesto que pone de relieve su grave pérdida de sentido institucional. Turull tiene dos problemas: conseguir que Borràs (presidenta de las siglas) no hunda la marca Junts en su imparable teatro peronista hacia la santificación, y desmontar la fascinación que produce en parte de sus bases la gestualidad antipolítica.»
ERC intenta acorralar en el rincón de los frikis, como los llama Álvaro, a todos los que, como dice Partal, «no quieren entrar en el nuevo corral del autonomismo», y JxCat no tendrá más remedio que reconducir a Laura Borràs a la discreción —algo para lo que no parece haber nacido— o prescindir de ella. Mientras tanto la vida sigue, el gobierno se mantiene, los políticos independentistas permanecen en sus puestos autonómicos, y en las menguadas filas de los movilizables, como para pasar el rato, se debate sobre la mejor manera de celebrar los aniversarios. Como dice Ferran Brunet, el negocio no está en la independencia sino en el “procés” .