Dentro del separatismo, tanto y a izquierda como a derecha, circula con profusión una polémica lectura de la Guerra Civil que frecuentemente ha sido criticada por su sesgo victimista y escasa credibilidad. Esto es, que la guerra civil española, que enfrentó al bando nacional contra el republicano en el conjunto del país, fue en realidad una guerra contra Cataluña. Así, no sería tanto una batalla fraticida entre españoles de ideas contrapuestas sino un complot de estos últimos para frenar el anhelo de secesión de los catalanes secesionistas.
La última en hacer pública su adhesión a esta reinterpretación nacionalista de la historia de España no ha sido otra que la controvertida presidenta de Junts per Catalunya, Laura Borràs, actualmente procesada por corrupción y recientemente blanco de críticas por haber respaldado con entusiasmo a los boicoteadores conspirativos del homenaje a las víctimas del 17-A. El pretexto fue la muerte de uno de los fundadores de Convergència y activista nacionalista, Josep Espar i Ticó, de 94 años de edad. «Siempre me impresionó de Espar Ticó, la lucidez sobre la Guerra Civil: “La visión histórica que teníamos estaba deformada completamente. Más que civil, fue una guerra contra Catalunya”. Y la sinceridad de reconocer que no había podido perdonar a los asesinos de su padre. DEP.», escribió el sábado Borràs en su Twitter.
Tras la publicación, fueron numerosas las voces críticas que se alzaron contra él. Una de las respuestas más destacadas la aportó el portavoz de Ciudadanos en el Parlament, Nacho Martín Blanco, que recordó los apoyos recibidos por el dictador en la comunidad catalana. «Claro, por eso Franco entró en Barcelona entre vítores de «¡Franco, Franco, Franco». Si no, que se lo digan a los Cambó, Bau o Mateu que apoyaron el alzamiento, o a D’Ors, Estelrich, De Riquer y tantos otros intelectuales catalanes. O al cardenal Pla i Deniel», indicó Martín Blanco. Y zanjó: «¡Ay, la realidad!»