Los hay que no pueden estar callados ni durante el minuto de silencio, a pesar de que nunca llegan a los sesenta segundos. La facción de Laura Borràs, compuesta más bien de fans que de militantes, decidió aprovechar el homenaje a las víctimas en el quinto aniversario de los atentados del 17 de agosto de 2017 para hacerse notar y gritar «presidenta, presidenta» a su recién cesada lideresa ante el enojo de supervivientes y familiares de fallecidos.
Es discutible el sentido y la utilidad de estos actos institucionales, pero como en bodas, bautizos, comuniones y funerales, el que no le gusta, no va; pero si va, se comporta. Lo que no se puede hacer es ir a montar el numerito, aprovechando que habrá muchas cámaras pendientes de todo lo que se salga del guión. No se trata de corrección política sino de decencia humana.
Los sectores más combativos del independentismo
Así lo cuenta el diario Ara: Indignación y rechazo de las víctimas del 17-A al boicot al minuto de silencio. «Decenas de personas concentradas alrededor del acto han abucheado a los representantes políticos y han exhibido pancartas con lemas como “Reclamamos explicaciones”. Durante el minuto de silencio, varias personas han gritado consignas como “España es un estado asesino, queremos la verdad, ¡hipócritas!” o “hijos de la gran puta, asesinos”.»
«Los hay que no pueden estar callados ni durante el minuto de silencio, a pesar de que nunca llegan a los sesenta segundos»
El Punt-Avui intenta dar una imagen positiva de lo que a todas luces es un sabotaje: 17A, duelo y protesta. «En torno al espacio del paseo central de la Rambla donde estaban las víctimas y los políticos, se habían puesto decenas de personas provenientes de los sectores más combativos del independentismo, muchas de ellas con pancartas donde se leía “Queremos la verdad” o “Exigimos responsabilidad”. El nudo de la protesta es la voluntad de este colectivo de que el atentado sea investigado a fondo, por la sospecha, alimentada entre otros por el comisario José Manuel Villarejo, de que el Estado tuvo una malévola relación con los hechos. “Les vamos a dar un susto a los catalanes”, gritó [un] hombre en medio del minuto de silencio, evocando las palabras de Villarejo que en sede judicial dio a entender que en agosto del 2017 el CNI pretendía atemorizar a los catalanes en pleno proceso independentista, que hubo un cálculo erróneo y el susto se les fue de las manos.»
«El Punt-Avui intenta dar una imagen positiva de lo que a todas luces es un sabotaje»
Estos exponentes de independentismo más combativo, que también «llamaron “botifler” a Pere Aragonès y “asesinos” a los representantes del Estado, se desplazaron hasta la sede de la delegación de la Comisión Europea en el paseo de Gràcia», donde «se hizo el acto simbólico de pedir a las autoridades comunitarias que fuercen una investigación sobre el atentado». A esta concentración asistieron Laura Borràs, y los diputados Aurora Madaula y Jaume Alonso Cuevillas.
Sonrisas, abrazos y ‘selfies’
Friamente, Vilaweb resume: Gritos exigiendo la verdad a los representantes institucionales marcan el acto por el 17-A. «Un grupo de manifestantes que creen que el CNI español estuvo implicado en los ataques ha gritado contra los políticos asistentes, exigiendo “la verdad”, e incluso han roto el minuto de silencio, lo que ha molestado a las víctimas.» Además destaca, y no es un detalle menor, que «JxCat se desmarcó de la interrupción del minuto de silencio y reiteró el apoyo a las víctimas».
Nació Digital titula: Indignación entre las víctimas de los atentados del 17-A por el boicot a su acto de homenaje. «Durante el homenaje los gritos de los concentrados por “la verdad” ya han incomodado a las víctimas, pero la gota que colmó el vaso fue cuando reventaron el minuto de silencio. No han faltado los gritos de “España es un estado asesino”, que resumen la teoría —no demostrada— de que fueron los organismos estatales quienes, por acción o por omisión, permitieron el atentado terrorista en las Ramblas a pocos meses del 1-O. Miembros de este grupo y víctimas se han encarado en medio de este punto neurálgico de la capital catalana. “¡Vosotros nos utilizáis!”, les reprochaba una mujer del grupo de las víctimas. “Estáis blanqueando a los que os han asesinado”, la regañaba un hombre.»
No se le escapa a este medio que la verdad que reclaman saber los combativos manifestantes consiste «concretamente en que les confirmen que el responsable del ataque fue el Estado español» —vamos, que no aceptarán otra— y que sus gritos eran «también contra los políticos de ERC, del PSC y de los Comunes», salvándose únicamente Laura Borràs, que compartió con ellos «sonrisas, abrazos y selfies (…) en una imagen muy parecida a la que se vivió a las puertas del Parlamento el día que fue suspendida como presidenta».
Ese hombre que llevaba la voz cantante en el tumulto ha sido identificado con el que acompañó a Pilar Rahola, con más entusiasmo que oficio, en el canto de Bella Ciao en septiembre de 2021, cuando las protestas por la detención de Carles Puigdemont en Cerdeña. Esdiario dice que se llama Francesc: De cantar con Pilar Rahola el Bella Ciao a liarla en el homenaje del 17-A.
Gritos ásperos y extemporáneos
No era el lugar ni el momento ni las maneras, ha dicho todo el mundo menos los animosos seguidores de Laura Borràs, tal vez ya inasequibles a la argumentación. Incluso desde posturas radicalmente independentistas hay quien entiende que interrumpir un minuto de silencio es una falta de respeto injustificable.
«No era el lugar ni el momento ni las maneras, ha dicho todo el mundo menos los animosos seguidores de Laura Borràs, tal vez ya inasequibles a la argumentación»
Cesc Giró, periodista de Rac1, afirma en un tweet que «hacía tiempo que no pasaba tanta vergüenza cubriendo un acto», y levanta acta de los hechos: «Boicotear un minuto de silencio. Llevarse claveles del memorial. Cantar con familiares y víctimas todavía presentes. Encararse con ellos e insultarles. Buscar un baño a gritos de “presidenta”.»
Cuando sobre los hechos del 17 de agosto de 2017 uno tiene libertad para plantear todas las preguntas y todas las sospechas que se le ocurran, y medios de comunicación suficientes dispuestos a reproducirlas, la burda interrupción de ese acto raya lo incomprensible.
El editorialista de la Vanguardia se pone serio para denunciar estos excesos independentistas:
«El acto se vio interrumpido de continuo por los gritos ásperos y extemporáneos de quienes lo usaron para vocear su teoría conspirativa, según la cual el atentado del 17-A fue fruto de un montaje estatal para frenar el proceso independentista catalán. Algunos de estos ofuscados llegaron a reprochar a quienes recordaban compungidos a sus familiares muertos que estuvieran blanqueando supuestas maniobras estatales (…) El independentismo achaca sus males al Estado español. Pero sufre otros. Y no es el menor esa facción extrema, en su día alentada desde la presidencia de la Generalitat, que lo debilita con sus excesos y produce vergüenza ajena.»
También en la Vanguardia, Sergi Pàmies —Reventar ruedas pinchadas— apunta que estos lodos proceden de otros polvos:
«No olvidemos que la manifestación de repulsa contra el atentado, que los organizadores tardaron demasiado en organizar, ya se convirtió en un plebiscito antiborbónico, contra el presidente Rajoy y con consignas de un pacifismo furibundo, ajeno a la estricta repulsa del atentado.»
Esta fue la manifestación, nueve días después: El rey y Rajoy, recibidos con abucheos en la manifestación de Barcelona.