Este fín de semana está siendo decisivo en la reordenación del espacio nacionalista, con, aparentemente, un perdedor: Carles Puigdemont y sus pretensiones de seguir liderando el independentismo desde Waterloo. La dirección del PDeCat ha resistido las presiones mediáticas del independentismo y de sus militantes presos o en el exilio, y se ha negado a perder su personalidad diluyéndose en JxCat. Habrá segunda vuelta, en el Consell Nacional o con una consulta a los militantes, pero el riesgo de ruptura está sobre la mesa.
Las discrepancias tienen dos fundamentos: el miedo, justificado, de los dirigentes del PDeCat a ser barridos de las listas electorales, y el papel de Puigdemont y su entorno más cercano en la gobernanza de Cataluña. En el fondo, la cuestión mollar es si las decisiones estratégicas y tácticas se toman en Barcelona o en Waterloo. Dicho de otra forma, el debate es si el procés se da por finiquitado, sin renunciar a la independencia a largo plazo, o se continua como si aquí no hubiera pasado nada.
Para fortalecer su resistencia, a los dirigentes del PDeCat les ha venido muy bien el nacimiento del PNC. No podemos olvidar que la dirigente de esta formación, Marta Pascal, se sentaba junto a Puigdemont hace tán sólo unos meses.La aparición del PNC ofrece a David Bonvehí y los suyos una alternativa nada despreciable y cada día menos improbable: confluir con el PNC y abandonar a Puigdemont, lo que en el entorno de Waterloo se califica de suicidio. La opción debe tenerse en cuenta, a pesar de las presiones y la movilización de los seguidores de Puigdemont, porqué cuenta con apoyos importantes en el mundo empresarial y financiero y es bien vista desde el Gobierno socialista que ve en la operación un aumento de su margen de maniobra futuro. En caso de ruptura es de vital importancia quién se queda con la marca.
A priori, la confluencia entre PNC y PDeCat complicaría aún más la propuesta de Albert Batlle de una lista catalanista para » hacer frente al independentismo». Las discrepancias estrategicas son notables aunque los actores son conscientes que, si se dan dos opciones electorales, muy parecidas en su programa a corto plazo, las posibilidades de ambas disminuyen drásticamente.
En el atomizado espacio catalanista moderado nos quedan otras formaciones como La LLiga y Lliures cuyo encaje con PDeCat y PNC es díficil, pues son dos formaciones explícita y rotundamente no independentistas. En el seno de estas formaciones hay opiniones dispares. Unos creen que, a pesar de las diferencias, debe hacerse el esfuerzo de confluir con el nacionalismo-independentismo no unilateral, otros en cambio miran a una posible lista con Ciudadanos que también en Cataluña busca reorientarse hacia el centro y la moderación.
Esta posibilidad tendría como argumento central la superación de las divisiones identitarias, la reconciliación entre catalanes al margen de su lengua habitual. Como se ve, la situación es muy fluida. Habremos de esperar para conocer el desenlace.