La resposta liberal (Editorial Base) es un libro colectivo del Instituto Ostrom que reivindica la vigencia del orden liberal, hoy amenazado por el auge de los movimientos populistas e iliberales. Las claves de la obra, que cuenta con un prólogo del economista Juan Ramón Mallo, son desgranadas en esta entrevista con El Liberal por tres de sus autores: Alexànder Golovín, Irune Ariño y Martí Jiménez-Mausbach.
En La Respuesta Liberal se ofrecen respuestas a los retos del presente desde una perspectiva liberal. ¿Por qué era necesario un libro como éste?
Alexànder Golovín. El libro busca dar respuesta a dos grandes retos o tendencias, una internacional y otra local. Por un lado, nos encontramos en una coyuntura internacional en la que los pilares fundamentales del orden liberal —la sociedad abierta, el libre comercio, la economía de mercado, la separación de poderes, el pluralismo político— se ven amenazados por el auge de movimientos populistas y autoritarios. Ante esta nueva tendencia, ya no es suficiente recurrir a la visión del liberalismo de Guerra Fría o apelar a los consensos de finales del siglo XX. Es necesario ofrecer una narrativa de la libertad adaptada a los nuevos desafíos como el cambio tecnológico, la crisis climática o la polarización política.
El otro gran reto es que, en nuestro país, el liberalismo ha estado invisibilizado en el debate publico o ha servido como cabeza de turco al cual culpabilizar de todos los males, desde el colapso económico y el auge de la desigualdad hasta la inseguridad ciudadana o “la pandemia de la soledad”. La resposta liberal traslada al debate público una visión contemporánea y útil del liberalismo civil, social y económico.
El sistema liberal que nace de la Ilustración está en la base de la civilización occidental y, con sus carencias, es donde más se han desarrollado los derechos individuales y colectivos. ¿Por qué, entonces, se critica con tanto ahínco a la democracia liberal pero apenas se ataca a los sistemas iliberales o directamente totalitarios que proliferan por el mundo?
Martí Jiménez-Mausbach. El liberalismo es una filosofía humilde —no pretende dirigir de manera paternalista la vida de los demás— y una filosofía minimalista —el orden político liberal sitúa las bases jurídicas que permiten la cooperación y convivencia pacífica entre las personas, a la vez que respetan los proyectos de vida de cada una de ellas—. Frente a la tentación autoritaria consustancial a cualquier proyecto político maximalista, los liberales consideramos que la tolerancia es el mejor dique de contención contra los abusos de poder.Como afirmaba el filósofo Richard Rorty, el discurso liberal siempre ha sonado como un aburrido sermón de cautelas y renuncias, un canto a las emociones burguesas de la austeridad y la contención. Probablemente aquello que tiene de valioso el liberalismo le resta atractivo. Mientras algunos quieren un mundo perfecto, los liberales queremos un mundo mejor.
«Frente a la tentación autoritaria consustancial a cualquier proyecto político maximalista, los liberales consideramos que la tolerancia es el mejor dique de contención contra los abusos de poder»
Martí Jiménez-Mausbach
Por otra parte, se suele usar con frecuencia el término “neoliberal” para desacreditar al liberalismo. Pero, ¿es todo lo que se etiqueta así efectivamente “neoliberal”?
M. J. ¡Pregunta del millón! Hace unos años se publicó una revisión de 148 artículos de revistas académicas publicados entre 1990 y 2004 que documentaba que la palabra neoliberal se emplea de manera incoherente para caracterizar una gran variedad de fenómenos inconexos. Aquí en España, por ejemplo, a menudo se habla de neoliberalismo para referirse al mercantilismo o al corporativismo, que ni es nuevo ni es liberalismo. El liberalismo nace de la mano de pensadores como Adam Smith justamente para criticar esta relación incestuosa entre el poder político y el poder empresarial, que extrae rentas del consumidor o del contribuyente. En el libro dedicamos todo un capítulo a explicar los problemas de la captura regulatoria y el capitalismo de amiguetes.
En el libro se sostiene que la propiedad, los contratos y el imperio de la ley nos protegen frente a los abusos del poder. ¿Por que razón?
M. J. En el contexto previo a la Revolución Gloriosa del 1688, que instauró en Gran Bretaña el parlamentarismo y las libertades políticas, la propiedad de la tierra no garantizaba sólo a los pequeños terratenientes una esfera de protección contra las políticas religiosas y absolutistas de los Stuart, sino que les confería dignidad política como hombres libres entre iguales, y la facultad para elegir a sus representantes. La revolución burguesa dio valor a la tarea cotidiana de comerciantes, mercaderes, fabricantes y inventores. Los juegos de suma cero de un mundo de ganadores y perdedores, dejaron paso a los juegos cooperativos de un mundo de productores y consumidores. La persuasión y el intercambio sustituyeron el poder clerical-militar de sacerdotes y caudillos, permitiendo que la gente corriente pusiera a prueba sus ideas para conseguir mejorar la vida de los demás.
Es este marco institucional, basado en la propiedad, los contratos y la seguridad jurídica, el que ha provocado un enriquecimiento material sin precedentes. Los enemigos del comercio son los enemigos de la libertad, son los enemigos de la realidad y son los enemigos de una actitud resuelta ante la vida.
«En España a menudo se habla de neoliberalismo para referirse al mercantilismo o al corporativismo, que ni es nuevo ni es liberalismo. El liberalismo nace justamente para criticar esta relación incestuosa entre el poder político y el empresarial»
Martí Jiménez-Mausbach
Otra cuestión que plantea la obra es si es conveniente o no subir los impuestos a los ricos. ¿Cuál es la respuesta?
M. J. En la cuestión tributaria, existe una gran confusión. El mayor diferencial en la recaudación fiscal se encuentra en la imposición al consumo y en el impuesto sobre la renta en tramos bajos y medios, no en las rentas altas y en la imposición al capital. Al contrario de lo que se afirma habitualmente, la principal característica de nuestro sistema tributario es la gran progresividad, pero una menor tributación para los segmentos de ingresos medios y bajos. Somos el único país de la Unión Europea con Impuesto de Patrimonio y a la vez el país con el tipo efectivo de IVA más bajo, entre 4 y 6 puntos inferior a los escandinavos, por la gran cantidad de tipos reducidos y superreducidos.
Dicho esto, donde sí convendría reforzar la incidencia redistributiva es en el gasto público: en lugar de pagar matrículas universitarias a las clases medias y altas, o tener el sistema de pensiones más generoso de Europa (con una tasa de reemplazo cercana al 80%), deberíamos dedicar más esfuerzos en las políticas de infancia y familia, políticas de rentas o políticas activas de ocupación. Redistribuir de ricos a pobres y no de grupos desorganizados a grupos organizados.
¿Y por qué el libre comercio, en contra de lo que afirman muchos, no aumenta las desigualdades?
M. J. Pocas realidades económicas son tan incuestionables como los beneficios del libre comercio. Desde 1990, la desigualdad mundial ha caído, y con fuerza, por primera vez desde la Revolución Industrial. Prácticamente en la totalidad de Asia Oriental, Asia del Sur, Latinoamérica y en muchos países de Europa del Este, Asia Central y África subsahariana, la renta disponible y la capacidad de consumo de los más pobres crece por encima de la media. Tampoco está creciendo la desigualdad dentro de la mayoría de los países desarrollados. En la mayoría de países industrializados el índice de Gini que mide la desigualdad de renta ha disminuido.
Es cierto que la desigualdad de renta ha aumentado en España a raíz de la crisis económica, pero sigue estando al mismo nivel que en 1995. Y cabe destacar que el 80% de este aumento de la desigualdad es atribuible a la enorme destrucción de puestos de trabajo vivida tras el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y, sobre todo, debida a una regulación laboral que, como explicamos en el libro, perjudica a los más jóvenes.
«Las feministas liberales queremos que las mujeres puedan liberarse de la dominación de los hombres para ser responsables de sus vidas, sin que la tutela del hombre sea sustituida por la tutela del Estado»
Irune Ariño
El confinamiento al que ha obligado la pandemia ha dañado la economía pero beneficiado al medio ambiente. ¿Está el capitalismo reñido con el ecologismo?
A. G. Ante la emergencia climática, existen como mínimo tres opciones. En primer lugar, la opción más reaccionaria, que se limita a negar el fenómeno y sus consecuencias.
En segundo lugar, un movimiento que plantea que el único modo de avanzar hacia la descarbonización de la economía y la transición energética es condenando a la población a una situación como la que estamos viviendo durante esta pandemia. Condenando a la población al decrecimiento, y por lo tanto al empeoramiento de nuestros estándares de vida.
Finalmente, los liberales planteamos una tercera vía. Poner precios —impuestos pigouvianos— a la emisión de gases invernadero, devolver la recaudación en forma de dividendos fiscales a la población y permitir que la competencia y la innovación científica y tecnológica florezcan en el mercado, ofreciendo nuevas herramientas para reducir la contaminación, descubriendo tecnologías sostenibles y transitando a una economía más circular. España ha destinado 28.000 millones desde 1989 a subvencionar la extracción de carbón contaminante y más de 1.000 millones a subvencionar la compra de vehículos de combustión con los planes PIVE.
Del mismo modo, ciertas voces dentro del feminismo actual consideran que este movimiento solo puede ser “anticapitalista”. ¿Están en lo cierto?
Irune Ariño. Evidentemente no. El capitalismo ha proporcionado independencia económica a la mujer, fortaleciendo su capacidad de negociación con su pareja masculina. Si echamos un vistazo a la producción intelectual contemporánea vinculada al feminismo, parecería mentira que las primeras figuras feministas del siglo XIX y del XX fueran liberales: Voltairine de Cleyre, Suzanne La Follette, Rose Wilder Lane, Harriet Taylor Mill, Clara Campoamor…
Las feministas liberales queremos que las mujeres puedan liberarse de la dominación de los hombres, del control de su cuerpo y mente, para ser plenamente responsables de las decisiones sobre sus vidas, sin que la tutela del hombre sea sustituida por la tutela del Estado. Es innegable que una gran parte de los empleos parciales involuntarios son ocupados por mujeres, lo que puede estar repercutiendo en sus ingresos —lo que se entiende por brecha de género— y sus carreras profesionales —es decir, el techo de cristal—. Por este motivo, nosotros defendemos avanzar hacia la conciliación familiar y acabar con la dualidad de contratos en el mercado de trabajo.
«No hay libertad de pensamiento sin libertad de expresión. Seamos coherentes y valientes, no caigamos en la tentación de querer prohibir la expresión de aquello con lo que discrepamos profundamente»
Alexànder Golovín
Uno de los capítulos versa sobre la censura, asunto candente después de que HBO retirase temporalmente de su catálogo Lo que el viento se llevó. ¿Está amenazada la libertad de expresión por el auge del pensamiento políticamente correcto?
A. G. Una empresa es libre de retirar del mercado aquello que considere oportuno, pero no deberíamos olvidar que la tolerancia y el pluralismo no dependen sólo del marco legal que los protege. Necesitamos un contexto social o cultural en el que aquellas ideas con las que discrepamos o que ya consideramos caducas o extemporáneas no se combatan con la censura sino mediante el libre mercado de las ideas. No es la libertad de expresión la que promueve el odio. El odio tiene otras causas mucho más concretas, como la ignorancia y la soberbia, que casi siempre lo acompañan. No hay libertad de pensamiento sin libertad de expresión. Poner en cuestión la tolerancia, que no la aceptación, del pluralismo ideológico, pone en peligro la convivencia de las sociedades abiertas, libres y democráticas.
Nunca deberían penalizarse ni las ideas ni su expresión oral, escrita, pintada, esculpida o manifestada mediante cualquier obra musical, literaria o artística. Seamos coherentes y valientes, no caigamos en la tentación de querer prohibir la expresión de aquello con lo que discrepamos profundamente.
En el epílogo, Germa Bel aborda la intersección —a su juicio necesaria— entre el liberalismo político y la izquierda democrática. ¿Por qué se tiende a asociar más el liberalismo con la derecha que con la izquierda?
I. A. Algunos afirman que el liberalismo no es ni de izquierdas ni de derechas. Yo diría que el liberalismo es de izquierdas y de derechas. Una cosmovisión antidogmática que defiende al mismo tiempo las libertades en el ámbito civil —expresión, reunión, manifestación, movimiento—, social —derechos LGTBIQ, eutanasia, gestación por sustitución, drogas— y económica —regulación eficiente, moderación fiscal, libre comercio—.
Un debate político que te obliga a elegir entre deportar a inmigrantes y expulsar a Uber de Barcelona es un debate político esquizofrénico. La dualidad laboral, la regulación urbanística y las restricciones migratorias, por poner tres ejemplos, son tres intervenciones que perjudican especialmente a los colectivos más vulnerables. La resposta liberal ofrece propuestas concretas para reducir la pobreza, aumentar la equidad y mejorar la movilidad social.