El Parlament debatirá reparar a las mujeres acusadas de brujería, titula el Punt-Avui el pasado día 19. Dado que se trata de casos que no van más allá de la primera mitad del siglo XVII, habrá que ver qué tipo de reparación acaban decidiendo sus señorías. Los que hayan investigado su árbol genealógico hasta esa época o más atrás, harán bien en cotejar nombres y fechas por si encuentran algún ancestro que hubiera acabado en la hoguera; con un poco de suerte, podrán pillar indemnizaciones.
Cuesta creerlo, y más bien parece un momento especialmente desbocado del programa de humor Polònia, pero es cierto. Existe una «Propuesta de resolución sobre la reparación y la restitución de la memoria de las acusadas de brujería», que se sustanciará en el pleno del martes próximo, día 25. La presentaron los grupos parlamentarios de ERC, JxCat, CUP y En Comú Podem, o sea que se va a aprobar por mayoría absoluta, ya que en conjunto son 82 diputados. A los que probablemente se sumarán los 33 socialistas.
Dice la exposición de motivos que la caza de brujas es «un claro ejemplo de la violencia y la discriminación a que las mujeres han sido sometidas a lo largo de la historia» Su origen, dice, se remonta a 1471 —nos ahorramos pues hablar de las brujas en el Imperio romano, como las que aparecen en el Satiricón de Petronio—; «en una sociedad impregnada por la misoginia», se las forzó a confesar «crímenes inverosímiles» mediante «las torturas más terribles», y «se las trató como miembros de una organización criminal liderada por el mismo diablo».
Yo te creo, hermana bruja
«Recientemente, se ha recuperado el nombre de más de setecientas mujeres que, entre los siglos XV y XVIII, fueron procesadas, torturadas y ejecutadas en la horca.» Habrá que revisar los setecientos procesos, ya que no tuvieron «ninguna garantía procesal», y restablecer la inocencia de las reas. Sólo a un obscurantista misógino y patriarcal se le ocurriría objetar que hay asuntos más importantes a que dedicar el trabajo parlamentario.
¿Y qué clase de mujeres eran las llamadas brujas? Los firmantes de la ponencia lo tienen claro: «Mujeres inmigradas, mujeres pobres, mujeres curadoras, mujeres con saberes sobre la sexualidad y la reproducción, mujeres consideradas conflictivas, mujeres viudas, mujeres gitanas…» Un muestrario pensado para que cualquiera que se sienta «nieta de las brujas que no pudisteis quemar» presente una solicitud de subvención.
Además, la exposición de motivos se remite a la revista de divulgación histórica Sàpiens —perteneciente al bien subvencionado grupo editorial Som, próximo a ERC—, que dedicó un dossier al tema el pasado marzo. En este dossier figura un Atles de la cacera de bruixes, en el que figuran las localidades catalanas donde se han documentado condenas, y también «espais d’aplec diabòlic», lo que en vasco son akelarres, tal vez por si hay quien quiere reiniciar la tradición.
Publicó Sàpiens también un manifiesto, No eren bruixes!, al que el lector está invitado a sumarse —«ya somos 11.700»—. El contenido de este manifiesto coincide, casi íntegramente, con el de la mencionada exposición de motivos, lo que demuestra que los diputados no se han tomado muchas molestias al preparar su argumentación.
La propuesta de resolución insta al Gobierno a «reparar la memoria histórica, dignificar y reivindicar, promoviendo acciones de desagravio, a todas las mujeres injustamente condenadas, ejecutadas y reprimidas a lo largo de la historia por brujería». Algo más concreto sería «impulsar estudios académicos con perspectiva de género sobre la caza de brujas y sus causas, incorporando este hecho al currículo académico» e impulsar también «acciones divulgativas para dar a conocer la caza de brujas realizada durante tantos años en Cataluña».
Por si fuera poco, «emplazar a los ayuntamientos de Cataluña a la revisión de su nomenclátor para incluir los nombres de las mujeres condenadas por brujería de su municipio». Después de la ola de calles y plazas que pasaron a llamarse «del Primer d’Octubre», ahora se anuncia otro cambio de placas para homenajear a desconocidas brujas cuyos procesos no deberían ser otra cosa que materia de estudio para eruditos.
Los feminicidios de antaño
En el Món —El Parlament “indultarà” les dones condemnades per bruixeria— la diputada de ERC Jenn Díaz sostiene que «esta disculpa oficial con las mujeres perseguidas siglos atrás tiene razón de ser porque lo que entonces fue una caza de brujas» hoy serían «feminicidios» y «se enmarca dentro de lo que se puede calificar de persecución a la disidencia».
«Ya entendemos que la propuesta no soluciona nada, pero sí existe la voluntad de hacer reparación y poder leer la historia con las herramientas que tenemos hoy en día»; es decir, se trata de reescribir la historia a partir de los prejuicios y los intereses de hoy en día, como siempre que los políticos se entrometen en los hechos del pasado.
Desde la CUP aprovechan el asunto para presentar el capitalismo como «un sistema que perseguía las insurgencias» y que aprovechaba «las prácticas contra-hegemónicas de algunas de las víctimas para acusarlas de brujería». No queda claro qué clase de capitalismo observan en la Cataluña rural de los siglos XV a XVII, pero qué más da: «Aquellas brujas eran las mujeres que resistían al sistema.»
En el Ara —El Parlament es disculpa amb les bruixes catalanes— un par de historiadores puntualizan que «las condenas se hacían a escala local, lejos del control de instituciones más elevadas y también de la Inquisición, que tuvo una posición escéptica respecto a la existencia de la brujería». Y, sobre la misoginia, que en los procesos por brujería «la mayoría de denunciantes también eran mujeres».
Por su parte, la diputada Aurora Madaula (JxCat) se congratula por esta «campaña de visibilización», que «puede servir para que cuando la gente pase, por ejemplo, por la calle Ramelleres de Barcelona, sepa que este nombre hace referencia a mujeres que fueron perseguidas». Pues no, “ramelleres” son las que hacen ramos de flores (“ramells”), o sea floristas. Habrá confundido “ramelleres” con “remeieres”, o sea herboristas —que no tienen ninguna calle dedicada—, y de ahí a bruja, con el atrevimiento que da la ignorancia. El martes será un día grande del parlamentarismo catalán.
Y para acabar el día, una película
Es toda una operación mediática, destinada a suplantar cuestiones de más enjundia, como la gestión de la pandemia o el catalán en la escuela. Lo demuestra que, el mismo día 25, TV3 estrenará Bruixes, la gran mentida, una docuficción —aunque se emitirá dentro del programa Sense ficció— destinada a concienciar a los sufridos espectadores catalanes: «Obviamente, no eran brujas: eran mujeres, y fallecieron porque sus vidas no se ajustaban a la norma. Chivos expiatorios de una sociedad tremendamente machista.» Y alerta, que aquello sucedió «en el marco de un sistema patriarcal todavía no extinto».
Informa el Cinèfil que «Bruixes, la gran mentida es una producción de Televisió de Catalunya en coproducción con Sàpiens y el apoyo de la Diputación de Lérida». El debate sobre la propuesta de resolución vendrá a ser como la tertulia subsiguiente a un programa de la televisión del régimen, y lo que debería ser una cámara parlamentaria confirmará su alejamiento de la realidad y su aproximación al reality.