Ecos independentistas: Laura Borràs y el odio entre independentistas

Informa Metrópoli Abierta que la apertura de un outlet, parecido al de la Roca, amenaza el proyecto del Hermitage en Barcelona, ya sobradamente amenazado por las trabas que le pone el Ayuntamiento: «Un fondo de inversión chino tiene un proyecto muy desarrollado para crear un nuevo centro comercial en los terrenos donde debía levantarse el Hermitage. Al tratarse de una parcela de uso comercial, los inversores no precisan un nuevo convenio, requerimiento que sí gestionó la conocida pinacoteca.»

Recuerda Metrópoli Abierta que «Gala Pin, entonces responsable de Ciutat Vella, y Joan Subirats, comisionado de Cultura, se posicionaron posteriormente en contra de un proyecto (de financiación privada) con unas cifras muy estimulantes: 52 millones de inversión, 5.000 visitantes diarios y 400 puestos de trabajo, entre directos e indirectos. La apuesta del Hermitage por Barcelona contaba con la bendición de la restauración y la hotelería, dos sectores muy castigados por la crisis del coronavirus. También ayudaría a mejorar el posicionamiento internacional de la marca Barcelona.»

Pero la decisión ya estaba tomada, y no repararon en gastos: Ada Colau se gastó 42.700 euros en los informes para decir no al Hermitage. La política de acogida en esta ciudad es extrañamente selectiva: bienvenidos los extranjeros, siempre que no tengan medios de subsistencia y haya que mantenerlos; pero a los que vengan a invertir o a gastar, complicarles la vida hasta que desistan.

El concejal Óscar Ramírez (PP) apunta a motivos ideológicos como causa de este rechazo y afirma: «Más allá de los puestos de trabajo directos e indirectos y de perder un edificio icónico, lo peor sería el golpe a la proyección internacional de Barcelona. Su construcción, en unos tiempos tan complicados como los actuales, confirmaría que Barcelona está viva y sigue siendo muy atractiva para grandes proyectos.»

¿Sobrevivirá Barcelona a otros cuatro años de los “comunes” en el gobierno municipal? Como gran capital europea, lo tiene difícil. 

Laura Borràs y el odio entre independentistas

Indignación de Jordi Barbeta ante la previsible puñalada de ERC a Laura Borràs: «Si el jueves los diputados de Esquerra Republicana de Catalunya no votan en contra de conceder el suplicatorio para que el tándem Manuel Marchena – Javier Zaragoza siente en el banquillo de los acusados a la diputada Laura Borràs, tendremos que llegar a la conclusión de que el odio y la obsesión por la destrucción del adversario ha llegado a un nivel irreversible.» El tándem es el de un juez, Marchena, y un fiscal, Zaragoza; apoyados en una investigación de la Guardia Civil, que «rehízo el informe a su conocida manera».

En este caso el interés político se superpone a la valoración jurídica: «El suplicatorio saldrá adelante porque PSOE, PP y Vox suman mayoría. Sin embargo, Unidas Podemos, después de escuchar a la diputada en comisión, ha cambiado de opinión y, a pesar de estar en el Gobierno, ha optado por abstenerse. El Partido Nacionalista Vasco votará en contra y también lo harán otros diputados españoles que, en privado, constatan que “es independentista, pero se trata de un atropello”. He aquí que ERC y la CUP marean la perdiz y se resisten a votar en contra con la única intención de mantener la sombra de duda sobre la honorabilidad de Borràs, no fuera que se la encuentren de contrincante en las elecciones al Parlament.»

La opinión de Barbeta sobre la CUP es mucho más negativa de lo que es habitual en Cataluña: «En los momentos clave siempre acaba haciendo lo que más le gusta al deep state español.» Y a los de ERC les pone en una disyuntiva. Si no votan en contra, estarán «dando por buenos los informes y las prácticas de la Guardia Civil y la actuación del fiscal Zaragoza»; además, «¿cómo podrán argumentar el día de mañana en Europa los defensores de Junqueras que la Guardia Civil y el Supremo actúan con criterios políticos?» 

Los “Equipos de Respuesta Táctica”, a juicio

Ferran Cases, de Nació Digital, cree, como Alfonso Guerra, que Montesquieu ha muerto y que la división de poderes mejor es que no exista —Terroristes en llibertat!—: «En los últimos meses hemos constatado que el gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias no controla ni la Fiscalía ni el resto de poderes duros del Estado, que van administrando justicia por su cuenta para salvar España y los poderes fácticos cómodamente instalados. Sabemos, además, que el gobierno que se reclama más de izquierdas del continente no tiene ningún plan (o es muy oculto) para revertir la situación.» 

Todo esto porque la Audiencia Nacional está añadiendo nombres a la lista de los que tienen que declarar el próximo día 30 en relación con los llamados “Equipos de Respuesta Táctica”, presuntamente «una célula de los CDR que (…) preparaban actos de sabotaje con explosivos para las protestas contra la sentencia del procés». 

Ferran Casas pone de relieve que ninguno de los detenidos en el marco de la “operación Judas”, en setiembre de 2019, está en la cárcel: «El caso es que 13 presuntos terroristas podrán celebrar hoy en libertad la verbena de San Juan en Cataluña (…) Están acusados ​​de terrorismo pero una acusación tan severa no sirve para mantenerlos en prisión a pesar de la peligrosidad que se les supone (…) El hecho es que después de meses de supuesta investigación a los terroristas debutantes ni se les han encontrado explosivos de ningún tipo ni listas de objetivos. La Fiscalía insiste, eso sí, que los CDR son terroristas. Se espera alguna prueba más que los informes de la Guardia Civil, poco amigos del rigor.»

Bailar pegados está prohibido

¿Cómo compatibilizar el distanciamiento social por razones sanitarias con el acercamiento social propio de fiestas, bailes y verbenas? Desengáñense, es imposible. Pero, para desvincularse de los rebrotes que van a venir, las autoridades no paran de emitir normas confusas y contradictorias. 

Informa Vilaweb que «la Generalitat ha publicado una resolución que establece que las zonas habilitadas para el baile en bares y discotecas continúan cerradas y, como mucho, se pueden instalar en ellas mesas para el consumo. En el supuesto de no poner mesas, no se podrá acceder a esas zonas y los establecimientos deberán establecer barreras físicas o controlar el acceso permanentemente. Sólo se permitirá el baile cuando las personas que participen sean de un grupo con contacto cercano de manera muy habitual (…) Por lo tanto, sólo se podrá bailar en fiestas privadas».

Nos recuerda el Nacional que «esta noche también se debe usar mascarilla, mantener la distancia de 2 metros y lavarse las manos» y que las celebraciones no pueden pasar de 20 personas. Pero, sea en salas de fiesta, sea en viviendas privadas, ¿cómo se puede saber si un grupo está unido por un vínculo familiar o se acaban de conocer por Tinder? Por otra parte, la gracia de bailar es hacerlo con desconocidos, no con la tía Gertrudis, y pensando en la oportunidad de un acercamiento más estrecho. Si hay que guardar la distancia de 2 metros, el baile es imposible —ya cantaba Sergio Dalma que «bailar de lejos no es bailar»—, y la conversación, insostenible. Si hay que ir con tanto cuidado con las mascarillas y el gel hidroalcohólico, que son inflamables, ¿por qué no se prohíben preventivamente los petardos y las hogueras?

Sin duda, será una revetlla diferent, como dice la Generalitat. Pero Francesc-Marc Álvaro, en La Vanguardia, con un punto de rebeldía prudente, no renuncia a bailar con extraños: «Si la hoguera me reclama, no tendré en cuenta si la persona de al lado, en el corro, es pariente, amigo o vagabundo. Bailaré con la mascarilla puesta, eso sí.» 

Como un baile de máscaras, pero sin la sorpresa final de revelar la identidad. Suerte que en este país todo el mundo se conoce.

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