Lo diré sin rodeos ni aderezos: no soporto esa exaltación de la amistad femenina en muchas de las series actuales. La representación de estas relaciones alberga demasiada cursilería y superficialidad. No me resultan creíbles. Aun así, gustan y convencen a buena parte del público. Basta presentar el amor entre amigas como un alegato feminista para hacer que el argumento funcione. La ideologización de las cuestiones íntimas y los problemas críticos presupone una compasión general, en concreto, en lo que respecta a las relaciones con otras mujeres. Es un romanticismo renovado, pero justificado ahora en lo guay que es tener amigas.
Cierto es que tener amigas es una fortuna. Una tiene que sentirse muy agradecida a la vida si tiene un grupo de mujeres capaz de escucharla, así como de aguantar sus estupideces y caprichos. Ese tipo de fidelidad es algo que difícilmente se puede comprar. La amistad es un lugar agradable, selectivo, sensible. Se traduce en abrazos analgésicos, entusiasmos compartidos y llantos sin vergüenza. Ofrece también otras ventajas, por ejemplo, las amigas siempre están ahí tanto para darte buenos consejos como para justificarte cuando prescindes de todos ellos. Te protegen y te guían. Pero no todo es de color de rosa. A propósito de la amistad una pueda sufrir daños importantes en su autoestima. Puede que esta idea no sea muy popular ahora y no encaje bien en eso de la sororidad, pero el mundo incluye un número nada desdeñable de hijas de puta.
No soporto esa exaltación de la amistad femenina en muchas de las series actuales. La representación de estas relaciones alberga demasiada cursilería y superficialidad
Mi antipatía ante la representación de la exaltación femenina puede levantar algunas sospechas. Es posible que sea incluso una forma de admitir que he sido víctima de alguna señorita, aspecto que no siempre es fácil de compartir en estos tiempos. Al menos, si atendemos a cierta proclama social que prescribe en la mujer un virtuosismo desacerbado, como si estuviera condenada a ser un eterno ser de luz. Quizá esa sea la paradoja. En la sociedad actual la mujer es representada con tanta simpleza que cuesta creer que no pueda ser buena, que no sea comprensiva y amable con las demás. Para el caso, el conflicto con alguien que en el pasado fue tu amiga entraña vulnerabilidad, vergüenza y tristeza. Romper la amistad con otra mujer se ha convertido en un tema incómodo. ¿Cómo plantear esta experiencia en términos feministas? ¿Cómo introducir aquí la perspectiva de género? Parece que el tema no tiene mucha cabida en la agenda morada y quizá las series tampoco se atreven a explorar este argumento.
Romper la amistad con otra mujer se ha convertido en un tema incómodo. ¿Cómo plantear esta experiencia en términos feministas? ¿Cómo introducir aquí la perspectiva de género?
Aunque jueguen al despiste, la rivalidad femenina no ha desaparecido. Defiendo que somos las principales responsables de acabar con los prejuicios entre nosotras, pero también de impedir que las relaciones entre mujeres se conviertan en el nuevo príncipe azul. Una relación de amistad no es un contrato de por vida. Cuando se trata de una mujer, tenemos el mismo derecho a poner límites y romper vínculos tóxicos. Optar por esto es una forma de cuidar nuestra integridad, no una soflama en contra de la desarticulación colectiva.
Ahora que he vivido y no soy tan ingenua, alcanzo a entender algunas contingencias razonables. No puedes amar ni admirar a las mujeres en su conjunto, pues la experiencia te invita a situarte. Insisto somos afortunadas por tener amigas, pero también cabe no ser idiota con respecto a la condición humana, incluida la propia. El mundo necesita más mujeres que se apoyen entre ellas, pero puede que tu vida reclame urgentemente que te deshagas, con todo el dolor de tu corazón, de esa amiga que continuamente te trata como una mierda.