Dicen las crónicas que el presidente Aragonès y el vicepresidente Puigneró «hicieron un viaje de 15 horas a Alguer en un barco averiado y con todas las áreas de ocio cerradas». Tiempo tuvieron de reflexionar si la causa puede pedirles tanto. Más que nada porque el asunto judicial seguiría su curso con o sin ellos, y por lo tanto su presencia era meramente simbólica, de caras a la galería, es decir a los que no pudieron permitirse el crucero a Cerdeña. Por cierto, durante todo ese tiempo, ¿quién estuvo en Cataluña supliendo sus funciones?
Tian Riba, en El Nacional, se ha atrevido a pedir, medio en broma medio en serio, si no un Air Force Pere, al menos «una aeronave algo más modesta (…) como tiene un coche oficial», porque la odisea presidencial fue bastante penosa: «Tras valorar el desplazamiento en avión, complicado por los pocos vuelos y las escalas, el equipo de Aragonès decidió que haría el viaje en barco. Con la compañía Grimaldi Lines. Todos los que hayan cogido un barco de estas características, los que salen de Barcelona en dirección a las islas Balears, por ejemplo, saben lo ingratas que son las condiciones. Una velocidad veinte veces más lenta que el avión, muchas horas sin cobertura telefónica, unos camarotes de baratillo y una comida perfectamente descriptible (…) Imaginar al president ―y al vicepresident― del país desplazarse en estas condiciones ―e incluso llegando cuatro horas tarde, porque se ve que se estropeó un motor―, pues, hombre, no va acorde con el honorabilidad del cargo.»
El asunto es más ridículo todavía si nos fijamos en que Puigdemont salió de la cárcel el viernes 24 en torno a las 6 de la tarde, cuando el ferry de Aragonès aún no había zarpado de Barcelona, por lo que tenía una buena excusa para cambiar de planes. No llegó a media mañana del sábado 25, como estaba previsto, sino, con un retraso considerable, hacia las 16.00 horas. A tiempo para dejarse ver en alguno de los actos del 33è Aplec Internacional 2021, un muy respetable encuentro folklórico que aquel día, según la Vanguardia, reunió a unas 800 personas.
El gasto del desplazamiento no es insignificante pero tampoco desorbitado —mucho más dinero se pierde en cargos de fantasía como el que le ha tocado a Núria Vergés, directora general de «Cures, Organització del Temps i Equitat en els Treballs»—, la cuestión es de qué ha servido y en qué aprovecha a los ciudadanos de Cataluña. Ir con todo el séquito a la provincia de Sassari para decir que la represión continúa no parece un gran éxito diplomático.
Como si lo hubiese planeado
Entrevistado por uno de los dos diarios sardos, la Nuova Sardegna, Puigdemont afirma que su arresto en Alguer fue una ofensa a todo el pueblo sardo, aunque no queda claro por qué, ya que el pueblo sardo, ni el de toda Italia, no tienen arte ni parte en este asunto. Los delitos de que se le acusa —que si rebelión, que si malversación— proceden de la justicia española y en su posible extradición algo tiene que ver la Unión Europea tratándose de un europarlamentario, pero la justicia italiana hará lo que crea oportuno sin que ningún sardo —opiniones particulares aparte— pueda sentirse ofendido.
En la entrevista destaca este apartado sobre la detención: «Si lo hubiese organizado, habría sido una operación mediática perfecta a su favor. De hecho, su detención ha provocado una ola de solidaridad y simpatía hacia él y ha reavivado el foco de atención sobre la cuestión catalana. Tan pronto como salió de la cárcel, tuiteó: “España nunca pierde la oportunidad de hacer el ridículo.”
»—¿Cree que la detención y la liberación inmediata fueron un boomerang para España?
»—Probablemente sí. Cuando me arrestaron en Alemania, tuvo el mismo efecto, hasta el punto de que mi abogado alemán me preguntó si había planeado la detención. Esto se debe a que hubo un rumor, divulgado por la prensa española y recogido por la alemana, según el cual yo había planeado mi encierro para obtener este resultado. Obviamente no, no planeé nada, pero es cierto: fue un boomerang. En menos de veinticuatro horas [estas son las que pasó en prisión en Italia] España ha obtenido una derrota en su imagen internacional.»
En zona brumosa
Sobre lo que va a pasar en un futuro inmediato, Ernesto Ekáizer, en el Ara —El pulso Puigdemont-Llarena—, atribuye a una «fuente judicial» este análisis: «Un juez que te deja salir del país en medio de una orden europea de detención es un caso único, no se da jamás. Por tanto, la entrega de Puigdemont tiene menos futuro que un caramelo en la puerta de un colegio. Porque las pistas que van dando es que no lo van a entregar, aunque será un tribunal, diferente de la juez de guardia, el que va a decidir. Los jueces italianos dirán que Llarena cuestiona el auto del TGUE pero ese auto es una realidad. En una zona tan brumosa, como no lo tenemos claro, lo dejamos en manos del TGUE. Y ancha es Castilla.»
El lunes 4 de octubre, a las 9, Puigdemont tiene cita en el juzgado y ha prometido asistir —Sarò a Sassari—. Lo que L’Unione Sarda, el otro diario de la isla, llama la variada galaxia independentista sarda, que ya se movilizó para mostrar sus simpatías por el líder catalán, tiene previsto manifestarse ante la sede judicial. Son un montón de partidos, grupos y asociaciones, como ProgReS, IRS, Torra, FEM-Mare Nostrum, Sardigna Natzione, Caminera Noa, Sa Domo de Totus, nada conocidos fuera de la isla y no demasiado dentro de ella, todos extraparlamentarios en este momento.
En el caso que Puigdemont no se presentase ante el tribunal de apelaciones de Sassari, «el recorrido judicial deberá concluir por parte de Italia con un veredicto de sobreseimiento». ¿Acudirá también Aragonès a mostrar su apoyo? Por el momento, la cuestión de la posible extradición de Puigdemont ha servido para diluir el ya de por sí escaso interés que despertaba el debate de política general en el Parlamento.