La Diada de 2021 ha dejado varias imágenes, cuando menos, curiosas. La primera de ellas, la del fracaso total del separatismo, que no ha logrado, ni de lejos, el éxito de convocatorias anteriores. La cifra de 400.000 asistentes proporcionada por los organizadores ha sido rebajada por la Guardia Urbana a 108.000 personas. Y, probablemente, haya sido aún menor.
La segunda imagen sorprendente ha sido la de militantes de la CUP quemando fotografías del presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, en la manifestación paralela que cada año convocan más o menos a la misma hora que la de la ANC y Òmnium Cultural. Podría pensarse que tiene su lógica que un grupo de ultras queme fotografías de un cargo público en forma de protesta. El problema en este caso es que se trata de militantes de un partido que apoya a Aragonés y a ERC en el Govern. Los cupaires con cargo amagan desde hace varias semanas con romper el acuerdo pero, de momento, la cosa no pasa de amenazas. Volverán a mostrar su rechazo al presidente autonómico en la manifestación convocada para el día 19 contra la ampliación del Aeropuerto del Prat.
La desmovilización y la sensación de fracaso es tan grande que ni siquiera los más radicales han protagonizado las protestas a las que ya tienen acostumbrados a los barceloneses. Se han limitado a lanzar rollos de papel de baño y algunos objetos a las puertas de la Comisaría de la Policía Nacional en la Vía Laietana. Un alboroto que ha tenido como resultado la detención de dos radicales por desórdenes públicos y atentado contra agente de la autoridad, respectivamente.