Se acerca el 11 de septiembre y mi mente regresa a 2009. Desde hace unos años es algo que no puedo evitar. Ese año ocurrieron una serie de hechos que fueron el pistoletazo de salida de la deriva separatista hacía la independencia unilateral.
¿Qué ocurrió en 2009? La corrupción, la maldita corrupción que durante décadas y aún hoy ha arrasado las arcas públicas de Cataluña. Tres casos explotaron ese año. En uno de ellos tuve la «suerte» de formar parte de la acusación popular. Y entrecomillo suerte, porque ejercer la acusación contra el imperio político y familiar de los Pujol y contra toda la trama de corruptos en Cataluña no era plato de buen gusto para casi nadie. Entonces, casi como ahora, era ponerte en la diana de determinados personajes.
La bomba atómica, aunque no la primera en caer, fue la entrada y registro en el Palau de la Música, destapando la financiación irregular de Convergencia
La bomba atómica, aunque no la primera en caer, fue la entrada y registro en el Palau de la Música, destapando la financiación irregular de Convergencia por, como no, comisiones ilícitas. Un registro que puso nerviosos a muchos, dentro y fuera de Convergencia.
La segunda fue la instrucción del Caso ITV, con la imputación de Oriol Pujol, el delfín, y de otros cargos como Josep Tous, que había sido Director General de Consumo y Seguridad Industrial. De ejercer la acusación en las declaraciones de los diferentes cargos que fueron desfilando por el TSJC guardo dos recuerdos. Uno, el bueno, el jurídico. El segundo, el malo, es escuchar de primera mano como se apropiaban del dinero de todos, en una trama de corrupción que se creía impune. Impune porque llevaban 40 años gobernando sin que nadie les levantara ni la esquinita de la alfombra.
Llevaban 40 años gobernando sin que nadie les levantara ni la esquinita de la alfombra
Y el tercero el Caso Pretoria, con Prenafeta – persona de máxima confianza de Pujol- y Alavedra – su consejero de finanzas- a la cabeza.
No deja de sorprenderme, como comentaba con una buena amiga estos días, que en Cataluña, en España, los ciudadanos sean tal olvidadizos con la corrupción. Por eso es tan necesario recordarla.
Y recordar que fue ese motivo, y no otro, el de tapar sus miserias con el gran manto de la estelada, el que les llevó a la operación de marketing de la Diada de 2012. Ese fue el motivo, estoy convencida de ello, por el que Mas y los suyos deciden que deben dar un golpe de timón y abrir un período de confrontación con el Gobierno de España amenazando con una independencia unilateral.
Esa estelada que a día de hoy sigue escondiendo los millones de euros que desde el Govern se destinan a chiringuitos con la excusa del ‘procés’
Una estelada que no venía más que a cubrir ese llamado 3%. Esa estelada que a día de hoy sigue escondiendo los millones de euros que desde el Govern se destinan a chiringuitos con la excusa del procés. Que sigue alimentando a los de entonces. Y ahora, además nos roban sobre lo robado, por ejemplo con la decisión de avalar con fondos públicos la responsabilidad por presunta malversación que les exige el Tribunal de Cuentas.
El 11S, esa fecha vinculada a la corrupción, no puede seguir siendo la Diada de nuestra tierra. No podemos seguir permitiéndoles que tapen sus trapicheos. Necesitamos, para cambiar el rumbo de esta historia, tener una festividad limpia, una festividad de unión, de convivencia y de igualdad. Necesitamos que el 23 de abril, sea, de una vez por todas el Día de Cataluña. ¡Feliz Sant Jordi!