El sexismo continúa siendo un motivo de preocupación en la carrera científica. Aunque la presencia de las mujeres en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM) se ha democratizado con el paso de los años, no hay que subestimar las barreras a las que muchas mujeres se enfrentan todavía a día de hoy. Según datos del Instituto de Estadística de la Unesco (IEU), a nivel mundial, menos de un 30% de las personas que se dedican a la investigación y la ciencia son mujeres. ¿Corresponden estos datos a una elección individual o esas diferencias de género se relacionan de forma significativa con los prejuicios y roles de género?
Menos de un 30% de las personas que se dedican a la investigación y la ciencia son mujeres. ¿Corresponden estos datos a una elección individual o esas diferencias de género se relacionan de forma significativa con los prejuicios y roles de género?
En las últimas décadas hemos sido testigos de un avance muy importante en la participación de las niñas en la educación. En la actualidad, la tendencia global es bastante positiva y podemos hablar de que la paridad de género se ha logrado en la educación primaria, secundaria y superior (IEU, 2015). Sin embargo, todavía persisten determinados obstáculos para que niñas y jóvenes completen su formación: el matrimonio infantil, el embarazo no deseado, la violencia sexual, las normas culturales que anteponen la educación de los varones o la perpetuación de los roles de género, en los cuales las niñas y jóvenes asumen las tareas de cuidado de la familia y el hogar. Obviamente estas desigualdades fluctúan mucho entre regiones y países, así como entre zonas rurales y urbanas.
En lo que respecta a las diferencias de género en las disciplinas STEM, algunos estudios apuntan que los estereotipos que relacionan la tecnología y las matemáticas con el dominio masculino afectan negativamente a las niñas desde educación primaria (Fleer, 2007; Simpson y Linder, 2016). En esta línea, según una investigación publicada en 2017 en la revista Science, los estereotipos de género influyen en los intereses de las niñas, especialmente a partir de los seis años. Esto supone que muchas de ellas, al asociar la inteligencia a la masculinidad, se acaban desmotivando y con ello, dejan de identificarse con carreras influyentes y respetadas, como la ciencia y la filosofía.
Según una investigación publicada en 2017 en Science, los estereotipos de género influyen en los intereses de las niñas, especialmente a partir de los seis años. Esto supone que muchas de ellas, al asociar la inteligencia a la masculinidad, se acaban desmotivando y con ello, dejan de identificarse con carreras influyentes y respetadas, como la ciencia y la filosofía
No obstante, esa brecha de género se amplía considerablemente cuando se inicia una formación más especializada, es decir, durante la educación secundaria. Varias investigaciones apuntan que es mucho más complicado implicar a las estudiantes en las materias de ciencias durante la adolescencia. Cuando llegamos a la educación superior, la diferencia es aún mayor. Si bien la presencia de las mujeres es alta en aquellas carreras relacionadas con la salud, estas se encuentran infrarrepresentadas en el resto de disciplinas STEM.
A tenor de este contexto, se habla de tubería que gotea (en inglés, leaky pipeline) para hacer referencia a los agujeros que sabotean la presencia de las mujeres en las profesiones STEM. Entre esos agujeros se encuentra, como reseñamos anteriormente, la ausencia de referentes femeninos en las niñas y la existencia de sesgos y estereotipos de género. También se identifican otros factores como la falta de conocimiento sobre las competencias profesionales y salidas laborales de las carreras STEM y las expectativas sociales y familiares relacionadas con el desempeño de las jóvenes. En ese sentido, las creencias que el profesorado, la familia o el grupo de iguales mantengan sobre el rendimiento de una chica pueden provocar que su autoestima disminuya (efecto Golem) o por el contrario, se incremente (efecto Pigmalión).
Para aumentar la participación de las mujeres en las carreras científicas es muy importante contar con referentes. En 2018, una investigación liderada por Microsoft concluyó que el número de niñas interesadas en STEM en Europa, prácticamente se duplica cuando tienen un modelo que las inspira. Sin duda, estos resultados esbozan nuevas estrategias para favorecer las carreras STEM en las chicas y dan sentido, a su vez, a aquella brillante frase de la astronauta Sally Ride: «No puedes ser lo que no puedes ver». Pero, ¿hay suficientes referentes para inspirar a las jóvenes en el mundo de la ciencia y la tecnología?
En 2018, una investigación liderada por Microsoft concluyó que el número de niñas interesadas en STEM en Europa, prácticamente se duplica cuando tienen un modelo que las inspira
La respuesta es sí. Pero cabe asimismo reflejar cómo muchas figuras se han perdido a lo largo de la historia, siendo a menudo reducidas a ayudantes o asistentes de laboratorio; o continúan estando a día de hoy invisibilizadas. Figuras como Hipatia de Alejandría, Ada Lovelace, Marie Curie o Hedy Lamaar se visibilizan a menudo en el ámbito educativo, pero se descuida la curiosidad por otras muchas mujeres. Quizá los adultos tengan que hacer un esfuerzo por indagar y ampliar arquetipos, incluyendo también a aquellas que están de plena actualidad como Andrea Ghez, Kizzmekai Corbertt, Linsey Marr, Shanna Swan, Jennifer Doudna o Emmanuell Charpentier, entre tantas otras.
La decisión de estudiar una carrera STEM puede responder a varias cuestiones, entre ellas, la preferencia personal. Sin embargo, considerando los estudios citados anteriormente, cabe plantearse cómo se enseña en las aulas y se fomentan las vocaciones STEM desde la infancia. Para poner fin a lo que puede ser un problema estructural es necesario pensar y actuar como científicos. No basta con que las mujeres en ciencia se hagan visibles. Además, nunca habría que reducir esa visibilidad a una mera cuestión de género, descuidando con ello sus logros laborales. Es importante que las instituciones contribuyan a la búsqueda de soluciones para aumentar la equidad salarial o la diversificación del liderazgo en los departamentos.
Es fundamental trabajar para que la infancia no se convierta en la etapa que mina la confianza de las mujeres y la condena a la complacencia y la fragilidad
De la misma forma, es fundamental trabajar para que la infancia no se convierta en la etapa que mina la confianza de las mujeres y la condena a la complacencia y la fragilidad. Para ello, es clave facilitar programas escolares que influyan significadamente en el interés de las chicas en las materias STEM sin desatender aspectos básicos relacionados con la autoimagen y el autoconcepto, la disciplina positiva y los estereotipos de género. Incluso si somos conscientes de que esta vía de trabajo ayuda y no soluciona, resulta fundamental consolidar esos programas y que no se reduzcan a meros eslóganes políticos. Por ahora no tenemos soluciones únicas, pero sí algunas buenas ideas para despertar el interés científico en las mujeres del futuro.