El separatismo más radical, representado sobre todo por activistas y políticos cercanos a Junts, ha iniciado una campaña para mostrar su total rechazo a la posibilidad de que el Gobierno presidido por Pedro Sánchez otorgue el indulto a los independentistas condenados por el 1-O. Así lo han demostrado, entre otros, la Assemblea Nacional Catalana (ANC), el exdiputado de Junts Lluís Llach o la presidenta del Parlament, Laura Borràs.
Lo cierto es que ninguno de los nueve condenados que cumplen penas en distintas prisiones de Cataluña ha solicitado personalmente esta medida de gracia. La primera petición la formuló a título personal el abogado Francesc Jufresa y, posteriormente, se fueron presentando otras como la del sindicato UGT. En su perfil de Facebook, Jufresa lleva semanas lamentando el retraso en la decisión del Gobierno y la polémica en torno a esta decisión. Este lunes, además, ha indicado que espera que los indultos «cumplan el fin esencial» para el que los solicitó, es decir, «libertad para los políticos catalanes y convivencia normal en Cataluña».
La ANC quiere volver a las calles
Sin embargo, el independentismo más radical no comparte en absoluto la idea de que el indulto vaya a solucionar lo que ellos llaman «el conflicto». Es el caso de la ANC, cuya presidenta, Elisenda Paluzie, reclamaba este domingo en un acto en Cornellà «espíritu de lucha y de combate», «no cooperación» y «confrontación en todos los ámbitos». Paluzie exigía a los separatistas «recuperar las calles» y anunciaba «apoyo mutuo y colaboración total» con el Consell per la República de Carles Puigdemont.
Sin mencionar directamente a ERC, Paluzie criticó la «paradoja» de que, a pesar de tener un Govern independentista formado por republicanos y posconvergentes, los separatistas se han instalado «en el desánimo y la decepción». «Día a día», relató la presidenta de la ANC, «nos hacen sentir como si hubiéramos vuelto a los años del Estatut de 2006, mirando hacia el Estado, esperando concesiones del Estado, cayendo de nuevo en la trampa del poli bueno y poli malo».
¿Rehenes o ‘colaboracionistas’?
La posconvergencia, por su parte, intenta a como dé lugar que los indultos no sean una realidad. Siguiendo la misma estrategia que con la mesa de diálogo, los de Junts llevan días utilizando las redes sociales para crear clima contrario no solo a la concesión de este perdón sino a sus destinatarios. El último argumento pasa por la denuncia de que se trata de indultos «reversibles» que convertirán en rehenes a sus beneficiarios. Así lo ha denunciado, por ejemplo, el ex asesor en política internacional de Quim Torra, Aleix Sarri.
El exdiputado de Junts Lluís Llach, por su parte, ha publicado un tuit en el que sibilinamente responsabiliza a ERC de cómo afectará al procés este perdón del Gobierno. «Eso de los indultos solo les puede salir bien si los grupos independentistas les ayudan a que salga bien», ha tuiteado.
Sí a la amnistía
Contraria a los indultos se ha mostrado siempre la actual presidenta del Parlament, Laura Borràs. Durante la pasada legislatura y como diputada en el Congreso mostró en numerosas ocasiones su rechazo a esta medida apelando a que lo único justo sería la amnistía. Borràs, que no da puntada sin hilo, no olvida nunca, eso sí, mencionar el sufrimiento de los familiares de los condenados y la necesidad de no jugar con sus esperanzas.
La situación es realmente sorprendente. Que la derecha y la ultraderecha separatistas se opongan a una medida de gracia hacia los condenados del 1-O solo puede entenderse como parte de la guerra soterrada que mantiene Carles Puigdemont contra ERC.
Y es que no se puede obviar que el indulto rehabilitaría al líder de los republicanos, Oriol Junqueras. Un político con una imagen mucho más amable y atractiva que la del fugado en Waterloo, tanto dentro como fuera de Cataluña. Un Junqueras indultado y con capacidad para retornar a la política activa podría fácilmente convertirse en un presidente de la Generalitat dispuesto a negociar todo con el Estado y sin renunciar a su objetivo independentista. Algo que el separatismo radical no está dispuesto a aceptar.
El separatismo ha perdido el 30% (casi 1 de cada 3) de los votos que obtuvo en 2017: de 2.079.000 a 1.456.000, més de 623.000 catalans han dit adéu al prusés, la secesión ya no les ilusiona, no ven necesario movilizarse.En 2019 hubo cuatro elecciones en Cataluña y , en todas, el separatismo perdió más de 300 mil votos.