Se podía sentir la brisa de un paseo al atardecer por la orilla del Guadalquivir. La paz de una tarde de verano en las marismas o el polvo del camino en el mismísimo Rocío. Su voz consiguió transportar a todo el público que lo escuchaba en el auditorio de Cornellá hasta el mismísimo corazón de Andalucía.
Su voz es como un AVE de alta velocidad capaz de conectar culturas, gentes y tradiciones. Y esa es la realidad de Cornellá, de Barcelona y de toda Cataluña, donde sus gentes, las nacidas aquí y las llegadas de todos los puntos de España, han conseguido una riqueza cultural envidiada por cualquier país del mundo.
Silencio por un torero, clamaban los presentes. Y no estaba preparado, admitió el artista a El Liberal después de la actuación. Su repertorio, escogido con mimo, no había previsto este tema que el público pedía con euforia. Sin embargo, la improvisación superó cualquier expectativa.
Y así, su talante y su movimiento recuerda al del torero paseando por la plaza.
Decía Bertín Osborne que Lombo le había regalado uno de los momentos más emotivos de su vida. Y no es de extrañar. Pocas palabras pueden explicar el arte que el de Dos Hermanas derrochó anoche en lo alto de esa tarima.
Pocas palabras pueden explicar el arte que el de Dos Hermanas derrochó anoche en lo alto de esa tarima.
Dicen que «en Manuel Lombo resalta todo un hervidero de ideas, catalizador de proyectos y realidades con exquisito cuidado en su puesta en escena como el de llevar el flamenco a lugares sacros y grandes espacios. Las catedrales de Sevilla, Málaga, Pamplona, Salamanca, Córdoba y Cádiz, entre una innumerable lista de templos de estas características han sido escenario de su música durante los últimos ocho años.
Esta vez ha sido Cornellá la afortunada de la visita de un cantautor capaz de cautivar hasta al más alejado de la cultura flamenca.
«Esta vez ha sido Cornellá la afortunada de la visita de un cantautor capaz de cautivar hasta al más alejado de la cultura flamenca«.
El Festival de Arte Flamenco de Cataluña cumple su 38 aniversario con actuaciones de primer nivel como la que anoche pudieron presenciar todos los que allí se hallaban, callados y con los sentimientos a flor de piel.
Pero por si fuera poco, su voz no iba sola. Los coros y palmas de Laura Marchena, Cristina Tovar y Óscar Robles engalanaban cada nota de una voz a la que parece no faltarle nada.
¿Y qué decir de Pedro Sierra?. El de Cornellá no toca la guitarra. La acaricia. La acaricia igual que acaricia un abuelo a su nieto a la salida del colegio. Y es que de ahí viene su pasión por el instrumento, confesaron sus tíos a este diario a las puertas del auditorio. Sierra heredó su amor por las cuerdas del abuelo materno.
Poco más que decir queda de una actuación difícil de explicar. Hay que vivirla. MA-RA-VI-LLO-SA. Sin más.