Si algo debería entender el constitucionalismo catalán es que la división del espacio de centro y derecha imposibilita una mayoría alternativa al independentismo. Los resultados del 14-F son meridianamente expresivos de esta realidad. Pero también el de las anteriores autonómicas.
Comparto, y he escrito en numerosas ocasiones desde hace años, que tanto PP como PSC son corresponsables de la situación a que se ha llegado por sus cesiones al nacionalismo para gobernar en Madrid y su renuncia a dar la batalla ideológica contra el independentismo. También que Pujol fue absolutamente desleal y que, bajo la apariencia de moderación, recordemos su declaración de español del año por el ABC, fue imponiendo el relato independentista diseñado en el Programa 2000.
Evidentemente, no se trata de reiterar los errores pero tampoco de resignarse a perder elección tras elección ante el independentismo en base a mantenerse cómodo en un rincón del cuadrilátero electoral, lanzando reproches a diestra y siniestra.
No se trata de reiterar los erros pero tampoco de resignarse a perder elección tras elección ante el independentismo en base a mantenerse cómodo en un rincón del cuadrilátero electoral, lanzando reproches
Es necesario construir una alternativa sobre nuevas bases y, en estos momentos, hay una amplia conciencia en la sociedad catalana de que hay que pasar pagina del procés y romper la división identitaria elemento determinante del mantenimiento de los bloques electorales.
Para conseguirlo es necesario tejer una amplia confluencia que vaya desde el PP hasta el catalanismo no independentista y leal a la Constitución, que lo hay, pasando por lo que quede de Ciudadanos. En el centro izquierda ya tenemos al PSC de Illa que, sin duda, ha cambiado el discurso histórico de los socialistas frente al independentismo. Una oferta que visualice la reconciliación y que priorice lo que nos une a lo que pueda separarnos. Una apuesta que sea capaz de ofrecer un programa de gobierno a ocho años que priorice la gestión pero que también combata la hegemonía ideológica del independentismo, sobre la base de que la independencia no es que no sea posible, todo es posible, si no que es indeseable para los catalanes.
Una apuesta que sea capaz de ofrecer un programa
de gobierno a ocho años que priorice la gestión
pero que también combata la hegemonía
ideológica del independentismo
Los sectores históricamente más activos contra el nacionalismo manifiestan su desconfianza hacia el catalanismo, al que equiparan con el nacionalismo. Ya he destacado la deslealtad de Pujol. Pero, a día de hoy, amplios sectores del llamado catalanismo, conscientes de la decadencia de Cataluña a que ha abocado el procés, apuestan inequívoca y lealmente por un cambio de gobierno y dejar atrás las veleidades independentistas.
Lo ideal, desde mi punto de vista, sería crear un nuevo partido al estilo de UPN, de obediencia únicamente catalana, de los catalanes no independentistas, los grandes olvidados y marginados. Pero eso es imposible a día de hoy. El PP catalán, siguiendo indicaciones de Casado que sabe que Cataluña es uno de sus agujeros negros para alcanzar la Moncloa, ha movido ficha con las declaraciones de su secretario general, Santi Rodríguez.
Lo ideal sería crear un nuevo partido al estilo de UPN, de obediencia únicamente catalana, de los catalanes no independentistas, los grandes olvidados
Pero no se trata de que el centro derecha se presente bajo las siglas del PP, por mucho que sus expectativas hayan mejorado tras las elecciones madrileñas, sino de visualizar una confluencia de fuerzas en forma de coalición electoral que muestre la capacidad de pacto y de unión de diferentes. Hay que recuperar votantes desencantados de la deriva independentista y conscientes de la ruina a que nos aboca la continuación del procés. Y los que no se sientan cómodos ya tienen a VOX.
Es una tarea difícil pero a día de hoy existen las condiciones para que sea posible. Sin gobernar Cataluña no hay manera de acabar con la pesadilla que vivimos.