ECOS INDEPENDENTISTAS | A vueltas con el Consell per la República

Toni Comín en un acto del Consell per la República de Carles Puigdemont.
Toni Comín en un acto del Consell per la República de Carles Puigdemont. Foto: Europa Press

Por encima del gobierno real, el gobierno imaginario. Lo que demora la constitución de un gobierno de verdad —mejor o peor, eso habrá que verlo— son las elucubraciones en torno al gobierno de mentira. Antes de tomar los mandos del ejecutivo de la Generalitat hay que acordar qué hacer desde el gobierno en el exilio, el llamado Consell per la República.

Eso es lo que se desprende de este artículo de Odei A.-Etxearte en Vilaweb: Què atura la reformulació del Consell per la República?. JxCat pide a ERC que asuma la estrategia de «confrontación inteligente» resumida en el documento Preparem-nos. Y a nadie se le escapa que si ERC lo hiciera, aunque sólo fuera de boquilla, significaría la sumisión a su socio y sin embargo enemigo JxCat.

Desoyendo el consejo de Guillermo de Ockham, el artículo multiplica las entidades. Menciona la «dirección colegiada del movimiento independentista», el «estado mayor» y la «mesa de dirección estratégica», que tal vez son una y la misma cosa, que podrían entrar, o no, en el Consell per la República «como un tercer órgano, al lado del ejecutivo y del representativo (Assemblea de Representants)».

Recordemos que para esta asamblea, de 121 miembros, hay elecciones convocadas el mes de junio, en las que podrán votar los cerca de 97.000 miembros (a día de hoy) del Consell per la República. Miembros que, para serlo, han de convertirse en donantes, con lo que se puede decir que la nueva república empieza implantando el voto censitario. Pues poca cosa van a poder decidir si por encima, además del Consell de Govern, tienen un «tercer órgano», de composición ignota, que llevará los asuntos importantes.

¿Aquí quién manda?

El Consell de Govern, nombrado por el «presidente en el exilio», tiene en este momento 17 miembros, entre los que figuran en primer lugar los tres europarlamentarios —Puigdemont, Comín y Ponsatí—; un dirigente de la ANC y otro de Òmnium; algún ilustre figurante, como Lluís Llach, y representantes de partidos espectrales —como Demòcrates de Catalunya, Solidaritat Catalana per la Independència, Independentistes d’Esquerra, Moviment d’Esquerres, Reagrupament, y Verds de Catalunya— para dar la impresión de un frente unido de fuerzas independentistas.

Hay un representante de ERC, pero de bajo perfil, y la CUP está y no está, como el gato de Schrödinger: no está pero sí hay uno de Poble Lliure, que es un partido integrante de la CUP. También figura Aurora Madaula, perteneciente a algo llamado Acció per la República, y que ahora deberá compaginar su papel en las instituciones en el exilio con su función de secretaria segunda en la Mesa del Parlamento.

Por el momento, afirma Etxearte, ERC «insiste en que el CxR y Puigdemont no pueden «tutelar» la Generalitat, con Pere Aragonès en la presidencia, después de haber superado a JxCat en escaños y en votos». La diferencia es escasa, un solo escaño y unos 35.000 votos, pero no es una cuestión de más o menos votos sino de principio: el presidente de la Generalitat, y su gobierno, están sometidos a las leyes vigentes, no a entidades radicadas en el extranjero que nadie sabe ante quién responden.

Por su parte, la CUP está de acuerdo en desarrollar «estructuras paralelas necesarias para la confrontación democrática con el estado»; la ANC tiene «el convencimiento de que el CxR debe ser clave en la internacionalización del conflicto y en la preparación para hacer efectiva la independencia», y Òmnium, cómo no, se ofrece para «ayudar a crear y fortalecer espacios de coordinación». En definitiva, lo de siempre: mucha retórica estratégica, mucha invocación a la unidad y la casa por barrer.

Falta liderazgo

Mientras tanto, sea el Consell per la República —y la estrategia de confrontación que impulsa— el gran escollo o sólo uno de ellos, prosiguen las negociaciones a un ritmo que sería enervante si la mayoría de la población no hubiera ya desconectado de la política procesista. El sábado 1 de mayo ha tenido lugar otra cumbre en Lledoners. Ya van dos esta semana, y seguimos sin nada que llevar a los telediarios.

Mientras tanto, sea el Consell per la República —y la estrategia de confrontación que impulsa— el gran escollo o sólo uno de ellos, prosiguen las negociaciones a un ritmo que sería enervante si la mayoría de la población no hubiera ya desconectado de la política procesista

Comentando la primera, Joan Queralt, en el Nacional —Cumbre en la prisión—, lanza esta puya: «Hemos asistido a una cumbre entre ERC y JxCat, entre Oriol Junqueras y Jordi Sànchez, en la prisión de Lledoners. Teniendo en cuenta que esta es su injusta e ilegítima residencia, no parece que fuera necesario tardar tanto para este «encuentro», por mucho que concurrieran segundos o terceros espadas, y escenificarla como se ha hecho. Sobra escenografía, mala, y falta acción política, buena.»

Y resume así el drama del momento: «Si se quiere construir una república, con sus estructuras, hay que empezar por tener unos buenos planos y unos arquitectos de primera (…) Hay que hacer política y mostrar liderazgo (…) Sin liderazgo político no hay futuro, por muchas cumbres que se hagan o el lugar donde se hagan.»

Elemental. Y si no se quiere construir una república y sólo se quiere gestionar dignamente los asuntos públicos, pues también lo mismo. Después de ver cómo nuestros arquitectos han sido capaces de empezar a construir la casa por el tejado y no han sido capaces de reaccionar cuando el tejado se les ha caído encima, empieza a ser hora de cambiar de arquitectos. O al menos de cambiar de planos, dado que el electorado ha renovado su confianza en ellos.

Después de ver cómo nuestros arquitectos han sido capaces de empezar a construir la casa por el tejado y no han sido capaces de reaccionar cuando el tejado se les ha caído encima, empieza a ser hora de cambiar de arquitectos

Las peores previsiones se van cumpliendo. Estamos como hace dos meses, o dos años: los que no se entendían siguen sin entenderse. He aquí a dos partidos que no tienen más remedio que entenderse, pero que son incapaces de hablar el mismo lenguaje. Y encima con la CUP, como siempre, vigilando que no lleguen a ningún consenso que beneficie mínimamente al país.

Toni Soler, en el Ara —Els dos ultimàtums—, defiende la postura de ERC y teme la estrategia de los otros: «Una estrategia que, por vías diferentes, nos puede conducir a un callejón sin salida de larga duración y desenlace muy incierto.»

No es el primero que la formula, pero la alternativa cada vez suena más fuerte: «El acuerdo sigue lejos y, en teoría, ERC debería empezar a plantearse un Gobierno en solitario. Si no lo hace, el control del tiempo pasa totalmente a manos de JxCat.»

He aquí a dos partidos que no tienen más remedio que entenderse, pero que son incapaces de hablar el mismo lenguaje. Y encima con la CUP, como siempre, vigilando que no lleguen a ningún consenso que beneficie mínimamente al país

El tiempo, por suerte, lo controla la ley, y por ley ha de haber nuevo presidente el 26 de mayo, o vamos a otras elecciones. JxCat, o al menos Jordi Sànchez, ya ha descartado forzar nuevas elecciones; pero nunca se sabe, porque no van a hacer presidente a Aragonès a cambio de nada, o de menos que nada, porque muchos postconvergentes o neoconvergentes se quedarían sin cargo.

Soler también advierte del peligro: «Jugar el farol del Gobierno en solitario implica apostar por la geometría variable. Pero Aragonès también debe ser consciente de que el próximo otoño, si no mejora la situación y la represión continúa, el riesgo de una nueva Urquinaona crecerá exponencialmente.»

¿Otra? ¿Cuál sería el pretexto esta vez? ¿La represión? Porque cláusulas como «la represión continúa» o «la represión sigue imparable» o «la represión que sufrimos» empiezan a ser una constante en los artículos independentistas, vengan o no a cuento, y no suelen venir. Ya somos mayorcitos para saber que batallas como la de Urquinaona no se producen por casualidad, que se preparan con tiempo y quiénes son sus responsables intelectuales. ¿Es éste tal vez el gran tema de discusión en las negociaciones, cuándo y cómo se monta otro pollo al estilo de los anteriores?

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