La canasta desmontada de la Barcelona desnortada

Canasta desmontada en Barcelona.

En la plaza de Terenci Moix, en el barrio del Raval, uno de los más desfavorecidos y multiculturales de la ciudad, detrás de la biblioteca de la facultad de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna había una pista de baloncesto, dotada con canastas cuya red estaba formada por cadenas metálicas, estilo Bronx, donde la gente joven del barrio jugaba a este deporte. Desde hace unas semanas, no hay canastas, suponemos que una brigada municipal procedió a desmontarlas y a dejar inutilizable la pista. 

Después de un año de pandemia y a pesar de que se trata de un deporte al aire libre practicado por gente joven, alguien del Ayuntamiento que no conocemos debió pensar que jugar al baloncesto en el exterior representaba un riesgo para la salud pública inaceptable, aunque de facto ya están levantando las restricciones en este área. 

Es muy fácil mandar a una brigada a desmontar canastas y muy difícil ordenar a la guardia urbana que proceda a disolver los botellones

Igual es ese mismo alguien el que permite cada noche, en especial los fines de semana, que se celebren botellones multitudinarios en la mencionada plaza. Es muy fácil mandar a una brigada a desmontar canastas y muy difícil ordenar a la Guardia Urbana que proceda a disolver los botellones, a pesar de que, sin duda, representan un mayor riesgo para la salud pública. 

Lo de mens sana in corpore sano les parece de alto riesgo. El botellón o lo que se metan en el cuerpo los participantes en esos encuentros al parecer no lo es. La canasta desmontada es una de las muchas imágenes de la Barcelona desnortada, donde no solo se toman malas e incoherentes decisiones, sino que además se toman a deshora. 

Una cosa es recuperar el legado del Plan Cerdà y buscar zonas verdes y otra es dificultar el necesario fluir de personas y bienes por las arterias de la ciudad

Destrozar el ensanche, pintar de colorines las calles y llenarlas de bloques de hormigón, aprovechando el confinamiento, con la excusa de que hace falta espacio para mantener la distancia social es otra. Considerar al coche como el gran enemigo de Barcelona, cuando es la primera industria de nuestro entorno es otro grave despropósito. La lucha contra el ruido y la polución se resuelve promoviendo la migración al coche y a otros vehículos eléctricos más silenciosos y no contaminantes, no dificultando el tráfico y colapsando las calles. Una cosa es recuperar el legado del Plan Cerda y buscar zonas verdes y otra es dificultar el necesario fluir de personas y bienes por las arterias de la ciudad.  Una calle no es un jardín ni lo será por mucho que se empeñen. Es más fácil poner un bulto en medio de una calle que recuperar el interior de una manzana y convertirlo en un parque.  

En vez de asumir retos se opta por el camino fácil para hacerse notar, que parezca que algo hacemos. Lo más fácil molestar. Se desmontan canastas, pero no se evitan ni disturbios ni botellones.  

Las borracheras y la pereza nunca han construido nada bueno. Ocúpense en crear riqueza, cuidar de la salud de los ciudadanos y garantizar el orden público y tener la ciudad limpia, en vez de pintarrajearla

Lo más triste es que estás actuaciones ni tan siquiera generan debate. Una sociedad adormecida por el miedo y el conformismo y con una alcaldesa que hace y deshace con tan solo el soporte directo del 13,7 % del censo electoral. Es decir, casi 9 de cada 10 habitantes con derecho a voto de la ciudad no la respaldaron. Ni siquiera fue la minoría más votada de una sociedad fragmentada e incapaz de construir un mínimo consenso. Al menos podríamos implantar el sistema francés de elecciones a doble vuelta y en vez de estar a la merced de componendas políticas, elegir entre el que nos parezca menos malo de los candidatos más votados en la primera vuelta. 

Hagan el favor de volver a montar la canasta y eviten los botellones, fomenten las buenas prácticas y persigan las malas. Las borracheras y la pereza nunca han construido nada bueno. Ocúpense en crear riqueza, cuidar de la salud de los ciudadanos y garantizar el orden público y tener la ciudad limpia, en vez de pintarrajearla y convertirla en una pista de rally llena de obstáculos. 

No podemos seguir decayendo. Procede un cambio de tercio, que debe empezar por ser más exigentes con los que nos gobiernan, pedirles cuentas de sus actuaciones, apoyarlas cuando sean acertadas y criticarlas cuando no lo sean, forzándoles a rectificar. Al fin y al cabo, les pagamos el sueldo con nuestros impuestos y deberían estar a nuestro servicio. 

Agustin Argelich Casals
Agustin Argelich Casals
Agustin Argelich Casals, es ingeniero de telecomunicaciones, consultor independiente en tecnologias digitales, experto en innovación y liderazgo. Miembro del think tank Intelligent Community Forum. Autor de Analizar Actuar Avanzar

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