Este fin de semana he leído el relato de Màrius Carol » El camarote del capitán» en el que narra su experiencia como director de La Vanguardia en el periodo 2013-2020. El libro es , básicamente, su visión de estos años convulsos a través de sus relaciones con los líderes catalanes del ‘procès‘, incluido Pujol. y los presidentes españoles Mariano Rajoy y Pedro Sánchez y la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y, sobre todo del Rey Felipe VI.
Pero del mismo se destila, y es lo que quiero resaltar, el papel de La Vanguardia y del propio Carol durante estos años y su concepción del periodismo.
Lo primero que llama la atención es su nula empatía con la Cataluña no secesionista, a pesar de que mantiene que la Vanguardia no es un diario independentista. Dos muestras. La primera es su ninguneo de las grandes manifestaciones constitucionalistas, saldadas con menos de una línea de las 269 paginas del libro. Un desprecio hacia la mitad de los catalanes y una falsedad histórica: las manifestaciones, además de muy numerosas, fueron muy relevantes para mostrar al resto de catalanes, a España y al mundo la pluralidad de Cataluña y que esa mitad de Cataluña no iba a ser un sujeto pasivo silencioso y resignado frente al independentismo. A mi entender, un hecho relevante en el devenir de los acontecimientos.
«Llama la atención es su nula empatía con la Cataluña no secesionista, a pesar de que mantiene que la Vanguardia no es un diario independentista«
La segunda, en la misma línea, es su valoración negativa de la intervención del Rey y su permanente minusvaloración de la gravedad de los hechos acaecidos en septiembre y octubre de 2017. Es muy legítimo su punto de vista y no dudo que el independentismo se sintiera irritado y molesto, pero no tanto que se presente como algo generalizado en la sociedad catalana. Omite que un gran número de catalanes se sintieron reconfortados por las palabras del Rey. La angustia de muchos catalanes, que aún existe, ante un proceso independentista que les niega su identidad dual, además de propiciar la decadencia de Cataluña, ha sido y es ninguneada por el ‘mainstream catalán’ y, lo que es peor, muchas veces por la clase política española.
«La angustia de muchos catalanes, que aún existe, ante un proceso independentista que les niega su identidad dual, además de propiciar la decadencia de Cataluña, ha sido y es ninguneada por el ‘mainstream catalán’ y, lo que es peor, muchas veces por la clase política española»
En unas declaraciones con motivo de la presentación del libro, Carol dijo que La Vanguardia «no ha querido adoctrinar a nadie sino informar con la cabeza fría «. No lo dudo. La Vanguardia, en defensa de sus intereses empresariales, lo que me parece lógico, ya que se trata de una empresa privada, se ha caracterizado siempre por alinearse con el poder. Me remito como prueba a los cambios de director, incluso de cabecera, en función de las circunstancias políticas que le ha caracterizado. Eso sí, con un grado mayor o menor de autonomía, en función de la dependencia de los ingresos públicos en su cuenta de resultados, que le ha ido permitiendo ir virando y adecuándose a los cambios políticos. Por eso ha sobrevivido más de un siglo, y me parece muy bien, siempre que no pretendan dar lecciones morales o de independencia.
«La Vanguardia, en defensa de sus intereses empresariales, lo que me parece lógico, ya que se trata de una empresa privada, se ha caracterizado siempre por alinearse con el poder. Me remito como prueba a los cambios de director, incluso de cabecera, en función de las circunstancias políticas que le ha caracterizado»
Màrius Carol escribe con fluidez y claridad. El libro es de fácil lectura y aporta datos concretos de interés más allá de las consideraciones anteriores. Dos reflexiones finales. Dice Carol, y lo suscribo, que una función esencial de un director es decidir lo que se publica o no. Efectivamente, esta es la forma inteligente de adoctrinar, como lo es, posicionarse sistemáticamente con el ‘mainstream‘ como hay que reconocer hace magistralmente el periódico. Una viñeta reciente de «El Roto» decía que no sabía si creer las fake news o las mentiras oficiales.
«En efecto, no hay prensa ‘objetiva‘. La hay más o menos independiente, más o menos sectaria, más o menos partidista. Sólo la pluralidad permite al lector construir su propia verdad»
En efecto, no hay prensa ‘objetiva‘. La hay más o menos independiente, más o menos sectaria, más o menos partidista. Sólo la pluralidad permite al lector construir su propia verdad. Eso si, construir tu propia verdad exige un esfuerzo que no todos los lectores están dispuestos a hacer. Leer lo que no coincide con la visión de las cosas que cada uno tiene no es plato de gusto.