Está dando que hablar una iniciativa del Consell per la República, la de crear lo que llaman Identitat Digital Republicana: Por la módica cantidad de 12 € (o 6 €, si se prescinde del soporte físico) uno puede identificarse como «ciudadano de la República» y ejercer como tal, se entiende que sólo en el seno de dicha entidad. Queda claro que no servirá para hacer trámites en la administración pública.
¿Para qué sirve, realmente? Esto dicen: «Lo que estamos haciendo es preparar una estructura de Estado. Al mismo tiempo, forjamos el censo republicano, creamos comunidad, cohesión social y conciencia de colectividad. También nos permitirá hacer trámites —siempre en el marco de la legalidad del espacio libre europeo— que el Estado no controlará (o desconocerá).»
«Lo que estamos haciendo es preparar una estructura de Estado (…) forjamos el censo republicano, creamos comunidad, cohesión social y conciencia de colectividad. También nos permitirá hacer trámites (…) que el Estado no controlará (o desconocerá).»
Joaquín Luna, en la Vanguardia, se pone estupendo y lo llama el carnet del buen catalán, mediante el cual uno puede obtener la «tranquilidad de estar en el lado confortable y pata negra de la sociedad al que, algún día, premiarán la historia, la república o esos bisnietos que, la verdad, me importan un carajo»
«Tranquilidad de estar en el lado confortable y pata negra de la sociedad al que, algún día, premiarán la historia, la república o esos bisnietos que, la verdad, me importan un carajo»
Se trata, en su opinión, de una tarjeta que «no está hecha para llevar en la cartera —una más—, sino para ser interiorizada a fin de distinguirse entre la masa de conciudadanos que van tirando, desgobernados y recelosos de la simple astracanada de crear un Estado paralelo y privado, sin control de datos, que aspira a catalogar el tipo de ciudadano que eres».
La aspiración a catalogar el personal, sin duda, está presente, como lo estuvo en las sucesivas consultas sobre la independencia —las de 2009-2011 en diferentes municipios, la de 2014 y la de 2017—, ya que nadie puede creer que los censos utilizados fueron sencillamente destruidos sin que nadie les echara un ojo; pero por ahora los socios del club llamado Consell per la República, según sus propios datos, representan sólo el 1.67% del censo electoral de estas cuatro provincias.
Un porcentaje que habría que relativizar si se tiene en cuenta que, como destaca Vilaweb, «es un documento en clave de Países Catalanes, y no se circunscribe a las fronteras administrativas que marcan los estados español y francés». Esto no tiene demasiada importancia, porque uno puede afiliarse a la Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz, pongamos por caso, sin que ninguna administración muestre el más mínimo interés, a no ser que se detecte un considerable movimiento de dinero. En cuanto a la conexión «Países Catalanes», dado que no se espera a corto plazo una lluvia de solicitudes de Perpiñán ni de Alicante, la conclusión es que al Consell per la República aún le queda mucho camino por recorrer para satisfacer sus ambiciones.
Un órgano revolucionario
Vicent Partal ve venir malos tiempos y denuncia las dos maneras de matar el Consell per la República. Una, elemental, es que ERC y CUP «a partir del 27 de octubre de 2017 no reconocieron al presidente Puigdemont no ya como líder del país sino ni siquiera del independentismo» —no queda claro por qué tendrían que hacerlo— y «no consideran correcto el camino que marca».
ERC y CUP «a partir del 27 de octubre de 2017 no reconocieron al presidente Puigdemont no ya como líder del país sino ni siquiera del independentismo»
Otra es «perpetuar su indefinición actual o convertirlo en eso que ahora llaman un órgano de coordinación». Desde luego, esto sólo serviría para poner en evidencia que no hay nada que coordinar, porqué ¿cómo van a coordinarse desde fuera, en el exilio, los mismos partidos que no saben coordinarse desde dentro para formar un gobierno de coalición?
Partal, luego de reconocer que «la gente no entiende para qué sirve», cree que el Consell per la República «tiene una capacidad referencial enorme» y que «en un momento en que nadie sabe qué hacer de la autonomía (…) el Consell ofrece una alternativa clara, tanto si la gente lo entiende como si no». Está bien que de vez en cuando un portavoz cualificado del independentismo deje claro lo que le importa la opinión de la gente. Y, por cierto, si no saben qué hacer de la autonomía, podrían apartarse y dejar que la lleven los que sí creen en ella.
«Está bien que de vez en cuando un portavoz cualificado del independentismo deje claro lo que le importa la opinión de la gente»
El Consell per la República, en su opinión, y aquí ya entramos en la dimensión mítica, es un «órgano revolucionario» que adquirirá sentido «en el momento de la ruptura». Porque «si la calle vuelve a desafiar al estado español y a demostrar que Madrid no tiene el control del territorio, entonces alguien tendrá que hablar en nombre de la nación». Y quién mejor para hablar en nombre de una nación que un club privado que se arrogue su representación al margen y en contra del orden constituido.
El Consell per la República como Onlyfans
El Consell per la República no es un Estado en fase embrionaria, ni la «Identitat Digital Republicana» es una identidad alternativa. Para obtener ésta hay que ser previamente miembro del Consell (cuota mínima: 10 € al año) y para ser miembro hay que identificarse con un correo electrónico, un teléfono móvil, y el DNI o pasaporte. Y la subscripción debe haber que pagarla con un número de cuenta o de tarjeta de crédito. No es muy diferente de ser socio del Alcoyano, excepto porque la sede está a 1.400 km.
Para calibrar bien su función, podemos encontrar analogías en el panorama actual del comercio y las relaciones por Internet. Por ejemplo, Onlyfans. Onlyfans es un servicio web que facilita la relación entre creadores de contenidos y clientes dispuestos a pagar por verlos. Los contenidos pueden ser de cualquier género; pero, no habiendo censura como en otras redes sociales, es el lugar perfecto para vender temática para adultos. El creador puede poner el precio que quiera por sus creaciones y los suscriptores pueden hacer comentarios y peticiones.
El Consell per la República es algo parecido, al menos por ahora. Sus clientes se suscriben a él para acceder a contenidos exclusivos. Pueden debatir sobre las cuestiones que les interesan, compartir sus inquietudes, participar en elecciones internas. Y se habla, aunque por ahora sólo vagamente, de «beneficios sociales: consumo estratégico, entidades sociales, medios, clubs…».