Desde que un ya olvidado Artur (l’Astut) Mas decidiera hacer de su presidencia un nido de conspiradores con el objetivo de poner a Cataluña rumbo a Ítaca, la política catalana no es más que un cúmulo de despropósitos en el más amplio sentido de la palabra. En este proceso de investidura, con el que cerramos marzo con Aragonès compuesto pero sin presidencia, estamos viendo la realidad del esperpento en su verdadera salsa, la de la animadversión extrema entre enemigos obligados a entenderse, atados como están al palo de mesana del buque sin rumbo en que han convertido a la administración autonómica.
Desde que Junqueras intentó el abrazo del oso con Mas, transmutado en Puigdemont por arte de veto de la CUP, la lucha por la hegemonía en el subsistema nacionalista ha sido una constante. Tras el fallido golpe a la democracia perpetrado en septiembre y octubre de 2017, se produjo la espantada de KRLS bajo el lema «nos vemos el lunes», que convirtió al prófugo MHP en «exiliado de lujo» en su palacete de Waterloo. Hay que recordar que en vísperas de la aplicación del 155 Puigdemont estaba dispuesto a claudicar y convocar elecciones. La intervención tuitera de Rufián, echándole en cara que se vendía por unas monedas, convirtió a Judas en un remedo de Jesús en el Huerto de Getsemaní, aunque el cáliz se lo bebieron Junqueras y quienes seguían en sus despachos de gobierno el lunes 30 de octubre de 2017 .
Desde que Junqueras intentó el abrazo del oso con Mas, transmutado en Puigdemont por arte de veto de la CUP, la lucha por la hegemonía en el subsistema nacionalista ha sido una constante
El exiliado de oro se ha montado el chiringuito perfecto, al frente de lo que han denominado Consell per la República (ni de, ni para…, por, que es mucho más ambiguo), con el que reviste de solemnidad su fuga y del que obtiene los réditos económicos y políticos con los que ha sublimado su condición de pícaro.
La XIII Legislatura lleva camino de convertirse en la cuarta consecutiva en la que el bucle del procés eclipse a las instituciones democráticas y los que ostentan la mayoría parlamentaria sigan en su empeño de subvertir la política en beneficio de unos pocos, que han convertido el desgobierno en su modo de vida, y en perjuicio de la inmensa mayoría de la ciudadanía de Cataluña. Nada que no fuera previsible.
Pero lo más llamativo es que Pere Aragonès, el testaferro del burlado Oriol Junqueras, al que Puigdemont dejó colgado de la brocha, tenga que pagar de nuevo el peaje de quien rehusó las 30 monedas pero tampoco quiso beber el cáliz. O me dejas seguir controlando el cotarro del Consell per la República a mayor gloria de mi flequillo o sigues como mero pretendiente a la poltrona.
Uno más de los atributos surrealistas de la actual política catalana. Quien mueve (todos) los hilos es el fantasma de Waterloo. En cualquiera de sus acepciones.
Miembro del Consejo General de Ciudadanos y diputado de Ciutadans en el Parlament de Cataluña por la provincia de Tarragona.