Poco a poco, Carles Puigdemont, desde Waterloo, parece ir logrando su objetivo de difuminar la presidencia del republicano Pere Aragonés, si es que llega a ser investido, para dar todo el protagonismo al privado Consell per la República (CxR) y, por supuesto, a él mismo como líder único del separatismo catalán. Así se ha podido comprobar este martes en la segunda sesión de la fallida investidura de Aragonés. Una sesión en la que JxCat ha vuelto a humillar a ERC con su abstención a pesar de que los republicanos han anunciado que aceptan la propuesta de remodelación del CxR para que sea una «dirección colegiada» de esta asociación la que tutele la relación de la Generalitat con el Gobierno central y con la UE.
El candidato a la Presidencia ha advertido a JxCat de que no aceptará ser ni dirigido desde Waterloo ni sustituido en sus funciones por otra persona. Sin embargo, la actitud de ERC no invita a la esperanza en este sentido. Buena prueba de ello ha sido ver cómo Aragonés ha insistido en dejar claro que a los republicanos sí les preocupa la situación de los líderes separatistas fugados de la Justicia española. Afirmaciones con las que el aspirante a presidir Cataluña entraba en el juego de un Puigdemont que hace escasos días echaba mano del victimismo en Twitter para acusar veladamente a ERC de querer que acabe en prisión.
El reparto de las ‘cadires’
Sea como sea, lo cierto es que de nada han servido las cesiones de ERC. JxCat ha decidido que hará sufrir a Aragonés unas semanas más. La portavoz del grupo, Gemma Geis, lo ha justificado apelando a la necesidad de alcanzar acuerdos concretos sobre cuestiones como la salida de la crisis, la solución al llamado «conflicto catalán» y, muy importante, el reparto del poder dentro del Govern. Cuestiones que, ha asegurado, ya podrían haberse resuelto si ERC hubiera priorizado la negociación con los posconvergentes y no con otros partidos como En Comú-Podem.
Geis también ha dejado claro que en JxCat no están dispuestos a aceptar algunos de los puntos del acuerdo alcanzado entre ERC y Guanyem-CUP. Ha puesto como ejemplo de proyectos inaceptables para la derecha catalana el de la renta básica universal, a la que los cupaires no van a renunciar, según ha asegurado después la diputada Eulàlia Regüant. Esta, además, ha advertido de que el acuerdo con ERC es «de mínimos» y que estará sometido a constante evalución. Regüant ha invitado a JxCat a sumarse pero dejando claro que lo ya acordado es inamovible. Una postura que dificulta aún más el pacto de ERC con JxCat.
Así las cosas, no parece que ERC tenga garantizada la dirección del nuevo Govern surgido de las urnas del 14-F. Mientras tanto, Cataluña, especialmente azotada por la crisis del COVID-19, tendrá que seguir en manos de un Govern en funciones que tiene complicada la gestión tanto por su propia situación de interinidad como por la mala relación entre los dos partidos que ahora dicen querer reeditar coalición.