Estos dias Manuel Valls anuncia su retirada a medio plazo de la política barcelonesa para volver a Francia. Una noticia previsible, pero que invita a reflexionar sobre su paso por la política catalana.
La irrupción hace tres años del exprimer ministro frances en la campaña de las elecciones a la alcaldía de Barcelona, produjo un gran impacto mediático. Valls, con indisimulada arrogancia, aspiraba a todo. Su participación en las manifestaciones masivas de Sociedad Civil Catalana lo habían ubicado como referente internacional del constitucionalismo.Capaz de movilizar electores a izquierda y derecha, partiendo de convicciones socialdemocrátas pero con el pragmatismo y experiencia de gobierno. Al fin un político capaz de superar dinámicas partidistas y construir una amplia mayoría.
Albert Rivera vio en el fichaje de Valls una jugada doblemente ganadora. Planteaba una absorción hostil al PSC y al PP, que estaban en horas bajas en Cataluña, y a la vez trataba de integrar en Ciudadanos a un político de prestigio internacional que catapultaba su imagen exterior de estadista. Para Valls, en horas bajas en Francia, representaba la oportunidad de resurrección política como alcalde de una de las principales ciudades del Mediterraneo. Win win para ambos
Pero en política las cosas nunca salen como uno espera. PSC y PP no solo no se plegaron a la posibilidad de integrarse en la candidatura de Valls bajo el paraguas de Ciudadanos, si no que vieron la oportunidad de reforzar sus propias candidaturas. Valls, posiblemente muy mal asesorado, no calculó bien sus posibilidades de aglutinar el voto constitucionalista.
A partir de ese momento, la gestión de la candidatura fue de mal en peor. Los enfrentamientos públicos con Rivera empezaron a debilitar la imagen de Valls entre los propios afiliados de ciudadanos. El equipo de Valls fue incapaz de tejer una mínima red social de apoyo y finalmente, con las encuestas desfavorables, el foco mediatico se traslado a la competición por el primer puesto entre Colau y Maragall. La posibilidad de crear un proyecto ilusionante para Barcelona se diluia, mientras que la candidatura se desangraba entre egos, ambiciones y luchas de poder.
Meses antes de las elecciones, ya estaba claro que el efecto mediatico de la operación Valls se había desvanecido y lo coherente hubiera sido que Cs hubiera presentado su propia candidatura. Pero Rivera no podía permitirse escenificar su error
Meses antes de las elecciones, ya estaba claro que el efecto mediatico de la operación Valls se había desvanecido y posiblemente lo coherente hubiera sido que Ciudadanos hubiera presentado su propia candidatura. Pero Rivera, que aspiraba a ganar las elecciones generales en España, no podía permitirse escenificar su error. Tanto para Rivera como para Arrimadas, Cataluña había dejado de ser su prioridad política y fracasar en Barcelona era un precio que estaban dispuestos a pagar.
Para Valls, curtido en mil campañas electorales, retirarse sin dar la batalla no era una opción. La apuesta estaba hecha y tenía que jugar la partida hasta el final. Las cartas estaban hechadas
El resultado electoral fue previsible y decepcionante (6 concejales), alejado de cualquier posibilidad de governar la ciudad e incluso por debajo de las expectativas de una candidatura de Ciudadanos. Además la crueldad del destino obligó a Valls a tener que enfrentarse la disyuntura de hacer alcalde a Ada Colau o a Ernest Maragall, justamente los enemigos que había venido a batir. El fracaso se escenificó en aquel voto al «mal menor» con el que Valls hizo alcaldesa a Ada Colau. El epitafio final fue la ruptura del grupo municipal, con la que Rivera ajustaba cuentas con Valls y que a la vez condenaba al grupo municipal de Cs a la irrelevancia política.
La crueldad del destino obligó a Valls a tener que enfrentarse la disyuntura de hacer alcalde a Ada Colau o a Ernest Maragall, justamente los enemigos que había venido a batir
¿Qué hubiera pasado si Manuel Valls hubiera sido el alcalde de Barcelona? ¿Qué hubiera pasado si hoy tuvieramos un alcalde constitucionalista, presidiendo el área metropolitana donde vive la mayor parte de la población de Cataluña? ¿Cómo hubiera influido en las elecciones al Parlamento de Cataluña? Nunca lo sabremos porque es política ficción, pero intuyo que el escenario político sería radicalmente distinto al actual. Una oportunidad perdida.