El gusto del separatismo catalán por las performances y gestos llamativos es de sobra conocido. Hoy, esta querencia se ha vuelto a poner de manifiesto en el primer debate de investidura del Parlament, donde los diputados de Junts per Cataluña han acudido portando todos ellos mascarillas de color amarillo. Como es sabido, el amarillo representa para el secesionismo la solidaridad con los políticos presos por los hechos del otoño catalán de 2017.
Al margen de ello, el otro incidente acontecido en el debate es que éste ha comenzado con retraso a causa del controvertido voto delegado del exconseller Lluís Puig, actualmente fugado de la Justicia en Bruselas. La presidenta del Parlament, Laura Borràs, había resuelto permitir a Puig delegar el voto, pero los partidos de la oposición (PSC, Vox, Ciudadanos y PP) han tratado de impedirlo cursando peticiones de consideración. Dichas peticiones han obligado a la Mesa del Parlament a reunirse, lo que ha ocasionado el retraso.
Una investidura sin visos de prosperar
Por otra parte, no se prevé que el candidato a presidir la Generalitat, Pere Aragonès, consiga ser investido. Esto es debido a que solo tiene garantizados los votos de su partido, Esquerra Republicana de Cataluña, y de la CUP, mientras que sus socios de Gobierno hasta ahora, Junts per Cataluña, tienen previsto abstenerse. Dado que el resto de partidos de la oposición votarán en contra, Aragonès no reunirá los 68 votos necesarios para ser investido. De esta manera, tendrá que presentarse a una segunda vuelta en la que podrá ser elegido por mayoría simple —esto es, con más votos a favor que en contra—, siempre y cuando logre alcanzar un acuerdo con JxCAT en los próximos días.