Màrius Carol, en la Vanguardia —El complot de los irresponsables—, resume el momento catalán: «La irresponsabilidad de las autoridades catalanas al cuestionar a los Mossos al tiempo que no condenaban la violencia desenfrenada en las calles supone el fracaso no sólo del gobierno, sino también de una sociedad que no se rebela contra la estupidez.»
«Los dos partidos independentistas, ERC y JxCat, juntos o por separado, se bastan y se sobran para llevar este país a la ruina»
Los dos partidos independentistas, ERC y JxCat, juntos o por separado, se bastan y se sobran para llevar este país a la ruina; pero para evitar la posibilidad de que acierten en algo, aunque sea por casualidad, ahí está la CUP con su tan meditadom como bien pagado, apoyo.
«ERC se presentó a las elecciones con el argumento del realismo y la moderación. Somos la nueva Convergència. Ya todo pintó patas arriba cuando Junqueras, con el puño en alto, se fotografió con Arnaldo Otegui», Salvador Sostres (Diari de Girona)
Salvador Sostres, en el Diari de Girona —El teu amic—, muestra su disgusto ante los acuerdos que se avecinan: «ERC se presentó a las elecciones con el argumento del realismo y la moderación. Somos la nueva Convergència. Ya todo pintó patas arriba cuando Junqueras, con el puño en alto, se fotografió con Arnaldo Otegui. Y que ahora los moderados se dediquen a negociar con la CUP el desmantelamiento de los Mossos, su más absoluta indefensión, que es la nuestra, y un plan de acción para lograr la independencia en esta legislatura, nos recuerda cuál es el exacto grado de confianza que podemos tener en los republicanos.»
«La Ley y el orden no son nunca el problema, y son siempre la solución», Sostres
Sostres, como cualquier persona medianamente racional, considera que «la Ley y el orden no son nunca el problema, y son siempre la solución». El próximo gobierno será todo lo contrario.
«No entiendo como Aragonès se puede sentir cómodo haciendo estos papeles. Siempre me ha parecido poca cosa, pero no un imbécil, ni un loco. El ridículo que ahora está haciendo con la CUP, y contra la Policía, es de antipolítico, de agitador populista. Lo mismo que Laura Borràs yendo a la cárcel a ver a Pablo Hasél, y diciendo que es “otro preso político”.
En resumen, «son la expresión de la peor Cataluña de todos los tiempos, y yo formo parte de ella, que ampliamente les votó el pasado 14 de febrero.» Ciertamente, hay una mayoría independentista en el Parlamento de Cataluña y nadie se rebela contra la estupidez
La manipulación del lenguaje
Incluso en un medio tan partidario de la secesión como Nació Digital ha aparecido un artículo de Jaume Barberà afirmando que no som el 52%, como clamaban los manifestantes convocados por la ANC el domingo pasado.
«Un servidor dice que no somos mayoría, que la victoria del independentismo no ha sido en absoluto clara ni contundente y que el resultado de las urnas no legitima la opción de la independencia por vías unilaterales. Es decir, impugno del todo el realismo mágico de la señora Elisenda Paluzie y de todos los que aceptan que los engañen. Así de claro.»
Barberà resume las cifras de las pasadas elecciones para mostrar que «sólo el 26,98% de los ciudadanos que se molestaron en votar el 14-F del total que podían hacerlo optaron por la independencia». Otra cosa es, como también expone, que «se gobierna con los votos que se han emitido» y que «los partidos favorables a la independencia suman más que los otros». Pero ni son el 52% ni han recibido ningún mandato para adentrarse en la unilateralidad.
Desgraciadamente, los juegos de palabras y los sofismas de los últimos años van a continuar. Como recuerda el mismo Barberà,
«En política, sobre todo en política, es donde más se manipula el lenguaje. El proceso es todo un manual de manipulación del lenguaje que se debería estudiar en todas las universidades del mundo entero. Y los hay que aún continúan anclados en el sueño y así lo quieren hacer creer.»
Y a estas alturas, ¿quién se pone a deshacer el entuerto lingüístico? «Los periodistas, en lugar de reproducir, como si fuéramos una grabadora, los discursos, deberíamos contrastarlos y, entonces, se verían las falacias.» En eso estamos, aunque no la mayoría de los medios, ni mucho menos.
La legitimación de la violencia
Comentando los incidentes de los últimos días, Xavier Vives, en la Vanguardia —¿Qué gobierno para Catalunya?—, denuncia el «llamamiento reiterado a “desobedecer” de diversas autoridades» y que «algunas formaciones han legitimado la violencia de manera directa o indirecta con el altavoz de algunos medios».
La cosecha de destrozos es el resultado de una siembra metódica que dura años. No se les ha ido de las manos, saben lo que quieren. Y así, «que se ataque la sede de un diario, se tiren piedras al Palau de la Música o se intente quemar una furgoneta de la Guardia Urbana con el conductor dentro no hace cambiar el discurso de que estas acciones son “defensivas”».
Ejemplos a montones. El autor de una pancarta que ponía «Nos habéis enseñado que ser pacíficos es inútil» no sólo no es denunciado ni desautorizado sino que fue entrevistado en TV3 para hablar de su «experimento social», así lo llamó, durante veinte minutos. «La manera de que los medios te hagan caso es liarla como se está liando estos días», anunció. ¿Quién quiere trabajar ocho horas al día cuando puede conseguir la gloria mediática con tan poco esfuerzo?
«Los jóvenes están muertos de rabia, que es una rabia que sale de la miseria que habéis estado sembrando», Juliana Canet
Juliana Canet, presentadora de ¡programas juveniles! en los medios públicos de la Generalitat, compareció en Tot es mou para hablar de una «violencia justificadísima»: «Los jóvenes están muertos de rabia, que es una rabia que sale de la miseria que habéis estado sembrando.» Y todo lo que dijo, incluso que la policía «pueden pegarte impunemente», fue sancionado por la presentadora del programa, Helena García Melero, con un «es de justicia reivindicarlo», que sonó como los oles de las grandes faenas taurinas.
Es posible que Juliana Canet esté pensando sobre todo en su personal índice de audiencia, pero TV3 debería replantearse si la apología de la violencia es el mensaje que quiere transmitir al público y especialmente al público joven.
Volviendo a Xavier Vives —consciente como lo somos todos que «Barcelona no puede seguir siendo un campo de batalla y capital antisistema europea sin que la economía se resienta»—, pide al próximo gobierno catalán «que quiera gobernar y encarar los grandes retos que tenemos», «que sea un gobierno competente y profesional» y «que no sea un gobierno de trinchera y confrontación, sino de máximo consenso posible con objeto de recuperar la economía y superar la pandemia». Es decir, pide peras al olmo. El próximo gobierno, dada la imposibilidad de excluír a los 74 diputados independentistas,
no querrá gobernar, sino avanzar hacia la independencia; no será competente ni profesional, salvo en el estricto campo de la política izquierdista, y ahondará, porque no sabrán hacer otra cosa, en la trinchera y la confrontación.
Reflexiona Vives: «Nos quejamos de que Madrid aspira recursos, pero comunidades como el País Vasco o Valencia plantean escenarios de futuro ambiciosos, bien diseñados y con colaboración público-privada en el campo de la energía o el automóvil, por ejemplo, mientras aquí seguimos con batallitas estériles.»
Es que aquí, así nuestros gobernantes nos lo dicen de palabra, obra u omisión, la energía ha de ser alternativa, aunque no tengamos ninguna alternativa a la existente; el automóvil hay que hacerlo desaparecer, y los turistas, mejor que no vengan. Aunque los electores no quieran darse cuenta, ésta es la mayoría absoluta que han llevado al Parlamento.
La degradación catalana
Antoni Puigverd, también en la Vanguardia, ve «la violencia que ha dejado, en una caricatura de 1936, las calles en manos del anarquismo destructivo [como] la guinda del pastel de la degradación catalana», y sintetiza su veredicto sobre las últimas elecciones con una metáfora atroz: Besar las piedras:
«Políticos y votantes que cinco años atrás se declaraban centristas, liberales o de derechas, ahora, como corderitos en el matadero, hacen la pelota a quien ya hizo decapitar a Àrtur Mas. El país se hunde, el partido que en cifras relativas ha crecido más es Vox, pero las clases medias catalanas han decidido besar las piedras que destruyen sus propias tiendas.»
El concepto de clase media es muy discutible, pero desde luego el independentismo no es un movimiento de las clases medias exclusivamente —hay algún simpatizante por encima, y bastantes más por debajo—, y en todo caso sería de la mitad de la clase media existente en Cataluña.
También habría que matizar que Mas no fue «decapitado» sin su aquiescencia. Tal vez asustado por el monstruo que había contribuido a crear, prefirió renunciar al protagonismo que tenía; ya que la CUP podía pedir su cabeza o la supresión de la policía antidisturbios —como hace ahora—, pero nunca la parte contratante mayoritaria ha de ceder tanto a la parte contratante minoritaria, a riesgo de perder honra y hacienda. Eso es lo que le ha sucedido a CDC, el partido que gobernó confortablemente los años 80 y 90. Y a ERC, el histórico partido que nunca aprende nada de la historia, le podría suceder lo mismo