Algo más de dos semanas después de haberse celebrado las elecciones, los catalanes aún desconocen quiénes serán sus gobernantes durante los próximos cuatro años. Las negociaciones entre los partidos separatistas no permiten aún atisbar cuáles serán las caras del nuevo Ejecutivo autonómico. Y, más grave todavía, con qué programa harán frente a la crisis provocada por la pandemia del COVID-19.
La fecha del 12 de marzo es clave puesto que durante esa jornada debe constituirse el Parlament, cuya presidencia, por mera coherencia, debe estar en sintonía con la del nuevo Govern. Pero lo cierto es que, a tan solo 10 días de esa fecha, las negociaciones entre ERC, JxCat y Guanyem-CUP están plagadas de incertidumbre. Al menos, de cara a la galería.
Los republicanos, vencedores del 14-F únicamente porque son los que pueden formar gobierno, mantienen reuniones a dos bandas con la posconvergencia y los cupaires. ERC tiene ahora mismo mejor sintonía con Guanyem-CUP que con JxCat. Algo lógico si recordamos que estas elecciones son producto de la ruptura del acuerdo de gobierno que tenían hasta en enero de 2020 republicanos y posconvergentes. Si durante las primeras olas de la pandemia ya quedó claro que el partido de Carles Puigdemont contemplaba a ERC como adversario y no como socio, aun cuando se mantenían al frente de la Generalitat, ahora las diferencias son todavía más acusadas.
Obcecados con la hoja de ruta a la independencia
JxCat prefiere pasar de largo por las terribles consecuencias sanitarias, económicas y sociales del COVID-19 en Cataluña, de los más de 500.000 parados o de los casi 193.000 trabajadores en ERTE. Su principal interés en la negociación con ERC es formalizar una nueva hoja de ruta que concluya con otra declaración de independencia y que contempla, entre otras cuestiones, utilizar el Congreso, el Senado y la mesa de diálogo con el Gobierno central para escenificar un frente común por la ruptura con España. Los republicanos, por el contrario y sin perder de vista el objetivo de la independencia y su condición de socios preferentes de Pedro Sánchez en Madrid, se mantienen en su proyecto de ampliar la base y, sobre todo, de convertir la legislatura que está a punto de comenzar en la de la reconstrucción mediante políticas sociales y económicas de marcado carácter progresista.
Para estos objetivos, ERC necesita tener línea directa con el Gobierno central. Además, tiene un acuerdo con EH-Bildu para apoyar las iniciativas sociales y económicas de izquierdas que pueda adoptar el Gobierno del PSOE y Unidas Podemos. Los republicanos son los promotores de la mesa de diálogo con el Estado. Una entidad que solo se reunió una vez, poco antes de declararse la pandemia, y que el Ejecutivo de Sánchez está dispuesto a reactivar en cuanto se conforme el nuevo Govern. Esta mesa, para ERC, debe tener como proyectos principales la amnistía de los líderes separatistas condenados por el referéndum ilegal del 1-O y la consecución de una nueva consulta, esta vez legal, pactada con el Estado.
¿Un ‘cupaire’ al frente del Parlament?
El presidenciable Pere Aragonés, por otro lado, muestra mejor sintonía con Guanyem-CUP precisamente por su objetivo de activar políticas sociales y económicas que permitan a Cataluña superar de la mejor manera la crisis del COVID-19. Guanyem-CUP, por su parte, quiere, por primera vez en su historia, estar dentro del Govern y dejar de actuar como apoyo externo. Tanto es así que los cupaires no descartan hacerse con la Presidencia del Parlament. Algo que JxCat no aceptaría de ninguna manera por considerar que deben ser ellos quienes ostenten este importante cargo. Barajan para ello los nombres de la candidata, diputada en el Congreso e investigada por presunta corrupción, Laura Borràs, y de la actual portavoz del Govern, Meritxell Budó. Por parte de Guanyem-CUP suena con fuerza para este cargo el nombre del diputado autonómico y ex líder de la formación antisistema Carles Riera. La número 1, Dolors Sabater, prefiere centrarse en el papel político y no tanto en el institucional.
ERC sigue buscando la fórmula que le permita configurar un Govern en el que también participe En Comú-Podem. Un objetivo difícil de lograr puesto que la formación de Jéssica Albiach se niega a formar parte de un Ejecutivo en el que esté presente JxCat. Albiach es más partidaria de un Govern entre los comunes y los republicanos con el apoyo externo del PSC. Sin embargo, los socialistas, ganadores reales de las elecciones de febrero, no parecen dispuestos a facilitarlo y consideran que, de la misma manera, podrían gobernar con los comunes y que fuera ERC la que apoyara desde el exterior, tal y como sucede en Madrid y en el Ayuntamiento de Barcelona.
Alarma ante la violencia en las manifestaciones
El Gobierno central, finalmente, observa con preocupación las negociaciones entre los partidos separatistas. Sobre todo por la condición impuesta por Guanyem-CUP de disolver las brigadas de antidisturbios de los Mossos e impedir que estos asistan a los procedimientos de desahucios, a pesar de que lo hagan cumpliendo órdenes de los jueces. Los cupaires ya han anunciado que ERC ha aceptado estas cláusulas. Los republicanos, sin embargo, no han dejado claro que haya sido así. Lo cierto es que las violentas algaradas de las dos últimas semanas por el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél, con intento de asesinato de un agente de la Guardia Urbana incluido, han hecho saltar todas las alarmas. Cataluña sigue siendo un polvorín que puede estallar en cualquier momento y no ayudaría en nada un Govern que fuera el primero en parar los pies a quienes están obligados a controlar este tipo de situaciones.
Así las cosas, los catalanes deberán aún esperar para conocer quiénes dirigirán los destinos de la comunidad los próximos cuatro años. Mientras tanto, asisten perplejos a unas negociaciones en las que cuestiones vitales como la seguridad se convierten en parte del cambio de cromos y otras de tanto peso como las fórmulas para afrontar la terrible crisis del COVID-19 pasan a un segundo término. La misma perplejidad que produce observar cómo un rapero agresivo como Hasél ha logrado convertirse en inesperado aliado de una derecha, la de JxCat, que se niega a perder el control del poder y menos dejarlo en manos de una ERC que, por primera vez desde los años 30, acaricia el sueño de ostentar la Presidencia de la Generalitat.
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