Como en la escatología bíblica, y allí entre el Arrebatamiento, la Gran Tribulación y el Juicio Final, habrá señales de todo ello tanto en los cielos como en la tierra. El dia que el procés haya terminado, habrán cambiado paisajes a lo largo y ancho de Cataluña, y en los rincones incluso. Los medios publicarán otras noticias, tal vez más diversas e interesantes. Y, en lo que ni se recuerda, habrá elecciones autonómicas con campañas simplemente normales.
Que el PSC haga el gesto, y en él el sentido de la oportunidad, de aspirar al gobierno de la Generalitat a base de destapar por fin a Salvador Illa, se podrá entender y pronto confirmar o no, como un signo de luz en el horizonte. De momento, emplaza a las demás opciones del constitucionalismo, en el cual el nuevo candidato formó junto a Vargas Llosa y Josep Borrell en aquel octubre y aquella tribuna de Sociedad Civil Catalana frente a la Estación de Francia.
Que el PSC haga el gesto, y en él el sentido de la oportunidad, de aspirar al gobierno de la Generalitat a base de destapar por fin a Salvador Illa, se podrá entender y pronto confirmar o no, como un signo de luz en el horizonte
«Velad, porque no sabéis ni el día ni la hora», señalan las Sagradas Escrituras respecto a los finales, sean el del mundo o el del procés. Más fácil, toda vez que ahí sigue, será asumir la pulsión que, también por querencia hacia el afán de poder, anima a los de Aragonès, el gran Rufián, el santón Jonqueres y la talibán funcionaria de la Forcadell, verduga como ella sola, hacia lo suyo en lo suyo, es decir lo del procés. De eso vienen y en eso están, faltaría más.
Que Illa lo aclare si sabe, y se le vea. En estas que estamos, apenas los oráculos o profetas pueden advertir los anuncios finales, entre las catástrofes y las esperanzas. A pesar de la que está cayendo, con la pandemia reabriendo y acelerando crisis, angustias o tal vez retos, las fuerzas del procés siguen ajenas a ello e insisten en el destino que se han marcado, al extremo del fatalismo: El «mandat del 1-O», «ho tornarem a fer, però ara millor», etcétera.
Así determinan de buen principio la agenda de la campaña, desde las listas con Canadell en el lugar que el ilustre Mas Cullell detentó cuando aquellos «millors», entre tantos ejemplos al respecto. Y en cuanto a temas, la intensificación del ya sempiterno bucle: lo del «Espanya ens roba», el «ens volen mal», la defensa a ultranza del monolingüismo oficial, los «presos» y su «amnistía», y las demás calamidades de tan consabido y a la postre alienado repertorio.
Como el universo entero, o sea el mundo de verdad, el pequeño mundo del procés no tiene de otra que girar aunque sea sobre si mismo. De lo contrario colapsaría, sea por lo de las fuerzas gravitacionales o la magnitud física que mejor corresponda. Va en su naturaleza, su destino, su finalidad tal vez, y de todas formas su fatalidad. Les sucede algo parecido a las bicicletas, que caen cuando se quedan sin inercia, o a los hámsters en sus norias.
Como el universo entero, o sea el mundo de verdad, el pequeño mundo del procés no tiene de otra que girar aunque sea sobre si mismo. De lo contrario colapsaría, sea por lo de las fuerzas gravitacionales o la magnitud física que mejor corresponda
Sin tanto procés, en unas autonómicas normales se debatiría ahora sobre la hostelería, la industria turística en general, y su eventual reconversión. Se trata, junto a la del automóvil y ésta en su tránsito de la combustión a los motores eléctricos, de la mayor de Cataluña, y de España en su conjunto asimismo. Las reconversiones implican inversiones públicas además de privadas, con sus estrategias políticas, a su vez económicas, y la gestión correspondiente.
La reconversión turística sería un gran tema en autonomías como Baleares o Canarias, que no por ello son menos sensibles ni importantes. Y la reconversión del automóvil es, y más entre crisis y pandemia, gran tema de estado en Francia, Alemania o Italia, así como en las regiones donde el sector tiene mayor incidencia. El länder de la Baja Sajonia posee un 11% de las acciones de Volkswagen y detenta el 20% del voto en su consejo de administración.
En autonómicas se discutiría de sanidad, educación, instituciones culturales y mucho de infraestructuras, de si se recupera el Delta, de si el sistema hospitalario está o no demasiado concentrado en Barcelona, de los hospitales de Vic o Igualada además de los tan desvalidos de Puigcerdà o Campdevànol, de si en Granollers urgen conexiones ferroviarias con Mataró o Sabadell, o del paso de la N-II por en medio de las poblaciones marítimas del Maresme.
Se hablaría, entre otras muchas cosas, de la pésima calidad de las aguas en prácticamente toda Cataluña, y del cuantioso coste que para las administraciones y en definitiva todos los usuarios, porque a nadie se le debe negar el agua, comporta potabilizarla. Y de los Informes Pisa y las brechas sociales que se abren en la enseñanza. También es un buen ángulo para abordar la «inmersión» y cómo discrimina en esta Cataluña tan afortunadamente bilingüe.
Sería el momento de discutir sobre políticas económicas, incluidas las fiscales además de las industriales, en términos de empleo, competitividad y estrategias tal como bien plantea en El Liberal Jesús Santidrán en su reciente y magnífico artículo. Ni en lo fiscal acaba el tema en lo del «Espanya ens roba», tópico que ya no cabrá ni plantearse cuando toda la retórica y circunstancia del procés deje de ocultar u obstruir lo realmente político y sus debates.
¿Cómo se llegará a tan lúcido momento? En los Santos Evangelios se apunta, por lo menos, a aquello de escuchar la Palabra, en mayúscula porque se refiere a la de Dios, y prepararle los caminos al Señor, o sea estar por la labor o, como mínimo, en lo que corresponda estar. Si se trata de autonómicas, pues en las cuestiones contingentes a unas autonómicas. Incluso los populismos religiosos, cristianos o musulmanes, esbozan a veces programas políticos.
Es el marco de debate a esperar en los partidos constitucionalistas, según se reconocen, y no con menor motivo, entre los movimientos cívicos que sobre ellos operan, con Sociedad Civil Catalana como el más activo. El constitucionalismo no consiste tan solo en propugnar y defender algo tan valioso de por si como la libertad amparada y garantizada por el derecho. Ello en el fondo es apenas el medio para convivir y gobernarse en aras al interés general.
En las democracias liberales, las elecciones sirven precisamente para concretar políticas, finalidades, y orientarlas, además de elegir a los más capacitados para llevarlas a efecto. Si hay o ha habido un momento de la verdad, en la política y ya en la historia de Cataluña, este es uno de los mayores y más complejos. Escapar de la espiral del procés es, más que una oportunidad, lo imprescindible para volver a la política, sus realidades y su debate abierto.
Pero el procés seguirá entre tanto como poder, marco o campo y asimismo en sumarios, con sus casos de usurpaciones, malversaciones o corrupción. Y quedarán aún por escribir y leer análisis y relatos tan magníficos y detallados como el de Clemente Polo, también en El Liberal. El procés tiene, en efecto, un mucho de maniobra táctica para ocultar la política a base de secuestrarla. Y así seguirá pese a que se le supere en unas elecciones autonómicas.
Hubo, y bien cabe así recordarla, una época inmediatamente anterior al procés en la que partidos constitucionalistas, a la izquierda y asimismo a la derecha aunque con modos y motivos diferentes, invistieron al nacionalismo como único oráculo político del país, como si fuera su definitiva expresión genuina y plausible. El mito tan pujoliano de la «identidad», en lo colectivo o comunitario pero no lo individual, liberal y democrático, se erigió en código.
Escapar de la espiral del ‘procés’ es, más que una oportunidad, lo imprescindible para volver a la política, sus realidades y su debate abierto.
Lo importante sería que todo ello dejase de ser así, que los partidos con sus posiciones y propuestas fueran lo que nunca debieron dejar de ser; esto es, interlocutores tan legítimos unos u otros en tanto que sujetos a la ley, por encima de las cargas de emotividad, por tanto irracionalismo, que desde el nacionalismo derivó no solo a extremos de quimeras. Peor aún: rompió la convivencia, incluso la familiar, e intentó abolir la Constitución y sus libertades.
Y mientras la página pase, corresponde vislumbrar futuros, a poder ser más esperanzadores, sea mediante elecciones o mediante universidades de verano, y aquí una idea para Sociedad Civil Catalana. Toca observar cual es todavía el coste del procés, o lo que hubiera costado en sus peores escenarios, con analisis como los que aquí en El Liberal brinda Ferran Brunet, y corresponde mucho más todavía empezar a degustar lo que ojalá venga tras este episodio.
Si de las crisis vienen oportunidades, el constitucionalismo puede ahora crear las mayores y mejores. Más que coyuntura, la de estos momentos es una encrucijada. Y tal como observó Eugeni Xammar, en la hora del ocaso es norma de la Marina Británica que el primer oficial se dirija al capitán con la siguiente fórmula: «Señor, el sol se ha puesto». A lo que el capitán ordena: «que todos estén en su lugar y hagan lo que deban». Embarcados, lo estamos.