Este sábado El País ha publicado una entrevista al ministro Castells. Hay algunos aspectos de la misma que me han motivado a escribir este artículo. Dejar pasar las inexactitudes que contiene, no sé si a sabiendas o por pura ignorancia, favorece que se consoliden unas ideas que pretenden convertirse en la ‘verdad ‘oficial, cuando no son más que ‘ideología fake’.
Dice el ministro que el ‘conflicto catalán’, yo le llamaría el ‘conflicto independentista’, pues la mayoría de la sociedad no lo es a pesar de la carta blanca del nacionalismo en Cataluña en los últimos cuarenta años, nace de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut.
Olvida el señor ministro denunciar la discriminación de los catalanes no secesionistas y el abuso de poder del nacionalismo que hace que en Cataluña los déficits democráticos sean notorios
Olvida o ignora el ministro que ya en 1982 Josep Tarradellas alertó de las intenciones del nacionalismo catalán liderado por Jordi Pujol. También pasa por alto el conocido Plan 2000 del propio Pujol en el que se establece la estrategia nacionalista para crear las condiciones que hicieran factible la independencia. Básicamente un programa de ingeniería social cuyas bases eran la educación, los flujos migratorios, la lengua, el clientelismo y el control absoluto de los medios de comunicación. Todo ello con la permisividad de los gobiernos españoles, de todos los colores, preocupados únicamente de su propia supervivencia basada, demasiadas veces, en el apoyo parlamentario del nacionalismo periférico en general y del catalán en particular. Parece, en fin, ignorar el Sr Castell que el Estatut fue aprobado por menos del 40% de los electores y que la participación no llego al 50% prueba evidente del escaso entusiasmo popular que despertó.
La conversión del nacionalismo en independentismo explícito, siempre latente, no se produjo como consecuencia de la sentencia del TC sino más de dos años después y de un gobierno convergente apoyado por el partido popular, por el temor de Artur Mas a perder el poder como consecuencia de la reacción social a los recortes producto de la crisis económica iniciada en 2008 y que en 2012 estaba en su apogeo. El acelerón independentista, que se ha demostrado prematuro- al Plan Pujol le faltaba una generación para tener una mayoría social amplia- ha llevado a Cataluña a una decadencia que no será fácil remontar. Castells, como tantos otros en España, parte del error de equiparar catalanes con nacionalistas, astutamente iniciada por Pujol al denominar a su grupo parlamentario en el Congreso como Minoría Catalana. Esa confusión lleva también a dar por bueno un eufemismo ‘el derecho a decidir’ que no es otra cosa que un inexistente derecho de autodeterminación. Aceptar la existencia del derecho a decidir implica legitimar la independencia unilateral que el señor Castells dice no compartir. En todo caso lo que hay es el derecho a promover las reformas legales y constitucionales para hacer viable la independencia que es algo muy distinto y que ninguna democracia de corte europeo contempla.
Me preocupa el auge del populismo de derechas que discursos como el del señor Castells no hacen más que favorecerlo
Por último, olvida el señor ministro denunciar la discriminación de los catalanes no secesionistas y el abuso de poder del nacionalismo que hace que en Cataluña los déficits democráticos sean notorios. Este trasfondo antidemocrático del nacionalismo gobernante tuvo su momento álgido con la aprobación de las leyes de desconexión y el proyecto de Constitución catalana, un documento propio de un estado, ese sí, totalitario.
¿Quién ha fomentado el odio?
Otro aspecto de la entrevista que quiero cuestionar brevemente es la idea que el odio nace y es exclusivo de la extrema derecha. Sólo recordar que la división social existente en la actualidad parte de la sustitución, por una parte, de la izquierda, de la lucha de clases como motor de la historia por el fomento de las identidades colectivas. El enemigo ya no es el burgués, sino el hombre, los blancos, los católicos, los heterosexuales etc. Son los excesos del populismo de izquierdas los que hacen renacer al populismo de derechas, por la sensación de muchos ciudadanos de ser despreciados, de ser considerados ciudadanos de segunda. ¿En el caso español, por ejemplo, reabrir las heridas de la Guerra Civil mientras se blanquea a ETA, no es favorecer que el odio vuelva a nuestra sociedad? No soy contrario a pasar pagina de episodios recientes de nuestra historia. Pero no a la vez que se reabren viejas heridas por intereses partidistas. Por último, una referencia al auge del nacionalismo. ¿Puede extrañar el crecimiento del nacionalismo español, siempre malo, como reacción al nacionalismo periférico, siempre bueno?
Me preocupa el auge del populismo de derechas que discursos como el del señor Castells no hacen más que favorecerlo. Para combatir el populismo de derechas es necesario entender sus causas, algo en lo que los populistas de izquierda no están interesados porque surgen y se nutren precisamente de la confrontación y de sembrar el odio. Sin olvidar que una globalización desaforada y, ahora, la pandemia y los cambios que ha acelerado, deja muchos perdedores que el establishment, del que forma parte la izquierda, desprecia.
Inteligentes y oportunas precisiones, Sr. Moreno. Muy atinado.