El presidente en funciones, Pere Aragonès, entrevistado por el director de la Vanguardia, afirma: El futuro Govern debe tener alianzas que vayan más allá del independentismo. Esta afirmación implica que el próximo gobierno de la Generalitat —al margen de las convicciones particulares de cada uno de sus miembros— ya no será independentista, al menos si entendemos que el independentismo es un todo o nada.
Aragonès justifica el apoyo esta vez a los presupuestos generales del Estado basándose en la pandemia: «No podíamos abstenernos de conseguir los máximos recursos para esta cotidianidad que está en riesgo.» Reprocha a otros que no adopten la misma actitud constructiva: «Si el conjunto del independentismo catalán hubiera ido junto a negociar, los resultados habrían sido mejores.» Y rechaza que el sueño de la independencia obstaculice la política de cada día: «Decidir que no importa el presente en base a un futuro que hemos de conseguir, no es una opción.» ¿Dónde estaba ese sentido común en octubre de 2017?
A menudo, las preguntas del entrevistador, Jordi Juan, son más interesantes que las respuestas. Como ésta: «Quien quiera votar a ERC, ¿a qué Esquerra estará votando? ¿A la que llega a acuerdos como el de presupuesto o a la que hasta hace poco se despedía en el Congreso diciendo que se iba de España?» El entrevistado se remite a los noventa años de historia del partido y reafirma que «el objetivo de la independencia» se mantiene. Pero parece aplazarlo ad kalendas Græcas: «De nada sirve la bandera más libre del mundo si la gente no tiene garantizado el pan y el techo. Las dos cosas a la vez son compatibles.» En realidad, ninguna lucha por la independencia ha esperado a una mejora de la coyuntura económica; dependen de otros factores.
Inevitablemente, «el próximo Govern ha de estar comprometido con la independencia de este país» —entendemos que «comprometido» no es lo mismo que pedir a los CDR que aprieten, como hizo Torra—, pero Aragonès apunta que «también ha de poder establecer alianzas más allá». «Más allá», desde luego, no va a encontrar apoyos para renovar el desafío independentista, al menos en los términos en que se planteó. Y descarta del todo pactar con el PSC, «porque no hay ningún proyecto compartido». A la observación de que «parece que están más cerca del PSOE que del PSC», la respuesta es casi cómica: «Sí, hoy estamos mejor porque el PSOE es un partido de otro país.»
Interrogado sobre la «propuesta de armonización fiscal para evitar que alguna comunidad, como la de Madrid, pueda bajar sus impuestos», contesta: «La mejor forma de proteger nuestra soberanía fiscal es hacer que no haya nadie que utilice el hecho de ser capital de un estado para conseguir una ventaja desleal. Pedimos que se haga con la Comunidad de Madrid lo que la UE ha hecho con Luxemburgo.» Que quede claro: «Hay que atacar al paraíso fiscal que es hoy Madrid.» Todo indica que el gobierno socialcomunista no va a poner remedio al infierno fiscal catalán sino a inspirarse en él.
