No habrá transición para el ‘Troll-in-chief’

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. EFE.

Las paredes del Despacho Oval empiezan a estrecharse para Donald Trump.

Después de una veintena de recursos legales, una retirada de tropas de Irak y Afganistán y purgas en su gabinete y la cúpula del Pentágono, Trump encamina la transición a empujones. Lo ha hecho después de que la Administración General de Servicios (GSA) haya comunicado a Biden el inicio de la transferencia de poderes, ignorando el continuo estruendo de su ametralladora de Twitter.  

No obstante, el aun presidente de los Estados Unidos sigue negándose a admitir su derrota y dice haber puesto en marcha la transferencia de poderes para evitar que la trabajadora del GSA Emily Murphy, junto con sus compañeros, dejen de ser víctimas de “acoso”, “amenazas” y “abusos”. Es decir, que Trump se dirige a la puerta de salida de la Casa Blanca, pero sigue alimentando su relato político para presentarse como un mártir ante sus seguidores y pedirles que permanezcan en las barricadas de la batalla cultural. Quién sabe si por deseos de volver a presentarse en 2024; él o su hija Ivanka, porque no dudemos que la proyección pública que ha tenido como consejera en estos 4 años ha sido con vistas a una futura carrera presidencial.

Ahora, si Biden va a ser presidente, la estrategia a largo plazo para el trumpismo es aplicar un contragolpe que deje a su adversario a los pies de los caballos ante un 48% de la población; para que piensen que el establishment, la “ciénaga” de Washington D.C., ha corregido el fallo en un sistema que ya estaba amañado para coronar a “crooked Hillary” en 2016.

Trump se dirige a la puerta de salida de la Casa Blanca, pero sigue alimentando su relato político para presentarse como un mártir ante sus seguidores

Trump sabe que las batallas por el poder se libran a largo plazo, tal es así que ya llevaba años pensando en presentarse. Y también sabe que el cambio cultural precede al cambio político. Claramente, su Presidencia no hubiera sido posible si la derecha online adicta a los memes que se mofa de los republicanos mainstream, los inmigrantes y las feministas – conocida como la alt-right – no se hubieran alzado contra la corrección política e hipersensibilidad que reinó durante los mandatos de Barack Obama.

Este movimiento reaccionario bebe de ideologías como el paleoconservadurismo de Pat Buchanan o la Nueva Derechafrancesa de Alain de Benoist, pero fue en 2014 cuando se musculó como un auténtico ejército capaz de cambiar el destino de unas elecciones. Fue con el episodio del Gamergate, cuando hombres blancos y furiosos llevaron a cabo una campaña de ciberacoso contra creadoras de videojuegos que habían denunciado el machismo de la industria.

Así, los foros freak de 4chan y 8chan alumbraron desde memes irreverentes mayormente inofensivos hasta amenazas de muerte y violación contra quienes, con sus proclamas feministas y su corrección política, osaran amenazar una de sus grandes pasiones; el mundo de los videojuegos, que no dejaba de ser un modo de vida para ellos.

Ahora que Biden está más cerca de ser presidente, la alt-right convertirá la transición en la consumación de un plan perverso de las élites para arrebatarle al pueblo el poder que Trump les devolvió

Breitbart News, la plataforma de la alt-right que por aquel entonces era capitaneada por Steve Bannon, aplicó su estrategia de clickbait y propulsó el Gamergate hasta la primera plana del The New York Times, consciente de que aquellos trolls eran algo más que un avatar en un rincón oscuro de internet. Eran soldados que, seducidos por la provocación, podían arrodillar en el futuro al establishment republicano y a una candidata con la experiencia política de Hillary Clinton.

Esa fuerza de choque es parte de la coalición que ha otorgado a Trump casi 74 millones de votos y es la principal caja de resonancia en internet de las acusaciones de fraude, junto a medios de comunicación como Breitbart o Newsmax, que vienen a salvar los muebles al presidente ante la falta de apoyo de FOX News. También es la fuerza de choque responsable de haber lanzado al Congreso a Marjorie Taylor Greene, la ferviente defensora de Qanon que disparaba un rifle contra el socialismo en sus spots electorales, y de haber desplazado hacia postulados más populistas al Partido Republicano, llegando más lejos de lo que consiguió el tea party.

Ahora que Biden está más cerca de ser presidente, la alt-right convertirá la transición en la consumación de un plan perverso de las élites para arrebatarle al pueblo el poder que Trump les devolvió en su discurso inaugural en enero de 2017. Y, sin ninguna duda, seguirán en las barricadas al servicio de un político que ha revolucionado la cultura de los Estados Unidos, como hicieran los hippies en la década de 60 o Ronald Reagan en la década de los 80.

Porque tras la transición el Commander-in-chief se va, pero el Troll-in-chief se queda.

Sergio Pérez-Diáñez
Sergio Pérez-Diáñez
Sergio Pérez-Diáñez es consultor de comunicación política y coautor de ‘Cómo comunica la alt-right: de la rana Pepe al virus chino’, junto con Xavier Peytibi.

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