Surge una figura humana que se abalanza contra dos agentes de la Guardia Urbana, estos dan varios pasos atrás y uno de ellos dispara, claramente en defensa propia. Los videos que circulan sobre el incidente no permiten llegar a más conclusiones.
Los medios hablan de un indigente de 43 años, de nacionalidad húngara dicen unos, de origen húngaro dicen otros, que esgrimía un arma blanca y habría estado amenazando previamente a los viandantes en el Passeig de Sant Joan. Ahora está en el hospital, con una herida de bala en el abdomen.
Tal vez si hubieran utilizado una pistola Taser el desenlace no habría sido tan grave; sólo tal vez, porque una descarga eléctrica no es inocua y puede en ciertas circunstancias llegar a causar la muerte. En todo caso, las Taser están mal vistas por razones políticas.
Toni Castejón, portavoz de la Federación de Profesionales de la Seguridad Pública de Cataluña (FEPOL), en declaraciones al Periódico, presenta así el suceso: «Estamos en nivel 4 de alerta antiterrorista, y la policía llega y no sabe lo que tiene, sólo ves a una persona con un cuchillo muy grande que va hacia ti. Para nosotros es una actuación impoluta, dentro del trauma que siempre supone usar el arma de fuego contra alguien.»
Además, pide que «el Ayuntamiento de Barcelona reflexione, porque la política ha sido la que ha querido que la Guаrdia Urbana de Barcelona no tenga Taser». «Critican las Taser por ideología y no por conocimiento. Son un arma garantista, porque registran cuándo desenfundas y las activas, y el registro es inmanipulable. Además, este dispositivo se puede conectar a una cámara de vídeo del agente, que ha demostrado tener un importante valor disuasorio.»
Policía de gatillo fácil
Aunque ha aparecido en informativos de toda España, Vicent Partal lamenta en Vilaweb el silenci sobre el tret que dispara un agent de la policia de l’ajuntament d’Ada Colau y afirma que el relato que nos cuentan está pensado para proteger al «funcionario de gatillo fácil».
Duda de que el individuo causara molestias a los viandantes, que hiciera falta acorralarlo, que llevara un cuchillo, que hiciera falta disparar: «Disparan a distancia, a una distancia considerable. No hacía falta de ninguna manera. Eran suficientes hombres para reducirlo sin problemas.»
En cambio da por buena la versión de Arrels Fundació, fundación privada que se ocupa de la atención a personas sin hogar en Barcelona, según la cual era una persona «muy tranquila y muy pacífica» y si llevaba un cuchillo es por que los vagabundos llevan todas sus pertenencias encima.
La «criminalización» de los vagabundos
En el mismo Vilaweb, hay una entrevista al director de la fundación, quien afirma que ya habían trabajado con el hombre herido —con escaso éxito, por lo que parece— y que sus servicios jurídicos tratarán de aclarar los hechos, especialmente «si en la reacción tuvo algo que ver la criminalización de la gente que vive en la calle».
Detrás de está frase capciosa se adivina la idea que pretende inculcarnos. La reacción del policía ante el atacante no vendría motivada por su deber de reducir a un individuo peligroso y por el más elemental instinto de supervivencia sino por una paranoia que le hace ver un criminal en cada vagabundo. Una paranoia que afectaría también a los vecinos, cuyas razones para llamar a la Guardia Urbana no parecen interesarle demasiado: «Sabemos que mucha gente a menudo se queja porque le estorba alguien.»
No hay manifestaciones de protesta
Volviendo al artículo de Partal, ya desde el mismo título —«El silencio sobre el tiro que dispara un agente de la policía del ayuntamiento de Ada Colau», como si hubiera disparado a las órdenes directas de la alcaldesa— manifiesta un gran interés por buscar altas responsabilidades políticas a un hecho muy lamentable pero de escasa entidad: «Ningún escándalo. Como si dos disparos de pistola en el centro de Barcelona fuera una costumbre que no destacase en lo cotidiano, en la rutina de la gran ciudad.»
Y en lo que sigue se refleja un deseo de ver disturbios en la calle digno de estudio: «Si estos vídeos que hemos visto del Passeig de Sant Joan los hubieran filmado en Detroit o en Atlanta hoy el escándalo sería mayúsculo y toda la pretenciosa clase política barcelonesa saldría a hacer declaraciones, o a estas alturas incluso habría convocada ya alguna manifestación. Aún más si el vagabundo fuera negro. Black Lives Matter.» Ciertamente, si hubiese sucedido en una ciudad donde no gobierna la extrema izquierda, en Badalona por decir algo, los agitadores profesionales estarían de enhorabuena.
«Pero ha pasado en Barcelona y el vagabundo es húngaro y la policía es la del ayuntamiento de Ada Colau. Que ha callado (…) Una muestra más de su espectacular cinismo político.» A buenas horas, la descubre.