La decisión de Nissan de irse de Cataluña es irreversible. Los disturbios protagonizados por algunos trabajadores no van dirigidos a la empresa, que en cualquier caso no vería ahí sino otro motivo para reafirmarse en su decisión, sino al Estado, para que no se olvide de los subsidios pertinentes.
Ciertamente, como dice José Antich en El Nacional, es la peor noticia en el peor momento, ya que se trata de «una empresa que representa el 1,3% del PIB de Cataluña y el 7% de su PIB industrial».
Antich aprovecha para recordar que Pedro Sánchez declaró «el pasado 22 de enero en el Fórum Económico de Davos, tras una serie de encuentros con responsables del grupo Renault, que en las plantas de Nissan en Barcelona «el mantenimiento del empleo está garantizado». ( ) Seguramente, tampoco era verdad que obtuviera aquel día en Davos ninguna garantía, sino que se limitó, como tantas otras veces, a tirar la pelota hacia adelante».
Cataluña, con el Estado en contra
Josep Huguet (ERC), que fue consejero en tiempos del tripartito, hace memoria del expediente de regulación que presentó Nissan en 2008 y saca conclusiones sobre la relación entre multinacionales y estados:
«Éramos, y deberíamos ser, conscientes de que estas multinacionales sólo arraigan si su valor añadido está radicado en el país. Una planta simplemente productiva se puede trasladar fácilmente. Por otro lado, el I+D+i [investigación, desarrollo e innovación] era una condición casi imprescindible si se quería inyectar millones de euros que no topasen con las normativas de competencia de la Unión Europea. Normativas que con la excusa de la pandemia, Francia se ha saltado ahora para reforzar Renault o Air France, y Gran Bretaña, ya fuera de la U.E, en direcciones similares. Mientras España se ha dedicado a inyectar 2.000 millones de euros en las empresas de armamento radicadas básicamente en Madrid».
Luego viene una lección de geopolítica hispana:
«Las multinacionales tienen patria y sedes fiscales, y en función de la bandera y de los impuestos y de los lugares donde tienen la concentración de capital humano innovador toman las decisiones. En un estado como España, de base plural territorialmente pero centralista y concentrado, los aparatos del Estado no son neutros a la hora de movilizar recursos y captar inversiones. Incluso la Francia centralista, a la hora de impulsar polos territoriales industriales y tecnológicos, actúa desconcentradamente. Madrid siempre ha apostado por la Gran Castilla y subsidiariamente por territorios sumisos como Andalucía».
Y el final, perfecto para concitar indignación y movilización, está servido: «Tenemos pues un Estado en contra y unas multinacionales con bandera y cartera. Resultado: Madrid ha dejado tirada a Cataluña, Renault triunfa en toda Europa y Castilla sobre Nissan, y Nissan, sin embargo, continúa en Ávila y Cantabria».
Sin necesidad de razonar tanto, Joan Canadell, presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, revela un comentario que le ha hecho un ex alto directivo de Nissan:
«El Estado español no se ha implicado en el tema y nuestro gobierno no les planta cara como haría falta. Nos hemos de deshacer de este Estado a toda prisa antes de que nos acabe de arruinar del todo. Ahora hay un buen motivo más para hacerlo».
Nissan y sus circunstancias
Por si a alguien se le ocurriera que Nissan se va por culpa de los indepes, Iu Forn, en El Nacional, tira de ironía:
«No, Nissan no se va porque, junto con el resto de marcas del grupo, hayan decidido repartirse el mundo y ella se quede los EE.UU., China y Japón; Mitsubishi, el sureste asiático y Oceanía, y la francesa Renault controle a partir de ahora Europa, Rusia, África y América del Sur. Y justamente Renault haya decidido fabricar en Francia los mismos modelos que ahora fabrica BCN y, por lo tanto, entre su país y el país vecino, ellos hayan optado por el suyo. Y Nissan tampoco se va porque el otro tipo de vehículo que se fabrica en Barcelona ahora pase a manos de Mitsubishi, que no tiene planta aquí. Ni porque de las 8 plataformas actuales que tiene la compañía ahora pasen a sólo 4. Ni porque en su nueva manera de fabricar, con la que pretenden ahorrar dos mil millones de euros, las plantas catalanas no les encajen. Efectivamente, por culpa del independentismo Nissan se marcha de Cataluña».
Con más circunspección, Vicent Partal entiende que esta decisión «vale más que reconozcamos que tiene más que ver con el modelo económico de la globalización que con ningún detalle local concreto. Se habrían podido hacer cosas antes para frenarlo, seguramente. Ha habido dimisiones y ausencias clamorosas, sin duda. Pero no nos engañemos: ahora ya es demasiado tarde».
Cuando el paroxismo de la globalización te pasa por encima hay que darse cuenta de que «no podemos seguir así». En esta época, «la diversidad y la pluralidad de la oferta pierde terreno cada día» y «el contacto con la realidad más próxima se evapora en el magma de los intereses globalizados de las grandes corporaciones». Un ejemplo reciente: «Que un país como en el nuestro, que había sido líder en el textil, no tenga capacidad de producir batas o máscaras y acabe dependiendo de las fábricas de China lo dice todo».
El remedio no es «volver al tiempo de la autarquía, ni mucho menos -este camino es falso, no existe ni volverá a existir nunca-. Pero sí es necesario, por ejemplo, decidir un catálogo de productos básicos que se han de poder fabricar en el país de manera regular, con el apoyo que sea necesario para sostener esta producción y estar preparados en caso de crisis, y una complicidad muy audaz entre empresas, gobiernos y universidades, para buscar y explotar industrias innovadoras. Industrias que seguramente no serán nunca comparables, en cuanto a empleo, con estas grandes factorías que ahora vemos cerrar, pero que pueden compensar con el tiempo este golpe enorme que recibimos ahora. El combate es entre la vieja industrialización y la nueva, no contra la industrialización como un todo».
Francesc-Marc Álvaro en La VanguardiaCioran en Nissan ve que la globalización no se va a llevar por delante a los estados nación como se había predicho:
«¿Quién dijo que el dinero no tiene patria? El cierre de la factoría de Nissan de Barcelona no se entiende sin el papel del Estado francés en la alianza Renault-Nissan-Mitsubishi. La lógica global no ha eliminado los intereses vinculados a esas fronteras que insistimos en repetir que no existen o existen menos».
Y nos advierte contra los «mercachifles de la esperanza» que van a querer «sacar partido del comprensible cabreo de los hombres y mujeres ( ) que, de un día para otro, se quedan en la calle». «El populismo de Trump triunfó, entre otras cosas, porque a la mayoría de personas que se quedaron sin empleo alguien les dio la brasa con «los desafíos globales», a modo de excusa».
Y, por variadas que sean las causas del cierre de Nissan, da en el clavo al afirmar que «ni Colau, ni Torra, ni Sánchez transmiten, a la gente de Nissan, algo que se parezca a la confianza».
Contra el independentismo mágico
Sostiene Carles Campuzano en El Periódico –El ‘procés’ del post-covid– que «la pandemia del covid-19 no habrá terminado con el pleito entre Cataluña y el Estado ni mucho menos, pero sí que dará por cerrado el «procés» soberanista, tal y como lo conocimos en los últimos años. Las razones de fondo del conflicto persisten y no entraremos en «una época más previsible y apacible».
El llamado proceso vendrá superado porque esta nueva etapa, «el postcovid ( ), cambia la naturaleza de los problemas urgentes que debe afrontar el país». Las medidas para salir de la crisis deberían concentrar «el grueso de las energías del país».
En realidad, con o sin virus, es cierto que «el país no puede continuar atrapado en la lógica de la confrontación estéril y retórica que nos agota y que nos hace imposible el progreso colectivo«. Si no hubiera aparecido el virus, esta reflexión sería igual de pertinente.
No hay duda, y no deja de ser una banalidad, que «el catalanismo, ( ) si aspira a continuar siendo el primer motor político y cultural del país, deberá esforzarse por construir nuevas ideas para esta época nueva», pero Campuzano debería manifestarse más claramente contra «los sectores independentistas que mantienen posiciones intransigentes, puristas y extremas, que aspiran a mantener el conflicto enquistado, que necesitan de la confrontación continua con el Estado para mantener su rédito y que todavía especulan con la idea mágica que del hundimiento de España surgirá una Cataluña libre«. No limitarse a denunciar el concepto, sino concretar las personas y las fuerzas políticas que juegan a eso.