Cuando sea mayor te mataré

Ofrendas florales en La Rambla por el primer aniversario de los atentados del 17A Foto: Europa Press

Empieza el juicio a tres miembros de la banda terrorista que protagonizó la matanza del 17 de agosto de 2017 en las Ramblas.

El Nacional pregunta a sus lectores: ¿Crees que el CNI está implicado en los atentados del 17-A?. El resultado de la encuesta, a media tarde del martes 10, cuando se han recogido en torno a 8.000 votos, es: 96 % sí, 4 % no.

Si algo se refleja aquí es el estado de ánimo con que en medios independentistas se contempla el juicio y la convicción existente de que uno de los peores ataques islamistas sucedidos en Europa fue obra de unos cuantos jóvenes perfectamente integrados, víctimas de la manipulación que ejerció sobre ellos un pérfido imán que trabajaba para el Estado español.

Así resume la sospecha Antoni Bassas en el AraEl judici del 17-A i la reacció de l’Estat—: «La conocida conexión del imán Abdelbaki es-Satty con los servicios secretos españoles continúa provocando preguntas cuando recordamos que aquel 17 de agosto faltaba menos de un mes y medio para el referéndum del 1 de Octubre.»

José Antich —El 17-A a juicio: demasiadas sombras— tiene pocas esperanzas: «Si en un juicio se pretende por encima de cualquier otra cosa saber la verdad, mucho nos tememos que algunas de las incógnitas más relevantes que planean en este caso quedarán por resolverse cuando finalice.»

No tan pesimista, el editorial del Ara del lunes espera que el juicio pueda servir «para arrojar luz sobre muchos aspectos oscuros de los hechos de agosto», como «cuál fue el proceso de radicalización de los jóvenes terroristas de Ripoll»; «qué falló para que no se pudiera detectar por parte de la comunidad y de la policía»; si el imán «era el único cerebro o si había otras personas involucradas que no se han podido localizar», y «hasta qué punto informaba o desinformaba a la policía española y si utilizó esta tapadera para organizar el atentado».

En la crónica de Vilaweb sobre el primer día de juicio, escrita por Josep Casulleras, aparece un extraño lamento al ver un video donde aparecen los asesinos «amenazando ahora en árabe ahora en castellano, e incluso en algún momento haciéndolo en catalán. Una punzada. Mohamed Hichamy, que tenía sólo 24 años, pasa de una lengua a otra, cuando dice: “Venid, venid, os vais a arrepentir de haber nacido. Sobretot vosaltres, Mossos d’Esquadra. Malparits! Cabrons! Us esteu cardant en un berenjenal… que no sabeu on us poseu.”»

Lo inquietante es la amenaza y la soltura con que la formula, no las lenguas que utilice. El conocimiento del catalán, ni que fuera mucho más profundo del que exhibe el individuo, no inmuniza contra el odio ni contra la maldad. Por otra parte, aunque al redactor le parece que «sólo 24 años» es una edad muy tierna, cabe recordar que está en la media de los combatientes islamistas.

Casulleras se explica: «Estas imágenes han removido también esta parte profunda de aquellos hechos que las sesiones del juicio no tocarán: el hecho de que “estos jóvenes que eran nuestros jóvenes”, en palabras de la educadora social de Ripoll Raquel Rull en la comisión parlamentaria sobre el 17-A, quisieran hacer este daño a la sociedad de la que formaban parte, en la que habían crecido y parecía que se habían integrado. De ahí la punzada de escuchar a Hichamy profiriendo en catalán la amenaza yihadista en un vídeo grabado para ser difundido después de la carnicería que preparaban.»

Habría que revisar lo que se entiende por integración en Cataluña no sólo porque las apariencias engañan sino porque lo que pasa por las mentes de este tipo de personajes no tiene nada que ver con lo que maestros y asistentes sociales se imaginan.

A finales de octubre, poco después del asesinato y decapitación en Francia de Samuel Paty, una profesora de historia jubilada declaró a Rac1 que se había encontrado con reacciones desagradables en clase al tratar de cuestiones relacionadas con el islam, la más significativa la de un alumno de trece años que le dijo: «Cuando sea mayor me haré de la yihad y te mataré». Y también que después de algún atentado, había quienes «de alguna manera lo celebraban».

Siete años más tarde, en vísperas del juicio que ahora comienza, la televisión pública catalana se ha apresurado a reunir a la profesora con su antiguo alumno, que se ha mostrado muy arrepentido de lo que pasó.

Todos celebramos que la vida no le haya llevado a cumplir su amenaza y se haya convertido, tal vez, en un hombre de provecho, pero su circunstancia personal es irrelevante. La anécdota es significativa porque revela una predisposición a la violencia en ciertos ambientes que la educación no remedia ni las leyes alcanzan a atajar.

Resulta algo enigmática esta frase referida al hombre de veinte años que es ahora: «No tiene inconveniente en dar su testimonio, pero pide que no se le identifique para impedir que los vecinos lo estigmaticen.» ¿En qué sentido?

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