Juan Milián (Morella, 1981) compagina su tarea como coordinador general de estrategia política en el Partido Popular catalán con una intensa labor como articulista en cabeceras como The Objective, El Debate de Hoy o la edición catalana de ABC. En El Liberal.cat hemos requerido a éste «procesólogo por obligación, pero mediterráneo por vocación» para que se pronuncie sobre cuestiones tan diversas como la respuesta de Macron al yihadismo, los presupuestos de Sánchezo un frente constitucionalista en Cataluña.
Mientras que tras los recientes atentados yihadistas el presidente francés Emmanuel Macron ha defendido que Francia no renunciará a la libertad de expresión, el líder canadiense Justin Trudeau ha alertado de que dicha libertad «tiene sus límites». ¿De quién se siente más cercano?
Las dos posiciones pueden ser compatibles. La cuestión es dónde se sitúan esos límites. La calumnia o la injuria a otra persona o a un grupo por su orientación sexual, religiosa o similar está fuera de la esfera de protección que nos ofrece la libertad de expresión. Sin embargo, ante la duda, siempre deberíamos defender la libertad. Hoy, de hecho, debe ser defendida con contumacia. El Gobierno español, sin ir más lejos, usa la excusa de una legítima lucha contra la desinformación y las noticias falsas para concentrar un poder, sin garantías, que podría ser usado para censurar medios de comunicación. ¿Un gobierno mentiroso luchando contra la mentira? Está en una deriva orwelliana y es un riesgo para la libertad de expresión en nuestro país.
Por otra parte, los defensores de la denominada cultura de la cancelación sostienen que no puede separarse la obra del artista y abogan por no consumir el trabajo de creadores problemáticos. ¿Debemos hacerles caso?
Cada uno es libre de empobrecerse como quiera, también culturalmente. Si quiere renunciar a la cultura porque alguien le ha dicho que debe sentirse ofendido por algo, pues allá él.
Ahora, en serio, me parece una mala idea dejarse arrastrar por la masa enfurecida a la hora de valorar la obra de un artista. Se margina a artistas por frases fuera de contexto, por opiniones del pasado o por no significarse políticamente. Estamos en una guerra cultural que inició la izquierda norteamericana. Al fracasar su modelo socioeconómico, inició esta batalla por establecer una corrección política que la llevara hasta el poder o la mantuviera en él. Es curioso cómo la izquierda española, tan antiamericana, importe de los Estados Unidos las peores ideas. Son las políticas de identidad que, incluso desde posiciones progresistas clásicas como la de Mark Lilla, son criticadas por olvidar el bien común y poner en riesgo la libertad y el pluralismo.
«Es curioso cómo la izquierda española, tan antiamericana, importe de los Estados Unidos las peores ideas»
Juan Milián
Además, se entra en dinámicas autodestructivas, porque para algunos la censura o la humillación nunca serán suficientes. Siempre habrá quien se muestre más puro; siempre habrá quien pida más venganza. En la propia izquierda anglosajona ha habido una reacción contra este auge de la intolerancia, contra esta nueva inquisición. Ahí está el manifiesto publicado en la revista Harper’s y firmado por intelectuales como Noam Chomsky, Steven Pinker, Salman Rushdie… Por cierto, todo esto me recuerda que aún tengo pendientes las memorias de Woody Allen.
Ha escrito que el objetivo de Pedro Sánchez, Iván Redondo y Pablo Iglesias es trasladar la polarización del procés a toda España. ¿Cuál es el motivo?
Lamentablemente Pedro Sánchez ha metido el procés en La Moncloa. Por un lado, su alianza con los partidos independentistas está provocando un desamparo absoluto de los constitucionalistas en Cataluña. Esta semana han acordado eliminar el español como lengua vehicular. En las próximas elecciones los catalanes que quieran más procés podrán votar a Esquerra, JxCat, PDeCat, PNC o CUP, pero los que quieran avances firmes hacia la independencia tendrán la opción del PSC. Están premiando a aquellos que golpearon la democracia y están castigando a los constitucionalistas, creando unos incentivos perversos y fortaleciendo a los independentistas de cara al próximo golpe. Un error fatal.
Por otro lado, cuando he escrito sobre la traslación del procés a toda España me he referido, sobre todo, a la manera de hacer política de los Redondo, Iglesias y Sánchez, primando la propaganda por encima de la gestión, tensionando la sociedad para eliminar cualquier alternativa moderada y socavando pilares de la democracia liberal como el Estado de derecho, la separación de poderes o las libertades individuales. Su plan es eliminar todo lo que hay entre el PSOE y Vox. Es un buen plan para que el PSOE permanezca en el poder por los siglos de los siglos, pero una pésima idea para la convivencia y el futuro de España.
La expresidenta madrileña Manuela Carmena recibió un alud de críticas en las redes por afirmar que tenía amigos de Vox que eran «gente magnífica». ¿Son críticas razonables?
Es que ha sido la propia izquierda la que ha generado un clima en el que todo es política. Esta debe impregnar, para ellos, todos los aspectos de nuestras vidas. No desean separación de esferas y, por lo tanto, es inadmisible tener trato con personas que no comparten partido o ideología. Una sociedad como la que están queriendo construir no es una sociedad, es un campo de minas. El pluralismo es, así, sustituido por compartimentos estancos. Es asfixiante y empobrecedor.
El PSOE ha advertido al PP de que votar en contra de los Presupuestos «equivale a permitir que el virus venza la partida». ¿Es esto cierto?
La gestión de la pandemia del Gobierno del PSOE ha sido la peor de todo Occidente. Tristemente España lidera aquellos rankings que nadie querría liderar. Se actuó tarde y mal. Se indujo a la población a creer que no había riesgos. Incluso se recomendó no usar mascarillas. Y ante la segunda ola, y aquí ya no valía el “no se podía saber”, la actitud de Sánchez ha sido la de plantear una falsa dicotomía: o César o nada. O se le otorga un poder absoluto o deja que las autonomías se las arreglen como buenamente puedan.
«El plan del Redondo, Iglesias y Sánchez es eliminar todo lo que hay entre el PSOE y Vox. Es un buen plan para que el PSOE permanezca en el poder por los siglos de los siglos, pero una pésima idea para la convivencia y el futuro de España»
Juan Milián
Además, el proyecto de Presupuestos es ciencia ficción. Es imposible una recuperación desde las premisas que plantea el Gobierno. Subir impuestos ahora no es razonable. Nadie lo hace en Europa. El gobierno portugués, también con partidos de izquierdas, están bajándolos. Con el PSOE pasa lo mismo que con la canción de Camilo Sexto, «siempre se repite esta misma historia». Más impuestos, más deuda, más desempleo. Dejarán un Estado y una sociedad más débiles.
¿Y cómo valora la oferta de Cs de unificar las tres fuerzas constitucionalistas —Cs, PSC y PP— de cara a las elecciones catalanas?
Ojalá se hubiera producido en 2017. Sin embargo, ahora el PSC está orgulloso de eliminar el español como lengua vehicular. A partir de aquí, una coalición de las tres fuerzas ya no parece una propuesta realista. Los partidos constitucionalistas deberían, como mínimo, coordinar estrategias para llegar al máximo numero de catalanes posibles y conseguir una mayoría que permita una refundación democrática de la Generalitat, una institución que ahora es hostil a la mitad de los catalanes. Debería recuperarse el espíritu que impregnó la colaboración entre estos partidos en los plenos del Parlament de septiembre de 2017. Sin embargo, el PSC ha optado por la vía de un aparente apaciguamiento que, en realidad, no hace más que fortalecer al independentismo y alimentar un segundo procés.
Por otra parte, en las elecciones de febrero, si se celebran, habrá cuestiones muy relevantes que separan a estos partidos, a saber, la respuesta a la pandemia y la recuperación económica. Y aquí es evidente que la respuesta del Partido Popular no es la del PSOE o PSC.
Recientemente, la Universidad de Barcelona fue condenada por vulnerar la neutralidad ideológica al apoyar a los presos separatistas. Sin embargo, el ministro de Universidades, Manuel Castells, ha criticado la sentencia aduciendo que el manifiesto de la UB forma parte del «pensamiento crítico universitario». ¿Acierta el ministro?
Para nada. El manifiesto de la UB vulneraba la neutralidad ideológica, la libertad de expresión y de educación. La universidad no debe actuar como los partidos políticos, ni debe ser una herramienta de estos. Es lamentable que un ministro del gobierno de España esté a favor del plan de totalización de la sociedad que el nacionalismo está implementando en Cataluña de manera implacable.
«Debería recuperarse el espíritu que impregnó la colaboración entre los partidos constitucionalistas en los plenos del Parlament de septiembre de 2017»
Juan Milián
La semana pasada, Esquerra Republicana de Cataluña llevo al Senado una reforma para que «no se discrimine en razón de lengua». Pero ¿es compatible este propósito con la defensa del monolingüismo escolar en Cataluña?
Es una macabra ironía. En Cataluña, ERC y JxCAT discriminan por razón de lengua al intentar relegar el español tanto de las instituciones como de la vida diaria de los catalanes, a pesar de ser lengua oficial de todos los españoles. Acaban de pactar con el PSOE la eliminación del español como lengua vehicular. Al nacionalismo le molesta la sociedad catalana, porque es bilingüe y es plural. Quieren una sociedad cerrada, homogénea, culturalmente empobrecida y, por lo tanto, más fácil de controlar desde el poder político. Ese es su objetivo. Esa es la idea que subyace al procés, una sociedad al servicio de un partido.
El mismo día que el Premio de Literatura Dramática Nacional recayó sobre Justícia, una obra en catalán sobre la identidad catalana, la consellera de cultura de Cataluña, Àngels Ponsa, declaró en TV3 que la «cultura catalana es la que se hace en catalán». ¿Por qué hay tantos que piensan, entonces, que es España quién no reconoce su diversidad?
La consellera tiene una visión muy limitada de la cultura catalana. A la anterior consejera le molestaba que se hablará en español en el Parlamento de Cataluña o en TV3. La actual reconoció en Catalunya Ràdio que su objetivo es que la única lengua común sea el catalán y que «cada cual en su casa hable su lengua materna». Gracias, pero no. Es evidente que quién no reconoce la diversidad es el nacionalismo. Y es evidente que detrás de su plan de empobrecimiento lingüístico y cultural hay un proyecto de ingeniería social. El problema es que los catalanes que defendemos el pluralismo y la convivencia vivimos atrapados entre una Generalitat que nos es hostil y un Gobierno de España que nos desampara.
«Los catalanes que defendemos el pluralismo y la convivencia vivimos atrapados entre una Generalitat que nos es hostil y un Gobierno de España que nos desampara»
Juan Milián
Según el historiador Jordi Canal, «mientras no se actúe sobre TV3 y en la escuela, Cataluña no tiene solución». ¿Comparte el diagnóstico?
En parte sí, pero me gustaría ir un paso más allá. Es necesario fortalecer el constitucionalismo en Cataluña. En Cataluña la mayoría de los medios de comunicación importantes son públicos o concertados, es decir, dependen en gran medida del gobierno de la Generalitat. Es necesario que haya visiones alternativas. Y el constitucionalismo debería trabajar más en este sentido. La batalla de las ideas requiere inteligencia y persistencia, y también recursos. Contrarrestar décadas de hegemonía cultural nacionalista requiere un proyecto que esté a la altura del reto. El problema nacionalista no se solucionará en cuatro días.