Hacer que los ciudadanos acudan masivamente a las urnas en las previstas elecciones de febrero no parece tarea fácil. Ni para el independentismo ni para el constitucionalismo. ya hemos visto que las movilizaciones estas últimas semanas han sido escasas , aún teniendo en cuenta la pandemia. Un sector del independentismo, básicamente los seguidores de Puigdemont, han vuelto a sacar un conejo de la chistera, sobrepasar el 50% de los votos entre las fuerzas que se declaran independentistas, para hacer creer que, ahora sí, la independencia esta ‘a tocar’ y que, por tanto, hay que votar a las opciones que defienden que eso les legitimaría para volver a la carga, para poner en práctica el ‘ho tornarem a fer’. ERC y Mas se han distanciado de esta idea, pero desde JxCat se quiere convertir este objetivo en su mejor argumento electoral, aunque la frontera del 50% de los votos ya fue superada por el nacionalismo catalán en la década de los noventa.
Para conseguirlo los medios del régimen se dedican a preguntar sobre la cuestión y no siempre la respuesta del constitucionalismo me parece la más acertada. No se trata de confiar en que no lo alcancen o de cuestionarlo si la participación es baja. Simple y llanamente se trata de dejar claro que la extendida idea que una mayoría absoluta, ya sea de diputados o de votantes, en unas determinadas elecciones, legitiman para hacer lo que venga en gana, incluida una declaración unilateral de independencia, carece de cualquier fundamento político y legal. Ni la mayoría absoluta de diputados ni de votos legitima para reformar el Estatut, hacen falta que lo aprueben dos tercios de la cámara y un referéndum, ni mucho menos para para declarar la independencia. Evidentemente el Parlament puede iniciar los trámites de reforma constitucional, para introducir un referéndum de independencia, pero necesitara buscar los aliados necesarios para conseguir las mayorías previstas en La Constitución. Se trata de algo elemental, común a cualquier país, en muchos los partidos secesionistas están prohibidos, aunque la propaganda independentista pudiera hacer creer lo contrario. Por ello la obtención del 50% de los votos emitidos no va a producir un cambio de actitud internacional, objetivo que busca el independentismo con sus constantes apelaciones a la mediación, una prueba de su debilidad, o, al menos de su falta de fuerza para derrotar al estado por mucho que traten de socavarlo con sus ataques al Rey y al Poder Judicial muros que no han podido saltar.
ERC y Mas se han distanciado de esta idea, pero desde JxCat se quiere convertir este objetivo en su mejor argumento electoral
De hecho, el objetivo del 50% puede ser contraproducente para el independentismo pues puede acabar movilizando a los no independentistas si realmente las amenazas secesionistas, escasas de credibilidad después del fiasco de 2017, consiguen asustar a los catalanes con volver a las andadas.