Sin paranoia no hay salvación

Nassim Nicholas Taleb, libanés nacionalizado estadounidense, fue inversor y analista de riegos, y luego ensayista sobre cuestiones relacionadas con la probabilidad. En su obra más conocida, The Black Swan (2007) -en español: El cisne negro.El impacto de lo altamente improbable (Paidós, 2008)-, había previsto la crisis bancaria y económica que estalló el año siguiente. El 26 de enero, junto con otros dos autores, publicó un artículo sobre la pandemia que actualmente nos aflige Systemic risk of pandemic via novel pathogens – Coronavirus: A note. En una entrevista al semanario francés Le Point del jueves pasado –«Sans paranoïa, pas de survie!»– cuenta que fue escrito, a petición de un responsable de la Casa Blanca, para explicar que: «los médicos son muy buenos para entender qué pasa a escala de un individuo o de un pequeño grupo, pero no entienden qué pasa a escala de un gran grupo. Preconizamos pues establecer una cuarentena para las personas que habían viajado a la China en los catorce días precedentes. ¡Es lo que hicieron unas horas después de haber leído el articulo! [Entonces] había 1.000 casos confirmados oficialmente; en este momento, tres semanas más tarde, la cifra es oficialmente de 64.000. Nunca hay que subestimar los efectos multiplicativos, y sobre todo hay que evitar las comparaciones falsas, como anunciar, por ejemplo, que muere más gente en accidentes de coche. Los accidentes de coche no son multiplicativos».

Gestionar el pánico

Puede parecer ésta una actitud excesivamente alarmista, acostumbrados como estamos a políticos que sistemáticamente quitan importancia a los problemas hasta que es demasiado tarde. Sigue creando escuela el modelo Rodríguez Zapatero de negación de la evidencia, en sucesivos pasos: 1º, no hay crisis; 2º, tal vez haya crisis en otros países, pero no nos afectará; 3º, puede que nos afecte, pero estamos mejor preparados que nadie para afrontarla; y así sucesivamente. Taleb es taxativo: «Lo que se puede afirmar es que si la China no hubiese reaccionado como lo ha hecho, habríamos tenido un problema mucho más grave. La reacción del gobierno chino ha sido la buena; la de Europa o de otros lugares del mundo, mucho menos. Reaccionar ahora es menos caro que reaccionar más tarde. Tengo un refrán: «Si quieres entrar en pánico, entra en pánico ahora.» (…) Lo que hay que hacer es gestionar ese instinto en lugar de pretender eliminarlo o presentarlo como patológico. Cuando se habla de coronavirus, hay que tomar medidas, que hacen que, en los Estados Unidos al menos en este tema, no haya necesidad de entrar en pánico colectivamente. No se puede prohibir a un ciudadano que vuelva a su país, pero se puede perfectamente prohibir la entrada a un extranjero». 

La reacción del gobierno chino ha sido la buena; la de Europa o de otros lugares del mundo, mucho menos

No estamos ante un pensador apocalíptico y adepto a los remedios autoritarios, más bien todo lo contrario. Le gusta la mundialización, por lo que considera imprescindible «determinar dónde pueden surgir los problemas, tanto en el ámbito físico como en el cultural», y se declara «libertario, en el sentido americano del término». Pero siempre ha reivindicado el papel positivo de la paranoia: «Sin paranoia, no hay supervivencia. Muchas reacciones de pánico natural nos han permitido sobrevivir centenares de millones de años, pero ahora la gente dice que son reacciones «irracionales». Pero esto no es irracional; son los psicólogos especialistas en el riesgo quienes lo son». 

Sin duda, la gestión de esta crisis sanitaria pondrá a prueba las prioridades de la cosa pública, la eficacia de nuestras administraciones, y los límites de la globalización. «La Unión Europea, a pesar de estar construida sobre el principio de subsidiariedad, es inútil para gestionar este género de crisis, porque se pierde en pequeños problemas para los cuales no se la necesita, y no tiene tampoco la capacidad de reaccionar ante una crisis así. Hace falta redefinir lo que el Estado debe hacer.»

Tomar decisiones

Taleb cree que los gobiernos sólo son útiles en momentos de crisis, sea militar o sanitaria: «Es en estos momentos que uno se da cuenta de que la democracia es muy bonita sobre el papel pero no funciona a escala de un país. (…) Singapur, un estado pequeño, es muy autoritario, pero no hay contestación civil porque la proximidad del poder a los habitantes es muy fuerte. (…) Son capaces de cerrar las fronteras en catorce minutos. Están dispuestos a sacrificar su economía para sobrevivir: si no se entiende lo que pasa, primero se cierran las fronteras y se piensa después».

La gestión de esta crisis sanitaria pondrá a prueba las prioridades de la cosa pública, la eficacia de nuestras administraciones, y los límites de la globalización

En Europa, tomar decisiones rápidas ante un problema acuciante se convierte en un viacrucis de reuniones donde lo que más importa es el relato político, el manejo de los tópicos habituales y dar la culpa al adversario o al sursuncorda. Seguramente fue una buena idea suspender este año el Mobile World Congress, pero la iniciativa la tomaron algunas de las empresas asistentes, no el país anfitrión. Por aquí iban diciendo hasta anteayer que «el peor virus es el miedo» y que «Barcelona es una ciudad segura». Aplausos.

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