Enric Juliana anuncia cuatro meses a la deriva a partir de la inhabilitación de Quim Torra y aporta esta reflexión incisiva:
«Si la indignación del campo independentista fuese sincera, Torra habría sido autorizado por Carles Puigdemont a convocar elecciones en el último minuto. Las elecciones catalanas no se convocan porque el grupo hoy con más diputados del bloque independentista (Junts per Catalunya) no tiene, en absoluto, la certeza de poder ganarlas. Necesitan tiempo.»
Torra ha estado meses diciendo que no convocaba elecciones para evitar «una carrera electoral irresponsable que paralizaría la administración en Cataluña» y ahora ha sido elegida la vía más lenta posible para renovar el gobierno.
Como dice Juliana, «en vez de ir a elecciones se ha optado por la táctica de la decantación. La legislatura morirá por inanición. Elecciones en febrero, cuando se cumplan los lentos plazos legales. Cuatro meses a la deriva con problemas sociales en aumento».
Y finalmente presupone que «quienes han ideado esta estrategia puede que en estos momentos ya estén asustados. Una sociedad agotada no vota ruptura. Puede que haya cola para negociar los presupuestos generales del Estado y aparecer en la foto de los que se ocupan de las cosas concretas». Tal vez menosprecia las ansias y la capacidad de empeorar las cosas que tiene el partido de Waterloo.