La separación de Cataluña del resto de España:
- Los catalanes no la desean: a pesar de la espectacular propaganda y del trabajo de rebelión realizado impunemente durante décadas por un gobierno regional, los votantes separatistas nunca llegaron a ser mayoría suficiente para proponer cambios estatutarios ni constitucionales.
- Las consecuencias económicas de una hipotética secesión serían catastróficas para los catalanes.
- La secesión no se producirá si prevalece el Estado de derecho: para lograr sus fines, los independentistas deberían recurrir a la violación de la legalidad y a la violencia -lo que ya han hecho, y volverán a hacer-, y vencer en estas dos tareas -lo que es improbable que ocurra-.
Podemos sintetizar diversos aspectos de una hipotética separación de Cataluña relacionados con la economía:
I. En un mundo global, en el contexto de la integración europea y vistos los siglos de conjunción de España, la independencia de Cataluña no tiene ningún cimiento económico, político y social; bien al revés, la secesión contradice las tendencias más esenciales de la política, la economía y la sociedad contemporáneas.
II. Cataluña se ha desarrollado plenamente y muy bien en el marco de España y del mercado único español. Tanto en los tiempos de la industrialización como después con la Constitución Española y el autogobierno de Cataluña, la región ha logrado los más altos niveles de libertad, progreso y bienestar. La fortaleza relativa de Cataluña se desprende, pues, de su lugar en España. Entonces, renunciar a tu mejor cliente no es una estrategia comercial sensata.
«En un mundo global, en el contexto de la integración europea y vistos los siglos de conjunción de España, la independencia de Cataluña no tiene ningún cimiento económico, político y social.»
III. Al romper los vínculos intensos y estar fuera de España y de la Unión Europea, la independencia de Cataluña reduciría el comercio con el resto de España entre un -25 % y un -50 % en el comercio de bienes industriales y entre un -35 % y un -60 % en el comercio de bienes no industriales y de servicios, y reduciría el comercio con el resto de la Unión Europea y con el resto del mundo en un -55 y un -35%, respectivamente. Esto supone que el PIB caería entre un -9,3 % en el escenario bajo, un -16,1 % en el escenario medio y un -24,4 % en el escenario alto.
IV. La fuga de empresas catalanas, españolas, europeas, americanas y extranjeras hacia el resto de España, la deslocalización de inversiones, actividad y ocupación, y la escisión de sociedades, reduciría el PIB permanente en un 8,2 %.
V. En la crisis post independencia se destruirían 447 mil puestos de trabajo, lo que afectaría al 16 % de los trabajadores catalanes. La tasa de paro se elevaría al 34 %.
VI. En un escenario de independencia, la actual quiebra de la Generalitat y su rescate por el gobierno español, se convertiría en colapso financiero completo, atendida la reducción de los ingresos en la misma o mayor proporción que la actividad y el PIB, y atendido el auge de los gastos debidos a las nuevas prestaciones de paro y las mayores competencias y obligaciones, y a la vocación intervencionista del nuevo Estado. El déficit público anual llegaría al -25,6 % del PIB y la deuda de la Generalitat al 184 % del PIB, siendo quimérica su financiación.
«Fuera de España, de la Unión Europea y del eurosistema se produciría una extraordinaria fuga de depósitos bancarios y por tanto las nuevas autoridades establecerían un corralito y emitir una nueva moneda»
VII. Con la secesión, la renta per cápita permanente de los catalanes (en el escenario central) se reduciría en -4.868 €, esto es -406 € al mes, ó 14 € al día.
VIII. Fuera de España, de la Unión Europea y del eurosistema se produciría una extraordinaria fuga de depósitos bancarios y por tanto las nuevas autoridades establecerían un corralito y emitir una nueva moneda, pongamos por caso la pujoleta.
IX. La confrontación atizada por los separatistas ha descoyuntado el país, expulsado inversiones y menguado la capacidad económica y la competitividad de Cataluña.
X. Con todo ello, ya ahora los catalanes somos menos libres y más pobres. La independencia ni nos conviene ni la queremos ni se producirá.
Por todo ello, ojalá la confrontación y sus penetrantes costes económicos y sociales cesen cuanto antes, y Cataluña y los catalanes pasen de la decadencia al entendimiento y al progreso.